TEGUCIGALPA, HONDURAS.-Llenos de pánico, los niños corren a meterse debajo de las camas. Otros se aferran a sus padres, mientras estos escuchan por cadena de radio las alarmas de los locutores y periodistas que advierten del sistemático ataque salvadoreño.
El ambiente es de temor, de nervios, de preocupación. La incertidumbre se apodera más de los pobladores de aldeas, pueblos y ciudades que lucen a oscuras para evitar ser víctimas fáciles de los ataques de los aviones del vecino país.
El reloj marca las 6:00 de la tarde del 14 de julio de 1969, hace 50 años. Es el inicio de una guerra que duró cien horas y que agarró desprevenidas a nuestras fuerzas de defensa pese a lo cual hicieron lo propio para defender la
patria ofendida.
Un pueblo unido
La agresión se produjo un día después de un partido de fútbol valedero por las eliminatorias del mundial de México ‘70. El partido no se desarrolló con normalidad, los jugadores hondureños fueron agredidos, hostigados como también lo fueron los salvadoreños el primer partido jugado el 8 de junio de ese mismo año en Tegucigalpa.
Pero el enfrentamiento bélico no tuvo su origen en ese encuentro futbolístico, sino en causas sociales, económicas y de demandas de tierras de decenas de miles de familias salvadoreñas que habían emigrado a Honduras.
“Serán muchos Honduras tus muertos, pero todos caerán con honor”, era la parte de nuestro Himno Nacional que más exaltaba los ánimos y los sentimientos de una patria agredida y humillada por órdenes del entonces presidente salvadoreño Fidel Sánchez Hernández. Era una realidad. El país estaba en guerra y había que enfrentar la situación que provocó una unidad granítica jamás vista de todos los sectores: campesinos, profesionales, académicos, periodistas, empresarios, políticos, militares, reservistas, todos caminaron por una misma dirección: salvar a la patria.
Comparar la división que caracteriza la convulsa Honduras de hoy con la unidad granítica de la Honduras de 1969 sería una ofensa a aquella gesta patriótica.
La agresión salvadoreña fue por aire, tierra y mar. Miles de soldados penetraron a territorio hondureño, tomándose aldeas, pueblos y ciudades. La aviación bombardeó los aeropuertos, y Toncontín no fue la excepción. El piloto de combate Francisco Zepeda Andino, hoy coronel retirado, en su “Diario de guerra: julio de 1969”, reproducido por la Revista Política, en su edición número 12, recuerda que él estaba cenando en su casa cuando recibió una llamada del sargento Amado Banegas, de la Fuerza Aérea Hondureña (FAH). “Mi capitán Zepeda, véngase inmediatamente, que nos están bombardeando”, le alertó. “Las palabras del sargento Banegas son como un rayo que nos hubiese caído en el cuerpo. Jamás nos imaginamos llegar a estar involucrados en una situación real de guerra”, relata Zepeda Andino.
Combates en el aire
Tras la agresión, vino la defensa, la planificación tardía para sacar a los salvadoreños del país. La FAH jugó un papel trascendental porque no solo atacó al enemigo en su propio territorio, sino que ayudó a las tropas terrestres en su lucha por expulsarlo de las zonas ocupadas. El piloto de la FAH, Fernando Soto, cobró notoriedad al destruir tres aviones y su hazaña la recuerda Zepeda Andino: “El capitán Soto se coloca detrás del avión enemigo que ahora logra identificar como un corsario F4U-1 de la FAS y dispara sus cuatro cañones los cuales producen numerosos impactos en el avión salvadoreño”. Antes el mismo Soto había derribado otro avión de combate. El tercero, según cuenta Zepeda Andino, ocurrió así: Hubo un combate aéreo, pero Soto, por su mayor experiencia y pericia, “logra colocarse a la cola del otro corsario salvadoreño y con una ráfaga hace impacto directo en los tanques de combustible, explotando inmediatamente en una gran bola de fuego y pedazos de metal. El piloto de este avión no tuvo ni la menor oportunidad de salvarse”, relata.
El periodista polaco Ryszard Kapuscinski, que había llegado a Honduras a cubrir la tensión previa a la guerra, escribió: “Hoy a las seis de la tarde empezó la guerra entre El Salvador y Honduras... La radio informa que se libran duros combates en todo el frente y que las tropas de Honduras causan grandes bajas al ejército de El Salvador, el gobierno exhorta a la nación a defender la patria en peligro y apela a la ONU para que condene la agresión”.
El sur y occidente
Los soldados hondureños -a pesar de su falta de preparación y carencia del necesario material bélico- lucharon por sacar al enemigo que atravesó la frontera. El periodista polaco Kapuscinski hace este relato: “Honduras, más pobre y débil, se defendía con uñas y dientes. Por las abiertas ventanas del cuartel se veía cómo oficiales de alta graduación mandaban al frente nuevos destacamentos. Reclutas muy jóvenes aparecían formados en irregulares filas. Después aparecía un cura que rociaba con agua bendita a los pelotones que iban a la muerte”. El oficial Policarpo Paz García, entre otros, hizo la diferencia en la defensa de la soberanía en la zona sur del país. Todos, al igual que los de occidente, dejaron un hito imborrable en la historia.