TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Tras una noche larga, fría y enrarecida por la interrupción del silencio habitual de los vecinos de Palmeras de San Ignacio ante la llegada de una multitud de uniformados, los hondureños vieron por primera vez la detención de un expresidente de la nación.
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Si bien Juan Orlando Hernández no es el primer catracho, y seguramente no será el último en enfrentar la justicia norteamericana, su aprehensión traspasó fronteras, pues se convirtió en el primer exgobernante en ser arrestado durante un fuerte y mediático operativo. Además, es el primero exgobernante acusado por delitos relacionados a tráfico de drogas.
El arresto de JOH, como se le conoce en Honduras, cumple un año este miércoles 15 de febrero y ocurrió luego de que se librara la orden de captura en su contra unos días después de que dejara su cargo como mandatario, tras dos períodos consecutivos.
Para muchos, la detención de Hernández era algo que tenía que pasar y solo se desconocía cuándo, para otros fue una total injusticia ideada por sus adversarios a modo de venganza.
La captura de JOH supuso 24 horas de tensión, pues su vivienda fue rodeada desde una noche antes por un gran despliegue policial que inundó las calles adyacentes, más un batallón de periodistas y fotógrafos.
Mientras se hablaba de que el hombre ya no encontraba en la casa o que rehusaba entregarse, alrededor de 600 agentes -entre policías y militares- cubrieron una zona de dos kilómetros para estar atentos a cualquier anomalía. Un helicóptero sobrevolaba los alrededores.
Las horas pasaron, amaneció, a la vivienda nadie entraba y nadie salía. Entretanto, afuera se preparaban varios convoys para su traslado, la pregunta en el aire era ¿lo irán a llevar en ese helicóptero o en esa caravana? ¿Qué ruta tomarán?
Finalmente, y minutos después del ingreso del abogado de Hernández y del ministro de Seguridad, Ramón Sabillón, a la vigilada vivienda, algo pasó.
Habían transcurrido ya 20 horas desde el día anterior hasta ese mediodía cuando el portón se abrió y precedido por Sabillón, custodiado por dos uniformados y escoltado por su abogado, apareció el expresidente Hernández, listo para entregarse.
Vistiendo jeans y camisa azul profundo, con una gorra del mismo color y sin esposas, JOH escuchó la lectura de la orden de captura que un policía le leía en la entrada de su casa.
Acto seguido se le proporcionó un chaleco antibalas y fue esposado en sus manos y pies, para ello se usó un de aros de presión forjado con acero de carbono enchapadas en niquel. Con un peso de un poco más de media libra cada una y un cierre estrecho de 4.6 centímetros en el interior no son precisamente los artefactos más cómodos para llevar.
En los pies usó lo mismo con la diferencia que aún más pesadas. Estos aros de presión para pies son más pesados, con al menos una libra y media cada uno, unidos por un juego de cadenas bastante pesada que apenas permiten un paso de 65 centímetros. La captura estaba concretada.
Sin permitírsele ninguna palabra a los medios que aguardaban, Hernández fue luego subido a una camioneta y comenzó su traslado hacia las instalaciones de la Dirección Nacional de Fuerzas Especiales (Comando Cobras).
Ahí fue presentado ante los medios de comunicación, se le tomaron sus signos vitales en público y le asignaron una celda dentro de los Cobras en donde pudo sostener reuniones con su abogado y familia.
Hoy, un año después de su arresto y tras ser extraditado continúa a la espera del inicio de su juicio el próximo 18 de septiembre, si no hay una nueva prórroga.