COMAYAGUA, HONDURAS.- “Los hijos deben enterrar a los padres y no los padres a sus hijos”, una frase muy conocida en Honduras que denota la tristeza que sufre un padre de familia al perder un hijo, situación extrema este miércoles en el caso de la familia Aguilar Del Cid que perdió a cinco de sus hijos, más dos tíos, en la masacre registrada en Comayagua.
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Esta tarde, doña Betty -madre de los más jóvenes- y los vecinos de Corralitos viven con tristeza e impotencia el último adiós a los siete miembros de la familia Aguilar Del Cid que fueron masacrados junto a una maestra y un pastor, vecinos de la comunidad.
En tres fosas amplias, cavadas una junto a la otra, fueron depositados los cuerpos de las víctimas, Limber Joel, Henry Ismael, Carlos Humberto y Miguel Ángel, todos apellidos Aguilar del Cid y sus tíos Ismael Aguilar Morales y José Aguilar Morales.
Una tumba guarda los restos de dos de los jóvenes, otra dos más y más allá en una tercera fosa yacen los restantes tres cuerpos sepultados ante la mirada triste de la madre que es acompañada por el único hijo que sobrevivió y pobladores de Corralitos que sienten el dolor de la familia.
La familia se dedica a la siembra de café y maíz, “eran hombres trabajadores”, lamenta la comunidad.
Los hechos
De acuerdo a lo informado por testigos, los familiares se trasladaron hacia la ciudad de Comayagua con el fin de visitar a su padre Dionicio Aguilar Morales, quien se encontraba interno en un hospital.
Los hijos de don Dionicio y sus hermanos, con la satisfacción de haber visitado a su pariente, emprendieron camino de regreso a casa en la aldea Corralitos.
En el camino, se encontraron a Hernán Domínguez y Edwin Hernández, quienes salieron de una reunión de pastores evangélicos y a la maestra Rosa Canales, quienes se dirigían a la aldea Los Toriles y Cantoral, comunidades que quedan camino a Corralitos, por lo que no dudaron en ofrecerles jalón hasta sus viviendas.
Abordo de un vehículo pick-up, mientras transitaban en una calle desolada de la comunidad La Brea, a la altura de El Portillo de las Moras, fueron atacados por hombres desconocidos que los acribillaron en reiteradas ocasiones.