Estamos al filo y el “síndrome de buena esperanza” asoma. El inicio de año -por costumbre adquirida- nos lleva a repetir la monserga de la época: “año nuevo, vida nueva”.
Y sí, es inherente plantearnos los buenos y repetitivos propósitos que, según Statistic Brain, para finales de enero el 41.6% de las personas ya han olvidado.
Alcanzar una meta nos ilusiona, imaginar que lograremos la figura tonificada de ese pelotón fitness que mina Instagram, concienciarnos de que ya toca perfeccionar el inglés o que vamos a esforzarnos por comenzar ese diplomado, especialización o maestría que podría ser nuestro boleto a un mejor empleo.
Pero aceptémoslo, el lado oscuro de los propósitos es que creemos tener -por mucho- el 50% de probabilidades de conseguir algo, y por defecto minamos fuerzas y restamos seriedad al asunto.
A criterio de Jorge Luis Mejía, gerente general y fundador del Centro de Crecimiento de Recursos Humanos (Crecerh), naufragar o no lo determina la formulación de la meta.“La clave está en platearnos objetivos inteligentes que nos den un norte durante los 365 días del año, incluso podríamos aplicar el método Smart (específico, medible, alcanzable, orientado a resultados y en un tiempo determinado), para ir formulando metas cada mes o cada trimestre”, explica.
Por ejemplo, “voy a aprender inglés”, no es un objetivo específico. “Voy aprender inglés en un período de un año, a través de la plataforma o el curso ‘x’ durante 4 horas a la semana”, sí lo es.
Por otro lado, Mejía indica que publicitar nuestros planes nos da ese empujón requerido a media cuesta. “Compartir nuestro objetivo e involucrar a amigos en el reto nos ayuda a superar la pereza y nos motiva”, señala.
Otras cuestiones que entran en juego son la disciplina, la entrega y el autorreconocimiento. “Es vital que como personas podamos reconocer cuando logramos un propósito, desde el más pequeño al más grande.
Incluso debemos premiarnos a nosotros mismos como estímulo”. De lo realistas y cumplidores que seamos dependerá si nos mantenemos en el ruedo o nos hundimos a la primera de cambio y hacer de 2019 un año con más pena que gloria.
“Las metas nunca deben ser sencillas, deben obligarte a esforzarte hasta el punto de sentirte incómodo con ellas”, dijo el deportista olímpico más condecorado de los últimos tiempos: Michael Phelps