Tegucigalpa, Honduras
Recordar. Palabra clave para revivir experiencias y hacer reflexiones sobre las cosas del pasado que marcan el presente y el futuro.
Para Josefina Dobinger Álvarez-Quioto este proceso no ha sido fácil, dijo que le costó lágrimas, porque al recordar tiene que revivir vivencias que han marcado de una forma invisible su cuerpo y de una forma contundente su mente.
La investigadora social, cofundadora y exdirectora de Mujeres en las Artes Leticia de Oyuela (Mua), hizo una catarsis para poder plasmar sus experiencias en el libro “Recordar para volver al corazón”, una publicación que se enmarca en el mes en el que se celebra el Día Internacional de la Mujer y que fue presentada en Mua.
El proceso para la creación de este libro inició hace tres años con un recuerdo confuso, borroso, de un hecho que sucedió cuando ella apenas era una niña.
“De repente choqué con las palabras ‘mataron a mi papá’, y sentí un golpe brutal que despertó los recuerdos de lo acontecido la noche de las luces de colores intermitentes”, dijo, la noche en que la policía llegó a su casa a decir una mentira que la marcó... su papá no había muerto, el objetivo era provocar dolor, miedo y confusión.
“Nuevamente me encontré con esa marca sin huella que viene a formar parte de una realidad que existió, notable apenas en el recuerdo, como un suspiro”.
El reclamo de un derecho...
Ese proceso de memoria que inició sin previo aviso y que dio pie a la idea de este libro, el primero de Josefina, terminó como una recopilación de relatos que narran, desde un enfoque de derechos culturales, algunos capítulos de su vida, “archivados en la memoria del cuerpo, interpretados, descritos y traducidos a una forma discursiva particular”, detalló.
Esto conllevó una investigación autobiográfica para comprobar los hechos, las fechas y el entorno en el que sucedieron.
“El libro está compuesto por diferentes momentos, porque son recuerdos que no están claramente estructurados”.
El proceso de escribir ha sido desde la diáspora, “desde el estar fuera del terruño y la extrañeza de la tierra”, manifestó.
Al vivir en Colombia desde hace muchos años, a la autora lo que sucede en Honduras le impacta de una forma diferente, “tengo mis vivencias porque también soy hondureña y he construido un imaginario que me afecta, diferente a como se vive en la cotidianidad del país, desde el extranjero muchos hondureños lloramos la patria, afecta todos los sentidos, hay sentimientos de impotencia”, expresó.
En las páginas no solo está su experiencia, en ellas están representados los grupos que han sido ignorados. Las mujeres, los artistas, los jóvenes, las etnias; en memorias que hablan de la violencia no solo física, sino también psicológica.
Pero ella aclara algo: “este libro no es sobre la violencia contra la mujer, es un libro que hace un reclamo del derecho a la palabra como una forma de expresión”.
Construcción de identidad
Desde su individualidad como persona, la autora rescata una memoria colectiva que puede estar fragmentada, que no siempre resulta dolorosa y que incluso puede ser sanadora.
“Decidí pintarme a mí misma, y me di cuenta que vivía en un yo fracturado”, aún así estas experiencias alegres y dolorosas han marcado su trayectoria de vida como persona y han sido determinantes para construir su identidad dentro de la sociedad.
El averiguar sobre sus propias fracturas también le dio la posibilidad de evidenciar otras realidades, aunque sean diferentes, para empezar un proceso de autosanación, de revisión.
Nuestra entrevistada es del criterio que para generar identidad es necesaria la memoria, saber identificarse y construirse en sociedad para aprender a aceptar quiénes somos y cuál es nuestro papel.
Los recuerdos contenidos en este libro “rememoran y rasgan el silencio de historias de vida de muchas mujeres, historias de sufrimiento, luchas individuales y colectivas que han sido contadas a gritos a través del testimonio, herramienta de lucha contra el olvido y el reclamo apremiante por la justicia”.
Honduras es un país de olvidos, muchos de los cuales han sido promovidos por la misma clase política que le huye a la memoria y trata de borrarla para evitar enfrentarse a sus errores, para evadir el reclamo de justicia, para ignorar partes de la historia que son necesarias en la construcción de la identidad, solo basta volver la mirada a la década del ochenta para dar cuenta de esto... un período del que Josefina también hace mención en su libro.