Dejó la pandilla por servir a Cristo: “Yo hice un pacto con Dios en la cárcel”
José Ismael Castellón (30), exintegrante de la pandilla 18 y conocido en las calles de San Pedro Sula como “El Pelón Santana”, brindó su testimonio de vida, ahora como cristiano, a la Unidad Investigativa de EL HERALDO. “Solo Dios puede cambiar al más asesino”
José Castellón fue conocido durante muchos años como “El Pelón Santana”. Ahora alejado de la pandilla 18 cuenta a EL HERALDO su testimonio de vida
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TEGUCIGALPA, HONDURAS.- “Andábamos robando en los buses de La Lima, no se me olvida ese día... esa bala mató al chofer”, relató José Ismael Castellón, exintegrante de la pandilla 18 y conocido con el alias “El Pelón Santana”.
Originario de la colonia Jerusalén, entre las ciudades norteñas de La Lima y San Pedro Sula, creció en un hogar disfuncional. “Dios sabe cómo fui despreciado”.
Exconvicto de “La Tolva”, “El Pozo” y el clausurado Centro Penitenciario de San Pedro Sula, “El Pelón Santana” pasó casi la mitad de su vida encerrado.
Sin embargo, en febrero de 2020, en la celda 23 de “La Tolva” hizo un pacto con Dios: “Si me sacas de aquí, yo te voy a servir por el resto de mi vida”.
Su clamor fue escuchado, hace nueve meses salió en libertad. El Ministerio Pasión por las Almas le abrió las puertas, pero para llegar a la congregación pasaron muchas cosas
“El Pelón Santana” confió su testimonio a la Unidad Investigativa de EL HERALDO Plus. A continuación su historia de vida:
“Yo comencé a andar en la calle en 2006 a los 12 años, tuve un hogar desastroso, Dios sabe cómo fui despreciado en mi casa, Satanás se le mete en la mente a uno”, relató el expandillero sobre su origen.
Sentado en una silla plástica frente al escenario principal del Ministerio Pasión por las Almas, el muchacho viste ordenado, camisa de botones azul, pantalón de tela, calcetas grises y zapatillas negras.
Habla pausado, mantiene la Biblia en la mano y cada una de sus frases la acompaña con un versículo. Es un fiel lector de la palabra divina.
“Me tiraban la ropa a la calle en la noche porque sabían que no tenía para donde agarrar, me decían que comiera calle, era un niño”, dijo.
La pandilla del Barrio 18 lo acogió en una relación inevitable: “Se me presentó con propuestas, dinero, mundo, fama, mujeres yo estaba pequeño”.
A sus 12 años no entendía la importancia que tenía para la pandilla, ahora sí “necesitan gente pequeña, ya la gente vieja no les sirve”.
”Yo me sentí importante en ese momento, apreciado por la pandilla, al principio solo me ponían a cuidarlos, cuidar la colonia, bandera, les hacía mandados”, confesó.
Durante su niñez como simpatizante de la pandilla 18, al “Pelón Santana” lo trataron mejor que en su casa. No le deja en discusión.
“Uno le toma cariño a la pandilla, ni un familiar de uno lo atiende como lo atienden ellos, si está pequeño lo cuidan, me dijeron que si quería estudiar, pero yo no quise”, comentó el muchacho.
Sus tardes de mandados y de “bandera” fueron sustituidos después por actos delictivos, las armas se convirtieron en parte de su vida criminal y en su mente se miraba como un “Toro”.
“Mis aspiraciones en la pandilla era ser alguien grande, que la gente dijera: ‘wooooow, qué pandillero este, cómo vive, cómo calza, cómo come, cómo camina, ese era mi pensamiento”, mencionó apenado.
El robo a mano armada lo acompañó por muchos años, algunas de sus fechorías terminaron en sangre y no las ha borrado de mente.
”A mí pegaron un disparo aquí en la cara en julio del 2010, a las 6:30 de la mañana, era un lunes, nunca se me olvida, me dieron tres más en el hombro, andábamos robando en los buses de La Lima, a buena mañana”, recordó.
Ese día murió el conductor del bus y “El Pelón Santana” recuerda ese momento de la siguiente manera:
”Nos metimos, fuimos a asaltar las personas, pero ahí venía un guardia, traía pistola, venía de pasajero, nos empezó a agarrar a tiros, a los dos y el arma que andaba mi amigo se enconchó, era una 25, el disparo me lo da de frente, era para morir pero mi Cristo dijo que no era mi tiempo”, relató.
”El Pelón Santana” tomó un poco de aire y continuó: “Yo busco huir, me caí, ya en el suelo de espalda me pegó los otros disparos, le tiró al otro compañero y la bala le salió (se toca el cuello), esa bala mató al chofer, le pegó el disparo en medio de la espalda, ya le tocaba al chofer a nosotros no, quedamos vivos”.
Producto del enfrentamiento, el expandillero fue hospitalizado, posteriormente le dieron casa por cárcel por ser un menor de edad. A pesar de su delicada situación, al no más recuperarse volvió a la calle.
Consiente de sus andadas, el expandillero explicó que entre las condiciones de su libertad estaba que se presentara a firmar a los juzgados, pero no lo hizo. “A la casa me fueron a traer y me llevaron a El Carmen (centro de detención de menores)”.
En la correccional de menores fue recibido por sus “hermanos” de la 18, “me recibieron a lo bien con comida, ropa, en la pandilla nos apoyamos, hay apoyo, una organización tiene personas diferentes”.
En esa misma correccional conoció por primera vez a Cristo, se integró a la iglesia, danzó y leyó la Biblia, pero volvió a caer al mundo.
”Yo me retiré de Dios y ese es el peor error, pues dice la palabra que mejor no me hubieras conocido que haberme conocido y te apartares de mí porque la paga del pecado es muerte, eso me tocaba, la muerte, pero Dios tuvo misericordia de mí y aquí estoy contando mi testimonio”, comentó el joven.
Ese distanciamiento del Señor ocasionó que “El Pelón Santana” entrara y saliera constantemente de centros de menores en una vida desordenada, llena de violencia, drogas y armas.
No todos los delitos que cometió es capaz de contarlos, “me agarraron con una escopeta, una 38, en otra ocasión con un francotirador, otro de la misma organización me entregó, raneó, sapeó y el que sapea usted sabe lo que le toca”.
Brincado en la pandilla
A pesar de ser simpatizante de la pandilla 18 desde los 12 años, “El Pelón Santana” se tatuó los números alusivos a su organización hasta los 18 años, luego de haber recibido una iniciación.
”Me metí más de lleno a la pandilla, porque cuando uno no es brincado (con) los 18 segundos todavía no se puede tatuar”, comentó.
”Brincado” se refiere a la iniciación en la pandilla, donde el aspirante debe soportar una paliza de parte de otros pandilleros de su misma organización por 18 segundos, evitando que lo maten.
”Le caen tres a pegar y cuentan 18 segundos, uno se puede defender, un brinco es un roce con la muerte, porque un mal golpe lo mata, lo agarran en serio así como lo agarra la policía”, confesó.
Los tatuajes que porta el expandillero se los incrustó en su cuerpo, mientras estaba preso, “cuando caí al presidio, a la mayor, con 18 años, a los dos meses preso me hice este 18 que usted mira”.
La primera cárcel de adultos que el protagonista de esta historia visitó fue el clausurado Centro Penitenciario de San Pedro Sula, recién era mayor de edad, en su estadía fue acogido por sus hermanos de la 18.
Al poco tiempo de estar en el presidio fue notificado sobre su primer traslado. “Nos trasladaron al Centro Penal de Ilama, Santa Bárbara, inauguramos esa cárcel, fueron los traslados, en los 720 que mandaron ahí iba yo, tenía que cumplir 11 años pero solo iba a hacer 5 y medio, pero hice 6 de punto a punto y quedé debiendo 6, salí de Ilama el 7 de febrero del 2019, era jueves”.
Sobre su estadía en “El Pozo”, el muchacho recordó que vivían nueve reos en un misma celda, que las comodidades eran mínimas e incluso algunos de los que eran llevados ingresaban desnudos.
”Estuvimos siete meses sin visita, encerrado solo piensa cosas malas, la mente del preso no piensa cosas buenas, solo malas”, confesó.
Tras ser liberado, lejos de cambiar su vida, volvió a la actividad delictiva y en apenas seis meses ya estaba de vuelta en la cárcel, ahora en “La Tolva”, localizada en Morocelí, El Paraíso.
”Volví a las calles, seis meses después me volvieron agarrar y me mandaron para La Tolva, duré poco en calle”, lamentó.
Un poco desconcertado, confesó que “yo ya me sentía agüitado (abatido), yo empecé a buscar de Dios, la palabra, uno cae en depresión, todo, ahí se llora, se sufre, se aguanta hambre, no mira su familia, sus hijos, ahí quien se le da vuelta son las mujeres, la mía se fue con otro hombre”.
Se le consultó al expandillero si todo ese proceso de cárcel, soledad, y depresión vale la pena por la pandilla, pero “no valía la pena, tiempo perdido, cuando uno está en eso uno dice 18 hasta la muerte, es una forma de decir que uno tiene que morir por su pandilla, si usted se sale lo van a matar, va’, si sabe mucho lo van a matar, si usted vio a alguien que asesinó a alguien y se sale esa persona va a venir por usted porque van a pensar que usted habla, son reglas”.
Su estadía en “La Tolva” sirvió para que el expandillero conociera más de Dios y le hablara con fe. “En febrero de 2020 hice un pacto con Dios, en la celda numero 23, le dije: ‘Señor, solo te pido una oportunidad más, que me des, si me la das, si me sacás de aquí, de esta Tolva, yo te voy a servir por el resto de mi vida, Dios escuchó mi clamor”.
A los pocos días llegaron a la cárcel integrantes del Ministerio Pasión por las Almas, encabezados por el apóstol Carlos Cerrato, a orar por los pandilleros.
”En apóstol dio una palabra, que solo Dios puede cambiar, que solo Él puede con nosotros, se levantó la camisa y vi el ‘XV3’ y dije: ‘Ahí esta, Dios me puede cambiar, agarré ánimos, me empecé a involucrar en los cultos porque ahí se permiten porque a Dios nadie le cierra la puerta”.
Con la pandemia encima, el expandillero comenzó a orar con más fuerza, luego llegaron las audiencias para ser condenado, pero su nombre no aparecía. Aunque lo llevaron varías veces y no salía inculpado.
“Yo les decía (a las autoridades): ‘Me mandaron a llamar, revisaban y nada’, y me regresaban a La Tolva o Ilama y a los dos años y nueve meses me cae la carta de libertad”, comentó.
Con la promesa de Dios cumplida, el joven aseguró que cambió su mentalidad, buscó ayuda en el Ministerio Pasión por las Almas para poder llegar a Tegucigalpa y no San Pedro Sula, donde es más reconocido.
”El apóstol me dijo: ‘¿Cómo venís aquí?, con un pie adentro y el otro afuera? Le dije ‘no, con los dos pies afuera no vuelvo atrás’”, recordó.
”El Pelón Santana” reconoce que está en un proceso, ha visitado San Pedro Sula, pero ahora no teme en represalias por sus actos del pasado, ya que “un cristiano no se puede esconder, todo lo puedo en Cristo que me fortalece, mi único enemigo es Satanás, estoy en un proceso como el profeta Elías, cuido la casa del padre”.
José Castellón confesó que no se va a quitar los tatuajes de la pandilla 18 de cuerpo porque son su testimonio de vida.
”Si hubieran querido hacer algo sacan la pistola y me matan, no se me olvida que Dios me sacó de la cárcel, quiero ayudar al que necesita, continuaré con mis tatuajes, pero es mi testimonio, solo él puede cambiar al más asesino, al más criminal, por muy malo que sea”.