Tegucigalpa, Honduras
“Ella siempre fue algo especial, un diamante brillando bajo la lluvia”. Con estas palabras comienza una canción de los años noventa que rendía homenaje a una joven hermosa que partió al cielo.
Y al escuchar cómo era Ángela Marina Lobo, parece que esas frases también hablan de ella.
La hermosa jovencita fue ultimada por un delincuente el pasado lunes en venganza porque tres días antes no se dejó asaltar.
En una ceremonia privada, sus padres, familiares y amigos velaron los restos de su amada “Yeli”, como le decían de cariño.
El amor que se ganó por ser una joven amable, una buena compañera y una amiga incondicional permanecerá vivo para siempre en el corazón de quienes tuvieron el privilegio de conocerla.
En medio del llanto y oraciones al Creador, sus seres amados pedían porque su alma descanse en paz. Ella fue enterrada en un cementerio de la capital.
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Su vida
Ángela era una hermosa y talentosa joven estudiante universitaria, a quienes sus compañeros y conocidos describen como una chica alegre y bromista que siempre tenía una sonrisa para ofrecer.
En los pasillos de la Escuela de Arquitectura todos hablan sobre ella y lamentan la situación de inseguridad que tiene al país de rodillas y hoy hace que la joven repose en un ataúd blanco.
Al pasar por sus aulas de clases se pueden observar decenas de estudiantes como ella, alegres, dinámicas y con mucho futuro por delante...
ángela también alguna vez se sentó en los pasillos a comentar sobre sus clases, a planear las próximas exposiciones o simplemente a organizar un divertido fin de semana.
Al fondo del mismo largo pasillo, un joven alto y serio sostiene un sobre que contiene los documentos para tramitar su graduación como arquitecto. Él conoció a Ángela y cuando EL HERALDO le consultó sobre ella, con un solo gesto dejó ver el profundo pesar que sintió por su muerte.
“Era alegre y vivaz, buena alumna, muy buena compañera; cuando me di cuenta pensé que no era cierto, es muy duro, es lamentable que nunca se castiguen estas cosas, nos íbamos a graduar en noviembre, ando en trámites, ella estaba haciendo lo mismo con nosotros; a la familia le digo que confíen en Dios, él nunca se queda con nada”, dijo el muchacho muy triste.
Sus demás compañeros no se separan mucho de esta descripción, misma que al relatarla les arranca una sonrisa pero simultáneamente hace que el dolor de su partida aparezca con fuerza.
Sus padres y hermanos no encuentran consuelo, la niña creativa de la casa se fue para siempre y solo queda esperar que el Dios que todo lo ve envíe su paz.
Su calidez permanecerá en la memoria de quienes la amaban y aunque de manera prematura físicamente “Yeli” se fue, su recuerdo queda incrustado en el corazón de los suyos y por eso es que nunca se irá por completo.