TEGUCIGALPA, HONDURAS.- “La vimos salir con su traje gris, la fuimos a dejar al aeropuerto Toncontín y lo menos que nos imaginamos es que regresaría de esta manera”, expresó con una profunda tristeza don Melvin Martínez, padre de María Estela Izaguirre.
Ella partió un día de febrero del año 2013 con la ilusión de que triunfaría en el viejo continente. La ciudad condal de Barcelona le esperaba en la madre patria, España.
En la tierra que la vio nacer quedaba su familia que, aunque triste por su partida, sabía que iba con la convicción de buscar un futuro mejor que el que podía tener en Honduras.
Murió a manos de su novio
María Estela, la entusiasta catracha, para ese entonces con 30 años de edad, rápidamente consiguió un empleo y comenzó a experimentar la intrincada vida de un hondureño inmigrante en Europa.
Sus días transcurrieron con normalidad y varios años después de vivir en Nou Barris, un distrito de Barcelona situado en el extremo norte de la ciudad, conoció a Didier Calderón, un hondureño con el que decidió tener una relación sentimental.
Con altos y bajos, como casi la mayoría de los noviazgos, pasaron dos años de relación con el oriundo de La Ceiba.
La madrugada del miércoles 23 de agosto del presente año, María Estela tuvo una fuerte discusión con su novio y este arremetió con un cuchillo, asestándole una mortal puñalada en el pecho.
La compatriota fue llevada a un hospital cercano, pero unas ocho horas después expiró debido a la gravedad de la herida.
Era una mujer luchadora
“María era una emprendedora, desde cipota era muy trabajadora, en muchas ocasiones le dije a ella: Para qué te fuiste para allá”, relató a EL HERALDO Melvin Martínez.
Sin embargo, ella quiso viajar, agregó el familiar.
Después de 62 días de fallecida, los restos mortales de la hondureña fueron repatriados desde Barcelona y ayer llegaron al aeropuerto Ramón Villeda Morales de San Pedro Sula.
Don Melvin comentó que “ella estaba alegre porque prácticamente estaba a una semana para que le dieran los papeles (la ciudadanía española), la estábamos esperando, nos había dicho que venía en diciembre”.
Jessica Rodríguez, prima de María Estela, con nostalgia recordó que “siempre que yo llegaba a la casa de ella, me decía: ¿Tenés hambre, querés comer?, siempre nos atendía como que fuéramos unos personajes”.
Agregó que “ella siempre tenía tiempo para poder saludarnos y preguntarnos de los problemas de todos, principalmente de mi abuelita, a pesar de la distancia”.
Sobre Didier, Jessica dijo que “nosotros los mirábamos en Facebook y como todos pensábamos que era una relación sana, pero nunca nos dijo de algún problema”.
Los restos mortales de María Estela fueron velados el jueves en la sala velatoria de la iglesia católica San Juan Bautista, de la colonia Kennedy, vecindario donde vivió sus últimos años en Honduras. Hoy será sepultada en un cementerio de la capital.