NUEVA YORK, ESTADOS UNIDOS.- Irene Pressner guarda “flashes” de su experiencia con el coronavirus. La artista conceptual y fotógrafa venezolana estuvo al borde de la muerte en Nueva York, donde ella y su marido se contagiaron en marzo durante el pico de la crisis sanitaria en la ciudad.
Tras sufrir dolores severos y varios desmayos en su casa, finalmente fue ingresada a un hospital. Pressner pasó 10 días mayormente sedada (la entubaron no una, sino dos veces).
Pero el sufrimiento físico y emocional era tal que en varias ocasiones deseó no seguir y se despidió de sus tres hijas en Florida y demás seres queridos. Unos días después de su hospitalización, su esposo fue internado. De los dos, sólo ella sobrevivió.
“Nunca pensé que me iba a suceder todo lo que me sucedió. Yo cuando me fui con la ambulancia pensé que iba a volver más tarde o dos días después. Me despedí de Freddy en la puerta de mi casa para nunca más verlo. Es algo tan no creíble que te perturba no poder entenderlo”, dijo en una entrevista con The Associated Press desde Manhattan, donde vive desde hace una década.
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Desde que volvió a su casa a continuar sola su recuperación —y a vivir su duelo en confinamiento tras asistir remotamente al entierro de su marido— ha tratado de conectar los puntos de su historia en busca de sentido.
Y, como en otros momentos de su vida, el arte la está ayudando. Primero, retomó la fotografía. Después vino la pintura, incluyendo una de la manzana reflejada en la lámpara de su casa, lo primero que vio al despertar de uno de sus desmayos y que fotografió una vez recuperada. Más recientemente creó una serie de ángeles en homenaje a los “ángeles de carne y hueso” que aparecieron en su vida para apoyarla.
Lara Alcántara
En Brooklyn la fotógrafa Lara Alcántara lidió con la ansiedad de tener a su esposo en el frente de la batalla como médico anestesiólogo, mientras ella se hacía cargo del hogar y de sus hijas de 12 y 7 años, creando un mundo de fantasía en imágenes que publica casi a diario en su cuenta de Instagram (@laraalcantara).
Son autorretratos bien pensados y creados, pequeñas obras de arte. Algunos reflejan su fatiga de manera humorística: aparece metida en una lavadora, planchándose la cabeza o enterrada en una pila de juguetes.
Otros reflejan su pasión por la moda —en una imagen cuelga de un gancho entre la ropa de su clóset— así como por el arte y la literatura, con alusiones a “La joven de la perla”, “La última cena” y “El principito”.
Flavia Berindoague
No muy lejos de su casa, también en Brooklyn, la pintora brasileña Flavia Berindoague vive de igual manera un periodo productivo, aunque más solitario. La artista, que enseña en escuelas públicas de Nueva York, sufrió de ansiedad la primera semana en cuarentena, pero pronto entendió que tenía que repensar su relación con su apartamento.
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“Hasta ahora yo entendía que era un lugar de tránsito, un lugar donde dormía, donde comía, a donde volvía de trabajar. De pronto este espacio se convirtió en mi espacio de trabajo y tuve que reconfigurarlo y encontrar una nueva manera de disfrutarlo”, dijo Berindoague, quien entre otras cosas descubrió que tenía un vecino que todas las tardes tocaba el piano (“Podía servirme una copa de vino, sentarme en la cocina y escucharlo”)