TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Una guerra silenciosa se libra a diario en la capital y en los bandos en conflicto están los conductores de taxi de “barrido” con su servicio tradicional contra la emergente oferta de taxis a través de aplicaciones o llamadas telefónicas.
Para diferenciar las cualidades entre ambos servicios y relatar la experiencia a nuestros lectores, EL HERALDO realizó un recorrido ida y regreso desde la conflictiva salida al sur hasta el centro de Tegucigalpa.
Con aplicación
Tras acordar el destino y punto de partida, la aplicación proporcionó el nombre y valoraciones del conductor, modelo y placa del vehículo, el tiempo de espera entre la solicitud del servicio y abordar la unidad modelo 2017, el cual fue de 14 minutos.
Al ingresar, un joven de 33 años al que llamaremos Luis, saludó, revisó la ruta satelital trazada en su celular por Waze y el viaje, con un valor de 123 lempiras hacia el centro de la capital, inició.
“Tengo ocho meses de trabajar aquí, al principio no conocía muchas colonias pero en el camino se aprende. Con este trabajo llevo sustento a mi familia”, relató antes de explicar que para ser parte de esa transnacional cumplió varios requisitos.
Entre ellos enumeró tener antecedentes penales y policiales limpios, tarjeta de identidad, que el modelo de su vehículo no sea de antes de 2006 y que esté asegurado, así como tener funcional el aire acondicionado.
Al consultar a otro conductor qué diferencia su servicio con el tradicional, enumeró seguridad garantizada, cómodos vehículos, monitoreo en tiempo real, la posibilidad de recuperar objetos olvidados y las mejores tarifas.
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Taxi tradicional
Abordar un taxi en la avenida Miguel de Cervantes no requiere internet o llamadas, basta con levantar la mano o simplemente esperar menos de dos minutos la propuesta de carrera directa.
El equipo de este rotativo abordó a Richard, un conductor con 20 años de experiencia y responsable de la modesta unidad 7146.
Aunque en ese tipo de servicio se tiene la oportunidad de “regatear”, la solicitud de un menor cobro no tuvo efecto y tras el argumento de que “la gasolina está muy cara”, solicitó 170 lempiras.
Más allá de algunos daños estéticos -dentro y fuera del automotor que recorre la ciudad 10 horas al día durante toda la semana-, se destaca que el conductor fue atento y elocuente.
“Mire, nosotros los taxis con número sí pagamos impuestos, por eso es que los precios son un poco más caros. Trabajé con esas aplicaciones, pero ahí se trabaja solo para la empresa, no queda nada al conductor”, argumentó.
A su criterio, además del precio, lo que marca una diferencia es que tener el número amarillo y vidrios sin polarizar son una garantía de seguridad para los pasajeros.
“Considero que esos taxis con aplicaciones o VIP, como les dicen, son una competencia desleal”, concluyó.
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