Desde el trapiche hasta la cocina es un deleite de la rapadura de dulce

La rapadura es esencia de la gastronomía hondureña, endulza postres y preserva una tradición que se practica desde la colonización española

  • 02 de diciembre de 2024 a las 08:35
Desde el trapiche hasta la cocina es un deleite de la rapadura de dulce
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Cantarranas, Francisco Morazán.- La rapadura de dulce es un emblema de sabor, tradición y herencia cultural que se resiste a desaparecer de las diferentes recetas de la cocina hondureña, principalmente en días festivos donde la torreja, las rosquillas, las ciruelas y el ayote en miel son postres de la época que deleitan el paladar de quien los degusta.

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Este exquisito endulzante conocido también como dulce de panela refleja siglos de historia, siendo un símbolo vivo de la rica diversidad gastronómica de Honduras.

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Desde su origen en la época colonial hasta en las recetas de cocina en las festividades contemporáneas, la rapadura es mucho más que un simple dulce: es una conexión con nuestras raíces tradicionales.La llegada de la caña de azúcar a Honduras durante la colonia marcó el inicio de la producción.

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Los españoles introdujeron la planta y las técnicas para procesarla, que con el tiempo se adaptaron a las particularidades del entorno hondureño. Así nació la rapadura de dulce, una masa sólida elaborada a partir del jugo de caña, cuya elaboración artesanal ha sido transmitida de generación en generación.

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El proceso para crear esta delicia comienza en los cultivos de caña, como los de la comunidad de El Zarzal, en Cantarranas. Allí, familias como la de don Pedro Emeterio Cárcamo se dedican a mantener viva esta tradición.

Rapaduras de Cantarranas, una dulce manera de cuidar el medio ambiente

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Don Pedro, con más de 50 años de experiencia, describe el trabajo como arduo pero gratificante: “Es un trabajo de largas horas, ya que uno se levanta desde las 4:00 de la mañana y termina en la noche”.

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La caña se lleva a los trapiches, donde se extrae su jugo mediante trituración. En el caso del viejo trapiche de los Cárcamo, un motor diésel impulsa la máquina, que tritura la caña con precisión.

El proceso del dulce comienza al cortar la caña y llevarlo al trapiche para ser triturada, luego el caldo resultante pasa a grandes hornos donde es cocinado a fuego lento hasta que el líquido se vuelva espeso para luego depositarlo en los moldes.
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El jugo resultante es trasladado a grandes calderos, donde se cocina a fuego lento por varias horas. Este proceso requiere paciencia y cuidado, pues el líquido debe alcanzar una consistencia espesa antes de ser vertido en moldes.

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Una vez enfriada, la mezcla se solidifica, dando origen a la rapadura de dulce o panela. Este producto final destaca por su textura ligeramente pegajosa y su sabor intenso. La dulzura natural de la caña hace que cada manjar sea único en su deleite al momento de degustar del producto.

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La rapadura no solo se disfruta sola; su versatilidad la convierte en un ingrediente esencial en la cocina hondureña. Se ralla, se derrite y se incorpora en postres como las rosquillas en miel, las torrejas y las tustacas. También se utiliza para endulzar frutas como las ciruelas, creando combinaciones que son un deleite para el paladar.

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En las festividades navideñas, la rapadura ocupa un lugar especial en la mesa hondureña. Familias enteras se reúnen para preparar platillos tradicionales que la incluyen, como un gesto de unión y celebración.

Dulces hondureños: sabores que despiertan recuerdos
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Es un momento donde lo ancestral y lo contemporáneo se entrelazan, reforzando los lazos familiares y culturales.Sin embargo, detrás de este dulce legado se esconde un trabajo sacrificado. Los productores, como don Pedro Cárcamo y su tío Carlos Cárcamo, enfrentan largas jornadas y condiciones demandantes.

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“La juventud ya no quiere seguir este legado”, lamenta Carlos, quien también lleva más de medio siglo en la producción de rapadura. Esta realidad plantea un desafío para la preservación de la tradición.

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A pesar de las dificultades, la rapadura de dulce sigue siendo un símbolo de identidad y resistencia cultural. Representa el esfuerzo de generaciones que han luchado por mantener vivas las tradiciones, adaptándose a los cambios y transmitiendo su conocimiento a las nuevas generaciones.

l tradicional trabajo de elaborar dulces viene desde épocas antiguas, sin embargo, los motores actuales son impulsados por combustible diésel.
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En un mundo cada vez más globalizado, donde las tradiciones locales enfrentan la amenaza de desaparecer, la rapadura se mantiene en tiempos de festividad como la Navidad y Semana Santa, recordando la importancia de nuestras raíces.

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Su elaboración artesanal, su sabor inigualable y su significado cultural la convierten en un tesoro que debe ser valorado y preservado, no solo en los postres, sino en bebidas como el café y otras.

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Cada vez que un hondureño incorpora en sus recetas la rapadura de dulce está colaborando con las expresiones más auténticas del arte culinario, ya que cada trozo de este manjar encierra el trabajo de los campesinos, el legado de los ancestros y la esencia de una nación con diversidad y tradiciones.

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La próxima vez que disfrute de una rapadura de dulce, recuerde que está saboreando algo más que un postre, está degustando siglos de historia, esfuerzo y pasión, encapsulados en un pequeño pero poderoso símbolo de la cultura catracha.

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Así, cada mordisco se convierte en un homenaje a las manos que lo hicieron posible y a las historias que lo respaldan.

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Marbin López
Marbin López
Periodista

Licenciado en Periodismo, egresado de la UNAH. Periodista de la sección Metro desde 2023. Contador de historias, formado en reportajes de periodismo cultural. Creador de pódcast de poesía, apasionado por la literatura e historia de Honduras.

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