Siempre

Rubén Salgado, de la experiencia de formar al encuentro con la realidad

Salgado acecha la versatilidad del lienzo, donde combina el diseño lúdico y los contenidos existenciales

FOTOGALERÍA
01.07.2017

Rubén Salgado (1977) es un pintor con más de quince años de trayectoria, con una propuesta que ha venido forjando en la tranquilidad de su taller en Valle de Ángeles.

Egresó en 1997 de maestro de artes plásticas en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Comayagüela y desde ese año ha participado en la mayoría de los concursos nacionales importantes, como la Antología de las Artes Plásticas y Visuales de Honduras, donde expuso en tres ediciones: 1997, 2002 y 2007.

En esta década, su éxito puede juzgarse por ser ganador de tres primeros lugares en las convocatorias respectivas del Centro Cultural Sampedrano (2012), Instituto Hondureño de Cultura Interamericana (2014) y Universidad Nacional Autónoma de Honduras (2014).

Junto a esta experiencia de prueba se destaca su presencia internacional en este último quinquenio con muestras en Turku, Roma, Tennessee, Washington, Torreón, Holguín, San Salvador, Quito, Brasilia, Río de Janeiro, Santiago y Buenos Aires.

Comienzos
Rubén Salgado dio un paso inicial decisivo al quedar seleccionado en el Concurso AECI de la Antología de 2001 con su obra “Rostros sumergidos”, una obra que se puede juzgar por mostrar tanto lo alcanzado como lo alcanzable, esto último porque en la actualidad sigue rehaciendo esta estructura, cuya forma es una constelación agitada que retorna antes de tocar los límites del lienzo.

Con el paso del tiempo, tal constelación ha venido a ser escenario de nuevos acontecimientos, sintetizado en figuras humanas y también en cosas.

El pintor Salgado de estos primeros años es autor de fuertes densidades que parecen estelas, en las que “talla” gestos y movimientos que hacen ver la existencia y la realidad como un mismo ser.

Sin embargo, esta “confusión” procede de una morfología bien definida y sencilla: el color y la textura. El color es casi siempre saturado y fluorescente. La textura es serpenteante y rasgada. En la obra “Nostalgia y disgregación” del mismo Concurso AECI, pero de 2002, el “bloque” empieza a ser más antropomórfico y la figura de la mujer, una presencia abundante.

El alcance de esta pieza radica, si la vemos en retrospectiva, en la modulación del color y la verosimilitud de las figuras; en cuanto al color, con un promedio de saturación que aclara las imágenes; en cuanto a figuras, con un modelado descriptivo y rítmico.

En 2007 presenta “Los arquetipos del ojo” para la última edición del AECI, un tríptico que asume una nueva modalidad técnica: el frottage. Respecto a esta obra, la española Nausica Sánchez ha dicho que “la abstracción y la figuración subsisten equidistantes, un trabajo experimental que se aleja del figurativismo” del propio artista.

Es de hacer notar que el acto de frotar y rasgar, que era virtual en la obra anterior, en esta nueva fase se vuelve concreto por medio de la fisura, provocando “hostilidad” en el lienzo. El mismo pintor justifica este acto señalando que con ello desea que el espectador pueda “mirar dentro de sí” en esa interioridad individual llamada existencia.

Es de hacer notar que la serie a la que pertenece esta obra fue expuesta en Holguín, Cuba, el año siguiente.

Propuesta actual
Un quinquenio después, en 2012, el artista presentó en el Salón Nacional de Arte del Centro Cultural Sampedrano la obra “Profecía 2012”, una estructura que deja atrás la “dureza de la masa” de las primeras imágenes para dar lugar a una especie de “lava rojiza” que envuelve en diversos puntos figuras parciales, rostros y ojos humanos.

En 2014 obtuvo los dos primeros lugares ya mencionados; con la obra “Emigrantes” lo hizo en la XXIV Bienal de Pintura del IHCI y con “Éxodo” en la III Bienal de la UNAH. Sobre la primera obra, el mismo jurado calificador opinó que en ella se podía encontrar, además de una “búsqueda estética”, un compromiso “con la realidad social e histórica del país, reflejando su problemática y replanteando una relectura…”.

Lo cierto es que en esta, como en muchas otras de la serie desarrollada entre 2013 y 2015, es notable observar con mayor interés “su (propia) lectura de la cotidianidad y entorno”.

En la obra “Éxodo”, los tonos rojizos se alternan con los verdes para contrastar, dentro de la capa simbólica, los valores de la esperanza y la tragedia. Es evidente la causa: el tránsito hacia “el sueño americano” o el encuentro con la muerte.

Para enriquecer el sentido de la obra, el pintor se vale del éxodo hebreo de Egipto no solo para retomar el título, sino también, y sobre todo, para afirmar que cuando se tiene un porqué para vivir, el ser humano es capaz de sufrirlo todo, incluso la muerte.

En el presente, Salgado acecha más la versatilidad del lienzo, donde combina el diseño lúdico y los contenidos existenciales, en un marco donde la humanidad busca el cumplimiento del bien y la concreción de mejores valores.