TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Tener la oportunidad de adentrarse en un recorrido por las bibliotecas
Blue Lupin de Gracias, Lempira, en donde leer es cualquier cosa menos una tarea impuesta por los adultos, es algo maravilloso de vivir y meritorio de contar.
Era alrededor de la una de la tarde de un día jueves cuando el vehículo que nos conduciría a la primera parada esperaba por nosotros. Éramos un grupo pequeño, de cinco personas, de las que tres jamás hubiéramos siquiera alucinado el sinfín de emociones que experimentaríamos durante la visita.
Por mi parte sabía que en Lempira viven los niños que más leen en Honduras, había leído acerca del proyecto que Plan International estaba implementando desde el 2013 y estaba segura de que la experiencia nos dejaría nutridos de mensajes y enseñanzas, pero nada de eso se compara con lo que en realidad pasó.
Al ingresar pudimos observar a más de una docena de estudiantes que se habían quedado después de clases para continuar haciendo lo que más les gusta, leer. Bien acomodados, divididos por grupos y con el afán de seguir descubriendo historias, todos voltearon para saludarnos. La coordinadora y el subcoordinador, Lurvin y Junior, dos pequeños de doce y once años, nos dieron la bienvenida.
En las bibliotecas Blue Lupin los libros están ubicados de modo que los títulos sean visibles, en libreros con figuras y colores distintivos que permiten a los estudiantes ubicar lecturas acorde a la edad que tengan y el grado que cursan. “Desde que la biblioteca llegó a la escuela hemos notado que nuestros compañeros han mejorado su lectura, han aprendido más de la vida y cuidan mejor de los libros”, contó Lurvin, quien además forma parte del grupo de animación lectora, junto a otros 14 pequeños.
Además de los estantes llenos, hay herramientas como el “diario lector” y el “bolsito lector” que también ayudan a que los estudiantes hagan de esta práctica algo más que un pasatiempo. En el primero tienen la opción de escribir “qué les gustó” y “qué aprendieron” de cada historia, mientras que el segundo les permite llevarse a casa ese final que no alcanzaron a descubrir en la escuela.
“A mí me gusta leer porque en los libros descubrimos muchas cosas y de los personajes también aprendemos. Yo vengo a la biblioteca desde que la inauguraron y aunque no puedo hacerlo todos los días porque paso bastante ocupado con las tareas y otros compromisos en la Red de Comunicadores, disfruto de ella”, contó Juan Manuel, de diez años.
Por su parte, Mario, solo un año menor que su amigo, dijo: “A mí me gusta venir a la biblioteca porque en ella puedo encontrar muchos libros que me inspiran y otros que me interesan. Hay algunos de colección y yo los leo siempre. Hay libros para todos, hasta para los que no saben leer bien”.
Más allá de poder diferenciar entre una biblioteca escolar y una pública, lo que sobraba eran similitudes. Niños que desde muy pequeños entienden el valor que la lectura deja en sus vidas que pueden responder a una o varias preguntas con argumentos y poseen un nivel de elocuencia digno de cualquier orador. Para ellos este proyecto es más que un espacio lleno de libros, es un pase libre que les permite viajar a cualquier parte del mundo, sin ningún tiempo establecido, a través de los personajes de sus libros favoritos.
Visitar las bibliotecas Blue Lupin ha sido, sin duda alguna, una de las experiencias más enriquecedoras de mi vida. Y sí, espero volver para conversar con más pequeños y que sean ellos quienes me ayuden a construir el segundo capítulo de esta historia que marcó su pausa en el camino de regreso a Gracias, mientras se ocultaba el sol.
Era alrededor de la una de la tarde de un día jueves cuando el vehículo que nos conduciría a la primera parada esperaba por nosotros. Éramos un grupo pequeño, de cinco personas, de las que tres jamás hubiéramos siquiera alucinado el sinfín de emociones que experimentaríamos durante la visita.
Por mi parte sabía que en Lempira viven los niños que más leen en Honduras, había leído acerca del proyecto que Plan International estaba implementando desde el 2013 y estaba segura de que la experiencia nos dejaría nutridos de mensajes y enseñanzas, pero nada de eso se compara con lo que en realidad pasó.
Descubrimiento
Tras poco más de una hora de viaje llegamos a una escuela que nos recibió con los portones abiertos, en donde los alumnos ya nos esperaban ansiosos. Nayandi, una pequeñita de siete años, se acercó de inmediato y comenzó a contarnos que el mural de la pared de afuera de la biblioteca había sido pintado por ella y un grupo de amigos; y no solo eso, sino que relataba un cuento que ellos mismos habían creado.Al ingresar pudimos observar a más de una docena de estudiantes que se habían quedado después de clases para continuar haciendo lo que más les gusta, leer. Bien acomodados, divididos por grupos y con el afán de seguir descubriendo historias, todos voltearon para saludarnos. La coordinadora y el subcoordinador, Lurvin y Junior, dos pequeños de doce y once años, nos dieron la bienvenida.
En las bibliotecas Blue Lupin los libros están ubicados de modo que los títulos sean visibles, en libreros con figuras y colores distintivos que permiten a los estudiantes ubicar lecturas acorde a la edad que tengan y el grado que cursan. “Desde que la biblioteca llegó a la escuela hemos notado que nuestros compañeros han mejorado su lectura, han aprendido más de la vida y cuidan mejor de los libros”, contó Lurvin, quien además forma parte del grupo de animación lectora, junto a otros 14 pequeños.
Además de los estantes llenos, hay herramientas como el “diario lector” y el “bolsito lector” que también ayudan a que los estudiantes hagan de esta práctica algo más que un pasatiempo. En el primero tienen la opción de escribir “qué les gustó” y “qué aprendieron” de cada historia, mientras que el segundo les permite llevarse a casa ese final que no alcanzaron a descubrir en la escuela.
Vea: Las niñas estamos aquí...
Eso sí, la responsabilidad también toma lugar a través de un libro en donde cada uno anota su nombre y el título de la obra que devolverá más tarde.
“Si alguien quiere leer cualquier libro lo puede hacer, pero luego lo tiene que colocar en el lugar donde lo encontró”, dijo Junior. “Nuestros compañeros nos eligieron como coordinadores y nos sentimos felices y orgullosos, pero tenemos que ser responsables y ayudar a que los demás también lo
sean”, agregó.
Hay quienes caminan hasta más de una hora para llegar a la escuela, donde hacen uso de la biblioteca durante una a dos horas, alternándose por grupos para que cada estudiante, desde primero a noveno grado, tenga oportunidad de leer. “Nos sentimos felices y les damos las gracias a los donantes por regalarnos una oportunidad con esta biblioteca”, expresó Junior. “Me siento muy contenta por poder cuidar de este proyecto que nos han regalado”, aseguró Lurvin.
Regalo
Luego de leer para los niños y de que ellos leyeran para nosotros, fue momento de partir hacia la biblioteca pública de Lepaera, en donde más de 4,000 libros en físico y 1,000 en digital están disponibles para que tanto pequeñitos como jóvenes puedan cultivar su memoria, conocimiento e imaginación.“A mí me gusta leer porque en los libros descubrimos muchas cosas y de los personajes también aprendemos. Yo vengo a la biblioteca desde que la inauguraron y aunque no puedo hacerlo todos los días porque paso bastante ocupado con las tareas y otros compromisos en la Red de Comunicadores, disfruto de ella”, contó Juan Manuel, de diez años.
Por su parte, Mario, solo un año menor que su amigo, dijo: “A mí me gusta venir a la biblioteca porque en ella puedo encontrar muchos libros que me inspiran y otros que me interesan. Hay algunos de colección y yo los leo siempre. Hay libros para todos, hasta para los que no saben leer bien”.
Más allá de poder diferenciar entre una biblioteca escolar y una pública, lo que sobraba eran similitudes. Niños que desde muy pequeños entienden el valor que la lectura deja en sus vidas que pueden responder a una o varias preguntas con argumentos y poseen un nivel de elocuencia digno de cualquier orador. Para ellos este proyecto es más que un espacio lleno de libros, es un pase libre que les permite viajar a cualquier parte del mundo, sin ningún tiempo establecido, a través de los personajes de sus libros favoritos.
Visitar las bibliotecas Blue Lupin ha sido, sin duda alguna, una de las experiencias más enriquecedoras de mi vida. Y sí, espero volver para conversar con más pequeños y que sean ellos quienes me ayuden a construir el segundo capítulo de esta historia que marcó su pausa en el camino de regreso a Gracias, mientras se ocultaba el sol.