Comayagüela, Honduras
Sentada, metida en un vestido largo, suéter, gorro y un delantal, ella tiene en la mira a cualquier peatón. Está a la caza.
Con sus 89 años y 60 de ellos como vendedora, Altagracia Rivera no solo forma parte del patrimonio de los mercados de Comayagüela, sino que es un ejemplo de que la longevidad se puede ver en la piel, pero la juventud se lleva en el alma.
Sus cabellos blancos y las arrugas que surcan su piel son señales que nacieron el siglo pasado y que retratan toda una vida dedicada a una labor.
Son mujeres luchadoras que se han ganado la vida vendiendo de forma carismática diversos productos en los mercados.
En sus puestos se pueden encontrar todo tipo de productos desde verduras, frutas, piedras de moler, raíces, botes y hasta plantas medicinales.
Se encuentran entre los pasillos laberínticos en el mercado San Isidro.
Por su edad y el tiempo que han trabajando en la plaza de ventas, con cariño son conocidas como las abuelitas.
Todo vendedor que labora en el lugar por ley debe conocer a las abuelitas.
En un recorrido realizado por EL HERALDO, conocimos la historia de cuatro mujeres que han laborado por lo menos 60 años en los mercados.
A la derecha, a la izquierda, surcando los pasillos de aquel mercado que ha sido abatido por inundaciones, se llegó al corazón del comercio en Comayagüela, donde sentada en una silla de madera se encontraba Altagracia Rivera, de 89 años. En la puerta de su negocio espera por un cliente.
Metida en un vestido largo, suéter, gorro y un delantal, tiene en la mira a cualquier peatón.
“Qué va a querer hijo, hay verduras y tamarindo para hacer fresco. También hay carbón, dígame en qué le puedo ayudar”, expresó Rivera con muchas energías y una sonrisa que contagia a cualquiera
En un espacio de unos cinco metros cuadrados tiene almacenados sus productos que a diario ofrece a todo el que pasa frente a ella.
Pero este puesto no ha sido su único local. Debido a las catástrofes sufridas ha tenido que instalarse en varias zonas, pero sin perder su ubicación como una de las vendedoras con más edad.
“Tengo más de 60 años de trabajar, inicié solo con la venta de verduras, cuando era un mercado sin techo, piso de piedra y cercado con roca, habían pocos vendedores”, expresó Rivera.
Vive en la colonia El Carrizal, al norte de la capital, desde esa zona se traslada hasta su centro de trabajo.
Su jornada inicia a las 5:00 de la mañana, se prepara para salir al mercado con el fin de que su local esté abierto para antes de las 8:00 de la mañana todos los días.
El paso de los años
Para los años 1950, doña Altagracia recordó que en la zona comercial eran pocos los vendedores en un predio sin estructura como la que hoy existe.
En el lugar había cuatro vendedores de granos básicos, cocinas, puestos de frutas y verduras que rodeaban a los demás locales.
“En aquellos tiempos en mulas venían a dejar los productos, eran buenos tiempos que solo los recuerdos quedan”, dijo la longeva vendedora.
También comentó que en los mejores tiempos las ventas eran elevadas y no existía la delincuencia.
“Antes teníamos buenas ventas, las calles eran libres para que las personas vinieran, pero desde que se colocaron los vendedores ambulantes en las afueras, estamos mal, pero estamos en la lucha, ya es mediodía y solo he vendido 15 lempiras”, dijo doña Altagracia con una sonrisa llena de esperanza de que la situación mejore.
Y es que con poco más de 20 años era una mujer joven cuando se le presentó la oportunidad de ser comerciante.
Los puestos estaban a la intemperie, el sol y la lluvia eran los acompañantes en sus largas jornadas de ventas.
Sus tres hijos eran la motivación para cada día luchar y sacarlos adelante.
“A mis hijos solo pude darles la educación primaria, pero ellos han sabido trabajar y luchar para tener qué comer, uno da todo para que ellos tengan lo mejor”, relató con una mirada fija en los pasillos.
Son muchas las vivencias surgidas entre los pasillos de estos mercados y que se guardan en los recuerdos de más de 60 años de trabajar en el mercado más antiguo de la capital.
“Son miles de experiencias que le puedo contar que me han pasado en mi vida en los mercados, como recordar cómo se trabajaba en un ambiente tranquilo, Comayagüela no estaba llena de vendedores en las calles, los compañeros que han trabajado al lado, pero que ya no están en este mundo”, comentó la entrevistada.
Sentada, no denota cansancio de sus años de trabajo, observa para todas partes, siempre quien realiza una compra se lleva una grata amistad.
La dulzura de atender a sus clientes hace que estos tengan que regresar.
“Acá siempre tratamos muy bien a los clientes, si no tenemos el producto, pues le decimos a dónde puede ir, el asunto es hacer que ellos lleven lo que necesitan”, dijo la anciana, y es que sus más de seis décadas vendiendo la han convertido en una querida locataria.
Los cambios notables que ha tenido el mercado en el transcurso de las décadas se reflejan en la estructura y el aumento de los locatarios.
“Ahora tenemos un mercado que ha pasado a un último incendio, pasamos de un mercado que era sin paredes y de piso de piedra a uno de dos plantas techado y con muchos locales”, recordó Rivera haciendo memoria de todos los cambios que han realizado.
Pero estos cambios han traído que las ventas bajen en ciertos negocios.
“Antes con mi puesto de verduras vendía mucho, era muy bueno el negocio, pero debido a que existe mucha competencia las ventas comenzaron a bajar y ahora vendo otras cosas más que verduras”, recalcó la anciana.
Festejadas
Doña Altagracia forma parte de los más de 93 mil adultos mayores que viven en el Distrito Central y que representan el 6% de la población total, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).
“Como un homenaje a todas las madres que son de mayor edad en el mercado, cada segundo domingo de mayo les festejamos en su día”, expresó Máximo Portillo, presidente de la Asociación de Vendedores del mercado San Isidro.
En la zona son las vendedoras con mayor edad y que superan los 60 años de laborar. “Las ancianas son muy queridas por todos, ellas tienen muchas historias que contar sobre el mercado”, agregó Portillo.
Las ganas de salir adelante y la voluntad de hacer las cosas mejor hacen que estas longevas vendedoras sean un ejemplo de prosperidad.
Las mujeres que compartieron con EL HERALDO sus historias nos brindaron momentos inolvidables que están marcados por alegría, tristeza, dolor y esperanza.