TEGUCIGALPA, HONDURAS.- La sensación de que un peligro inminente lo amenaza con frecuencia, que el nerviosismo toma el control de su mente y de su cuerpo, y que su ritmo cardíaco se acelera tanto como su respiración, no son la única manera de enfrentarse a la vida, aunque su ansiedad le haga creer que sí.
¿Seré yo una persona ansiosa?, ¿es normal sentir ansiedad por esto?, ¿acaso mi ansiedad me pone en riesgo?, son todas preguntas tan frecuentes como válidas en cualquiera de los casos. El diagnóstico clínico es una herramienta esencial para el manejo de la salud mental y pensar que se está exento de necesitarlo ya marca un paso en falso.
La psicóloga y terapeuta Keylin Moncada introduce que “la ansiedad es parte de la existencia humana y todas las personas sienten un grado moderado de la misma, tratándose de una respuesta adaptativa”. Por ende, dudar si el tema es de interés exclusivo es la primera invitación a informarse. Aquí algunas pautas.
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El término “ansiedad” proviene del latín anxietas, que hace referencia a un estado de agitación, inquietud o zozobra del ánimo. Es una combinación de distintas manifestaciones físicas y mentales que no son atribuibles a peligros reales, sino que se manifiestan ya sea en forma de crisis o bien como un estado persistente y difuso, pudiendo llegar al pánico.
Su característica más llamativa es su carácter anticipatorio, es decir, posee la capacidad de prever o señalar el peligro o amenaza para el propio individuo, confiriéndole un valor funcional importante (Sandín y Chorot, 1995); además, tiene una función activadora y facilitadora de la capacidad de respuesta del individuo, concibiéndose como un mecanismo biológico adaptativo de protección y preservación ante posibles daños presentes en el individuo desde su infancia (Miguel Tobal, 1996).
En continuidad, “otros síntomas frecuentes son la irritabilidad, las náuseas, los vértigos, los temblores, las dudas reiteradas, los mareos y las preocupaciones excesivas. Algunos pacientes pueden experimentar crisis de ansiedad (o ansiedad repentina y muy elevada)”, añade la especialista.
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¿Qué nos hace vulnerables?
Moncada explica que cuando las circunstancias son percibidas como amenazantes por el sujeto, la intensidad de la emoción aumenta independientemente del peligro real. Mientras que cuando las mismas son valoradas como no amenazantes, la intensidad de la emoción será baja, aunque exista dicho peligro.
“También es posible sufrir crisis de ansiedad en situaciones como volar en avión, subir a un piso elevado o entrar en un espacio muy reducido. Otros tienen estas crisis de forma inesperada y sin nada que las provoque, aparentemente, cuando se encuentran con determinadas personas o animales. En la sociedad actual son muchos los que padecen debido a la ansiedad o el miedo”, señala.
Sin embargo, no es necesario reunir este cúmulo y otras tantas señales para considerar que necesita atención especializada. Porque aunque este padecimiento está presente en todos, en mayor o menor medida, cada individuo es el único capaz de conocer su situación.
Expertos afirman que cuatro de cada diez personas pueden experimentar síntomas.
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Paso a paso
Si percibe que está pasando por una crisis de ansiedad en cualquiera de sus niveles, o si está frente a alguien que experimenta un episodio de estos, la experta ofrece una guía, paso a paso, para aprender a actuar.
Busque un lugar en calma. Aflojar la ropa para evitar presiones, buscar una postura cómoda y fijar la mente en una imagen tranquilizadora redirigirá la atención hacia pensamientos positivos y liberadores para que el organismo regrese a la normalidad.
Verbalice frases calmantes. Para distraer la mente de las percepciones negativas que le han llevado a padecer desagradables síntomas, es bueno tomar aire y retenerlo un momento, contando. También es bueno que repita frases para tranquilizarse, del tipo “no pasa nada”, “ya ha pasado” y “todo está bien”.
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Evite la acumulación. Si hay mucha gente alrededor, es importante evitar sofocar, porque esto producirá mucho más agobio a quien sufre el episodio. Lo mejor es que el paciente reciba la ayuda de una sola persona o, en todo caso, de servicios sanitarios hasta que remitan los síntomas de angustia.
Practique el mindfulness. Dado que los ataques de pánico pueden causar un sentimiento de desapego o separación de la realidad, la conciencia plena ayuda a combatirlos a medida que se acercan o cuando realmente ocurren.
Concéntrese en las sensaciones físicas con las que está familiarizado, como hundir los pies en el suelo o sentir la textura de sus jeans en las manos.
Encuentre un enfoque. Algunas personas encuentran útil enfocarse en un solo objeto durante un ataque de pánico. Elija uno que esté a la vista y vea con atención cada uno de sus detalles. Por ejemplo, es posible que note que la manecilla del reloj se sacude cuando hace tictac y que está ligeramente ladeada. Descríbase a usted mismo los patrones, el color, las formas y el tamaño del objeto.
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Relaje sus músculos. Al igual que la respiración profunda, las técnicas de relajación muscular pueden ayudar a detener un ataque de pánico que se aproxima, controlando la respuesta de su cuerpo tanto como sea posible. Relaje conscientemente un músculo a la vez, comenzando con algo simple como los dedos de su mano y haga lo mismo con otras partes. Practíquelas de antemano.
Imagine su lugar feliz. ¿Cuál es el lugar más relajante del mundo que pueda imaginar? Una playa soleada frente a un mar de olas suavemente apacibles... Una cabaña escondida entre las montañas... Piénsese en ese lugar y trate de concentrarse en los detalles tanto como sea posible. El destino que elija debe ser tranquilo y relajante.Mantenga lavanda a mano.
La lavanda es conocida por ser calmante y aliviar el estrés. Si sabe que es susceptible a sufrir ataques de pánico, tenga a mano un poco de aceite esencial de lavanda y póngase un poco en los antebrazos cuando cruce por uno. Inhale el olor. También puede intentar tomar té de lavanda o manzanilla.
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