Los problemas de convivencia e incluso ciertos hábitos han puesto al vilo a muchos, al punto de replantarse la continuidad de la relación. Y claro, hay que entender que todo es un ciclo que, en ocasiones, por la misma naturaleza con la que nace, acaba.
Que las causas de ruptura son innumerables (celos, infidelidades, rutina, incompatibilidad, comunicación, falta de interés o cariños), pero una forma de afrontar las dificultades de una relación, o bien la ruptura misma, es intentar gestionarla, pero también saber poner límites y establecer parámetros sin caer en el conflicto.
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Por ejemplo, trate a su contraparte como trataría a un socio comercial. Es decir, sea cortés, no hable mal de la contraparte especialmente no en redes sociales o delante de sus hijos, proporcione la documentación solicitada de manera oportuna, mantenga una comunicación asertiva y modele una conducta deseable. La coexistencia, sobre todo si hay hijos, es esencial.
Por otro lado, vuelva a nutrir sus valores y siga su brújula moral. Dese tiempo para trazar su nuevo camino. Piense en su comportamiento y sus respuestas. No reaccione ante personalidades difíciles. Busque soluciones extrajudiciales o cualquier asesoramiento externo que pueda necesitar.
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Evite las luchas de poder con su cónyuge o excónyuge
Si una discusión comienza a convertirse en una pelea, sugiera con calma que ambos intenten hablar de nuevo más tarde y que se vayan o cuelguen el teléfono. Piensa positivamente. Puede que las cosas no sean las mismas, pero encontrar nuevas actividades/apoyo, y seguir adelante con expectativas razonables facilitará esta transición.Sea flexible. Si tiene hijos, las tradiciones familiares seguirán siendo importantes, pero es posible que algunas de ellas deban ajustarse.