Crímenes

La conversación se convirtió en novela

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15.04.2017

Una niña miraba los trenes partir en una mezcla de inocencia y curiosidad, mientras los vagones no solo iban llenos de judíos, sino también de intolerancia y de todo aquello que construyó el horror nazi... Pronto la incertidumbre también llegaría a su vida.

Charlotte no fue la protagonista de esa época porque millones de personas también tuvieron que huir de la barbarie y esconderse en lugares minúsculos donde no podían moverse y mucho menos hacer ruido. Pero sí es la protagonista de la novela de Ruperto Long “La niña que miraba los trenes partir”.

En la historia, el escritor uruguayo rescata las memorias de la mujer que ahora tiene 80 años, y que durante medio siglo no habló de su pasado ni con su esposo ni con sus hijos. El camino para ambos fue revelador y liberador.

En esta entrevista, Long habla sobre su encuentro con la historia de Charlotte S. de Grünberg y lo que significó para ambos contarla, escucharla y revivir uno de los períodos más tristes en la historia: la II Guerra Mundial.

¿Cómo fue su encuentro con esta historia?

Fue uno de esos casos en los cuales uno dice “la historia me encontró a mí”, pues fue casi fruto de un azar, porque se trata de una persona que conozco de muchos años y con quien nunca había hablado de estos temas, hasta que un día por casualidad le pregunté dónde había pasado la guerra.

Noté que la tomé por sorpresa y me dijo que en esa época estaba en Lieja, una ciudad en Bélgica donde vivía con su familia.

Cuando se produjo la invasión nazi en ese país, todos se dieron cuenta de que venía algo mucho peor que todo lo que habían conocido antes, por lo que su padre consiguió documentación falsa y a partir de ahí se escondieron, pasaron cuatro años huyendo.

A mí obviamente me vino la imagen de Ana Frank y todos esos personajes que se escondieron y huyeron, pero tan distintos de esa persona que conocía de hace 20 años y que nunca había imaginado que existía esa historia en su vida.

¿Para ella fue difícil contarle esta experiencia?

Cuando le dije que me gustaría relatar su historia me dijo que no podía, que llevaba 50 años de casada y que a su esposo nunca le había contado esto, menos a sus hijos y nietos, que eso era algo que no podía contarlo a todo el mundo.

Pasaron varios meses en los cuales a veces nos encontrábamos y yo le insinuaba algo y ella respondía con evasivas, hasta que finalmente aceptó.

A partir de ahí iniciamos un camino de tres años, estuve dos años reuniéndome todos los meses con ella, me contaba cosas y visité algunos de los lugares que ella mencionaba, y en esta novela si bien hay una historia central de esta niña de dos años que se esconde y empieza a ver el mundo desde la inocencia de esa edad y una enorme dosis de amor a su familia y amigos, también hay otras historias que se van combinando. Hice una investigación que me gusta mucho; la investigación es la madre de la imaginación.

¿Cómo fue para ambos esta historia de revelaciones?

Ha habido un antes y un después en ella y en mí, ambos cambiamos mucho y creo que para ella fue una experiencia liberadora y también un homenaje a todas esas personas que no sobrevivieron. Además es una advertencia hacia el mundo de hoy.

Fui a Francia, donde ella estuvo escondida, y le mostré las fotos de esos lugares a los que nunca quiso regresar y la experiencia fue iluminadora y liberadora.

Hay pequeños detalles que son muy reveladores, como el hecho de que la mamá en esa terrible situación de estar escondidos en lugares minúsculos como un ropero, siempre les dijo que no tenían que odiar, y eso fue como un mandamiento para ellos, Charlotte al día hoy logra no odia eso que vivió.

¿Tenía prejuicios en cuanto a lo que ella podía contarle?

Yo diría que probablemente tenía el prejuicio de que iba a ser sumergirme en un mundo de mucho dolor, tristeza y oscuridad, y fue todo lo contrario.

Esta fue una experiencia de descubrir la luz, de descubrir esa dosis extraordinaria de amor, no solo familiar, sino de pareja, de amantes, de personas desconocidas que les ayudaron a salvar su vida.

Cuando uno se sumerge en esta historia supera en gran medida lo que vemos mucho en las películas, que todo es negro, todo es odio, todo es muerte, y eso por supuesto que existió y fue increíble, inimaginable, pero en la dirección opuesta existía amor, fe y esperanza en un mañana que no se sabía cuándo iba a ser, y eso fue muy bueno para ambos.

Creo que ella tenía mucho temor de recordar esas cosas, pero la experiencia terminó siendo muy favorable y eso se nota, y eso es notable para la gente que lo lee, incluso para aquellos que vivieron experiencias similares.

¿Cuál fue el reto de contar una historia de esta época de la que se han escrito tantas páginas, cómo hacerlo de una forma diferente?

Yo diría que el reto es escribir algo distinto, la respuesta viene en parte por un relato que nos muestre la esperanza y la luz en los momentos más terribles. Lo otro es que aquí hablan los personajes, algo que ha funcionado para transmitir las emociones de una forma directa.

Aquí habla Charlotte, el soldado voluntario que cruza el océano para ayudar, hablan otros personajes, algunos parientes de ella o amigos, o personajes típicos de la época; hablan personas que eran nazis y trato de no caricaturizar, trato de reflejar aunque sea horrendo cómo podía haber gente relativamente ilustrada que era capaz de concebir ese odio para exterminar a otros por ser distintos.

Son más de 30 personajes hablando, intercalando sus historias, eso le da mucha vida a la novela y hace que la gente se conecte rápidamente. Y como se ha dicho, el nazismo despertó lo mejor y lo peor de los humanos, porque hubo gente capaz de salvar a su vecino y otra de delatarlo.

¿En qué momento la novela cobró su propia personalidad y lo guio a un camino que no se había planteado?

Cuando además de la historia de Charlotte, que la tengo ahí a grandes rasgos, se van incorporando nuevos personajes como Domingo, el voluntario que va a pelear contra el nazismo, una historia que increíblemente se entrecruza con la de Charlotte, además descubro qué fue lo que sucedió con el tío de ella.

A medida que empecé a encontrar historias que se entrelazan, la novela empieza a tomar vida propia, eso que uno dice: “bueno, tengo que seguir escribiendo para ver cómo termina”, y es como que la historia ya se va sola y uno mismo quiere saber cómo finaliza.

¿Qué tiene de realidad y qué de ficción?

La columna vertebral del libro son hechos reales, ahora cuando uno quiere recrear esa historia y otro tiempo hay que agregarle otros componentes que no surgen del relato de otra persona.

Por ejemplo, en ese tiempo los medios de comunicación fueron dominados por el nazismo y la gente se comunicaba en los cafés, entonces yo recreé esos ambientes, en cosas como esa entra la ficción. Está escrita como una novela que apuesta a que la gente quiera seguir leyendo.

Aunque la literatura no pretende dar lecciones, ¿tiene algún objetivo este libro?

Estoy de acuerdo, creo que el objetivo de una novela no es transmitir un mensaje, cada uno sacará sus conclusiones, pero bueno, sí hay una conclusión que creo que es general, el hecho de que todos somos más parecidos de lo que creemos, que debemos ser más tolerantes y sensibles con el otro que es distinto, no etiquetar, no catalogar, no despreciar a los demás por no ser como nosotros.

Ruperto Long se fue de Honduras satisfecho, presentów su libro en La Universidad Tecnológica de Honduras, la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán y la librería Metromedia. En todos fue arropado por el calor de los hondureños, que mostraron su inquietud por su obra.