Difícil resulta encontrar palabras para describir la impresionante concentración de católicos que calorizaron la procesión del Santo Entierro que tuvo lugar la tarde y noche del pasado viernes en el centro histórico de la capital hondureña.
Con esta manifestación de fe, la Iglesia Católica reafirmó la credibilidad que tiene el pueblo hondureño hacía los líderes de esta institución religiosa.
La gran cantidad de feligreses que horas antes habían llegado al centro histórico a apreciar el arte plasmado en la megaalfombra, participó en el doloroso episodio.
El Santo Entierro recorrió varias cuadras y una gigantesca alfombra de 600 metros, elaborada con 36 horas de anticipación en la avenida Cervantes.
Era encabezada por un anda procesional compuesta por una urna de madera de cedro y vidrio en la que yacía el cuerpo inerte de Jesús. Muy cerca, en la misma angarillas las imágenes de Nicodemo y José de Arimatea que desclavaron al Señor, lo bajaron de la cruz y lo condujeron al sepulcro.
Unas 20 imágenes procesionales cormaban el cortejo, en el que sobresalió el de la Virgen María (La Dolorosa), con su corona de estrellas, vestida de un traje oscuro con bordados color plata.
Seguidamente iba un cortejo de ángeles, cada uno representando las siete palabras que expresó Jesús antes de morir, así como de personajes como Juan, Pedro, Pablo, Verónica, Magdalena.
También destacó el solio donde iba la imagen del Cristo de la Misericordia y en el fondo una alegoría de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. También participaron los penitentes católicos vestidos de morado y sus rostros cubiertos.
El acto religioso fue dirigido por el padre Carlos Magno y otros sacerdotes de la Catedral Metropolitana.
Recorrió unas 25 cuadras, iniciando a las cinco de la tarde y cerrando alrededor de las 10:00 de la noche. La Banda de los Supremos Poderes acompañó la procesión con música sacra.