Siempre

Poetas de Honduras: Autores que viven y cultivan a través de sus obras

La literatura hondureña reconoce a Juan Ramón Molina, Roberto Sosa y José Luis Quesada como herederos de un lenguaje poético de calidad indiscutible
19.01.2024

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Mentores de una calidad literaria capaz de perpetuarse en el tiempo, y voceros de una dignidad humana que se resguarda entre versos y prosas, los grandes nombres de la poesía hondureña se mantienen vivos en la intimidad de sus obras y el recuerdo de sus sentires.

Además de hacer eco de la narrativa, Honduras ha sido cuna de buenos poetas, figuras representativas del género literario que rinde tributo a la belleza. Así lo entienden los poetas contemporáneos José Antonio Funes y Marco Antonio Madrid, y el crítico literario Hernán Antonio Bermúdez, quienes coinciden al ser consultados sobre sus referencias.

El poeta José Antonio Funes fue entrevistado para este artículo.
“Balance previo” recorre la poesía de José Antonio Funes

Grandes figuras de la poesía hondureña

“Debido a que el romanticismo en Honduras fue una generación fallida -ninguno de ellos produjo un libro memorable- la poesía hondureña comienza con la figura de José Antonio Domínguez, clave en la transición entre el romanticismo y el modernismo. A él se le recuerda por su gran poema ´Himno a la materia’”, introduce Funes.

Luego cita a Juan Ramón Molina, “cuya poesía es romántica en su mayor parte, pero que incursiona con fuerza en el Modernismo en sus últimos dos años (1906-1908)”. Y enlista algunos de sus poemas más destacados: “A una muerta”, “Pesca de sirenas” y “Salutación a los poetas brasileros”, que forman parte de su obra “Tierras, mares y cielos” (1911).

En secuencia, Funes reconoce a: Rafael Heliodoro Valle (1891-1959), Claudio Barrera (1912-1971), Jacobo Cárcamo (1916-1959), Jaime Fontana (1922-1972), Antonio José Rivas (1925-1995), Roberto Sosa (1930-2011), Nelson Merren (1931-2007), Óscar Acosta (1933-2014) y Edilberto Cardona Bulnes (1934-1991) como figuras entrañables de la poesía hondureña.

Madrid asiente, y refiere a Molina como “el máximo exponente del Modernismo”, mientras llama a Acosta y a Sosa “poetas de una transición vanguardista”. Solo añadiendo a la lista los nombres de: José Adán Castelar (1941-2017), José Luis Quesada (1947-2019), Tulio Galeas (1949) y Pompeyo del Valle (1928-2018) como figuras insignes.

Juan Ramón Molina es considerado el máximo exponente del modernismo.

Períodos de la poesía en Honduras

Para contextualizar mejor los períodos en los que podría definirse la poesía en Honduras, entendidos no como una evolución del género en sí mismo, sino como una segmentación en torno a la época y las corrientes, el poeta Funes hace la siguiente división:

1. Período romántico (1878-1900)

2. Período modernista (1900-1915): Juan Ramón Molina (1875-1908) y Froylán Turcios (1874-1943)

3. Período vanguardista:

-Generación de 1935 o Generación de la dictadura:

Constantino Suasnávar (1912-1973), Claudio Barrera (1912-1971), Jacobo Cárcamo (1916- 1959), Daniel Laínez (1914-1959), Raúl Gilberto Tróchez (1917), Hernán Alcerro Castro (1920-1952) y Óscar Castañeda Batres (1925). Aquí se podría agregar a Clementina Suárez, aunque ella asumió una posición independiente.

-Generación de 1950: Roberto Sosa, Óscar Acosta, Antonio José Rivas Aguiluz y Pompeyo del Valle.

-Generación de 1967:

* Grupo “La voz convocada”: Nelson E. Merren (1931-2007), José Adán Castelar (1941-2017), José Luis Quesada (1947-2019) y Tulio Galeas (1949).

* Grupo Vida Nueva y Tauanka en Tegucigalpa: Alexis Ramírez (1943), Rigoberto Paredes (1948-2015) y Efraín López Nieto (1948).

-Generación de 1980: Óscar Amaya (1949), David Díaz Acosta (1951), Juan Ramón Saravia (1951), José González (1953) y María Eugenia Ramos (1959).

-Generación de 1990: José Antonio Funes (1963), Marco Antonio Madrid (1965), Leonel Alvarado (1967) y Rebeca Becerra (1970).

-Generación del 2000: Fabricio Estrada (1974), Yolany Martínez (1977), Salvador Madrid (1978) Rolando Kattan (1979), Dennis Ávila (1981) y Mayra Oyuela (1982).

Duele su partida, poeta José Adán Castelar

El recordado poeta Óscar Acosta, de la generación del 50.

Las obras maestras de la poesía hondureña

Ahora bien, cuando se trata de los títulos de obras que, sin importar el paso de los años, siguen perpetuándose como referentes de la poesía nacional, los expertos enlistan:

- “Tierras, mares y cielos” (1911), de Juan Ramón Molina.

- “Ánfora sedienta” (1922), de Rafael Heliodoro Valle.

- “Creciendo con la hierba” (1957), de Clementina Suárez.

- “Mitad de mi silencio” (1964), de Antonio José Rivas.

- “Los pobres” (1968) y “Un mundo para todos dividido” (1971), de Roberto Sosa.

- “Color de exilio” (1970), de Nelson Merren.

- “Poesía menor” (1965) y “Mi país” (1971), de Óscar Acosta.

- “Jonás, fin del mundo o líneas en una botella” (1980), de Edilberto Cardona Bulnes.

- “Las cosas por su nombre” (1978) y “Materia prima” (1985), de Rigoberto Paredes.

- “Porque no espero nunca más volver” (1974), “Sombra del blanco día” (1987) y “La memoria posible” (1990), de José Luis Quesada.

- “Las órdenes superiores” (1985), de José González.

- “Los cisnes negros” (2020), de Rolando Kattan.

- “Estación permanente” (2023), de José Antonio Funes.

Citados casi con completa unanimidad entre los tres entrevistados, los poemas en fila dan muestra de autores que “reconocemos por el manejo creativo del lenguaje poético y por la alta calidad de su escritura”, apunta Bermúdez.

Por su parte, Madrid comenta que “para un país pequeño como Honduras, con una tradición tan débil en la literatura, considero que tenemos una buena cosecha de poetas. Sobre todo la vanguardia y la posvanguardia, pienso que han sido nuestros grandes momentos en la poesía. Se nos trató bien en Honduras con esos nombres”.

Roberto Sosa, autor de “Los pobres” (1968) y “Un mundo para todos dividido” (1971).

Sobre el poeta Sosa, en particular, expresa que el poemario “Un mundo para todos dividido” es un libro “con una gran unidad, construido en dos vías, pues es excelso tanto en la vía del compromiso social, que era una bandera del poeta Roberto Sosa, y en la vía estética: la de la poesía. Uno de los mejores libros de poesía que se ha escrito en Honduras, para mí el mejor libro del poeta Sosa”.

Otro texto “extraordinario”, en palabras de Madrid, es “Sombra del blanco día”, mismo que describe como “un ícono de la poesía amorosa”. “En Honduras, creo que nadie más ha escrito un libro de poesía amorosa como este, con ese verso que nos recuerda al gran poeta Quesada”, refirió.

Asimismo, hizo una mención especial a “Mitad de mi silencio”, de Antonio José Rivas, autor originario de Comayagua cuya poesía “es en verso blanco, verso libre, con mucha metáfora y, sobre todo, algo muy importante en lo que podríamos denominar la poesía de corte metafísico, tiene ese principio esencial que es el equilibrio”.

El poeta Marco Antonio Madrid compartió sus opiniones para este artículo.

Los poetas contemporáneos más destacados de Honduras

Hernán Antonio Bermúdez comparte que temáticas como “el amor y el desamor, las condiciones de soledad y marginalidad en la sociedad hondureña, el acecho de la opresión y de la violencia, el desarraigo y el temor a la muerte”, continúan siendo vigentes en las obras de los poetas contemporáneos de Honduras. A lo que Funes añade “la muerte, el erotismo, el descontento social, el exilio y la migración”.

Y es que en la nueva generación de poetas hondureños, hay quienes ya han comenzado a construir nombre y trayectoria mediante sus escritos. Entre ellos, Funes menciona a: Kris Vallejo (1974), Felipe Rodríguez (1994), Denisse Vargas (1974), Murvin Andino (1979), Mayra Oyuela (1982), Darwin Andino, Iveth Vega (1991), Yonny Rodríguez (1988), José Manuel Cardona (1992) y Luis Velásquez (1981).

Los pobres de Honduras y de Roberto Sosa

Marco Antonio Madrid expresa que, aunque considera que las nuevas generaciones están en agua de borrajas, al momento de inclinarse por algunos nombres tendría que mencionar al mismo José Antonio Funes (1963), a León Leiva Gallardo (1962), a Leonel Alvarado (1967) y a Rebeca Becerra (1970). “Ojalá que, para el bien de la poesía hondureña, ellos puedan conformar una obra y entrar dentro de ese círculo selecto”, apunta.

Mientras que Bermúdez, desde la crítica literaria, coincide con ellos al destacar a Leonel Alvarado, Rebeca Becerra y Kris Vallejo, añadiendo, además, a Funes y a Madrid (1965) por la calidad de su obra. Y complementa la selección con el escritor Samuel Trigueros (1967).

El premio de Los Confines tiene un nuevo ganador: José Manuel Cardona Amaya
Rebeca Becerra es una de las escritoras que forma parte de la generación de poetas contemporáneos de Honduras.

La influencia cultural de la poesía en Honduras

Finalmente, respecto a las repercusiones de la poesía en la cultura y la identidad de los hondureños, los expertos también opinan.

El poeta Funes aclara que la poesía hondureña no sólo influye, sino que forma parte de estos dos elementos. “Tanto de manera individual como colectiva -a través de grupos o generaciones- los poetas han expresado por medio de su poesía su manera de percibir el mundo en todos los aspectos, desde los más íntimos hasta los sociales y políticos”.

Y ejemplifica: “La poesía romántica cantaba a la naturaleza de Honduras, pero también a sus héroes. La poesía modernista transmitía el pesimismo del nuevo siglo XX, pero se proyectaba en temas universales y cosmopolitas. La poesía posmodernista volvió a los temas locales y regionales, como puede apreciarse en la poesía de Rafael Heliodoro Valle. Y la poesía de vanguardia ha respondido siempre a los contextos sociales e históricos, como el de la dictadura de Carías (1933-1949), hasta el ambiente de la represión en la década de 1980”.

Funes concluye explicando que la poesía hondureña “también refleja el descontento social, así como las preocupaciones existenciales de cada poeta. Es decir, la identidad nacional no siempre debe estar vinculada con la poesía porque cada poeta asume una identidad propia en su poesía”.

El crítico literario Hernán Antonio Bermúdez aportó sus conocimientos en la elaboración de este trabajo.

Bermúdez, por su parte, menciona que “la influencia de la poesía va por el cuidado del lenguaje, el buen uso de la imaginación literaria y de la memoria, y saber construir territorios lingüísticos de primer orden con base en los materiales de las palabras”.

Idea que Marco Antonio Madrid complementa: “La poesía y la lengua son una sola, y la cultura y la espiritualidad de una época son como un axioma. La lengua pasa de ser un dialecto gracias a la poesía, a la literatura. Sin ellas, ¿cómo puede una sociedad tener en su lengua un ideal? Esta se quedaría en un simple instrumento de comunicación. Entonces, cuando una lengua adquiere ese nivel de arte es porque se lo han propiciado sus poetas, sus escritores”.

Y finaliza explicando que “en todo país del mundo, en toda sociedad, la poesía siempre va a ser un reflejo de la cultura, de la dignidad humana (...). Va a reflejar esos anhelos, frustraciones y logros. Y la sociedad hondureña, si vemos a sus poetas y su gran poesía, pues está reflejada allí”.

El querido poeta José Luis Quesada, autor de “Sombra del blanco día” (1987), falleció en el año 2019.