TEGUCIGALPA, HONDURAS.- En una búsqueda por las huellas de aquellos que se dedican ha realizar este noble oficio de reparar relojes, Diario El HERALDO se aventuró por las calles del centro de la capital buscando respuestas entre los que ejercen esta labor.
En este camuflaje, se encontró a Don Marco Ponce, un veterano en el arte de sanar relojes de cualquier modelo y precio, con más de 20 años de experiencia en esta actividad.
Con una mirada cargada de melancolía, don Marco compartió su pesar, ya que, desde el azote de la pandemia (del coronavirus en 2020), el negocio ha sufrido un golpe devastador. Ya no hay bullicio de clientes en busca de la magia para revivir sus preciados cronómetros.
“Ni siquiera hay repuestos disponibles ahora”, lamentó, mientras el eco de los tiempos mejores resonaba en sus palabras. La demanda de reparación de relojes ha disminuido hasta casi desaparecer, y Don Marco señala a los teléfonos inteligentes como los principales culpables.
“Estos dispositivos han despojado al arte de su valor, es rara la persona que camina un reloj en su muñeca porqué el teléfono le sirve para todo”, reflexionó con tristeza.
A sus 70 años, Don Marco relata que su avanzada edad no le permite aventurarse buscar un nuevo empleo y su corazón se apena al recordar los días pasados, cuando los quioscos a su alrededor eran testigos de la vitalidad de este antiguo oficio.
“Hace un par de años estos puestos que ve a mi alrededor, pertenecían a compañeros del rubro, pero ellos han migrado por la baja demanda”, expresó, haciendo alusión a que poco a poco el negocio de reparación de relojes dejó de ser rentable.
Según relatos de este cirujano del tiempo, desde hace mucho dejó de brindar sus servicios a diario; al menos tres clientes contabiliza al mes. Si usted tiene un reloj bajo las capas del polvo y quiere darle vida puede visitar a don Marco Ponce, en la esquina opuesta a Casa Alianza.