SERIE 2/2
Ver aquí: La despedida (Parte I)
Este relato narra un caso real.
Se han cambiado los nombres.
Resumen
¿Por qué mataron a Nidia? ¿Quién la odiaba tanto como para darle aquella muerte tan inesperada como terrible e inmerecida? ¿Sería de alguna ayuda la mordida que tenía en uno de los senos? ¿Qué pasó en la despedida de soltera?
Estaba desnuda y tenía señales de haber sido golpeada. Tenía los labios hinchados y una herida larga y oblicua le llegaba hasta la base de la nariz… Y nadie podía ayudar a los policías a resolver el crimen.
Teléfonos
“¿Quiero los números de teléfono de las amigas de la víctima, y los nombres de las personas que estuvieron en la despedida de soltera?”
El director de la Dirección Nacional de Investigación Criminal, DNIC, estaba interesado en que encontraran al criminal.
“Una camioneta roja se detuvo cerca de la casa de la muchacha, señor –informó el detective a cargo del caso–, pero no tenemos más datos”.
“¿Saben con quién se relacionaba la muchacha?”
“Tenía muchas amistades, señor, pero su círculo íntimo era estrecho”.
“¿Tienen la lista de las personas que estuvieron en la despedida de soltera?”
“Sí, señor, y ya están declarando”.
“¿Qué sabemos del novio?”
“Estaba en Costa Rica, en viaje de negocios. Regresó ayer al país. Salió tres días antes del crimen”.
“Entonces, ¿está limpio?”
“Por ahora, señor. Seguimos con la investigación”.
“¿Qué esperan encontrar?”
“Señor, este es un crimen atípico, aunque parezca común. Este tipo de muertes no se da en ciertos niveles sociales. A la muchacha la secuestraron frente a su propia casa, de eso estamos seguros, porque salió de prisa para verse con sus amigas y con la modista que le estaba haciendo el vestido de boda, y nunca subió a su carro. Sigue allí donde lo estacionó la noche anterior a su desaparición. Creemos que alguien que ella conocía la abordó en el momento en que salía de su casa, que ese alguien la estaba esperando y que aprovechó el momento en que ella iba hacia su carro para llamar su atención. Suponemos que ese alguien se dirigió a ella de alguna forma y que hizo o dijo algo que la obligó a subirse al carro, probablemente la camioneta roja”.
“¿Conocemos a alguien de sus amistades que tenga una camioneta roja?”
“Estamos investigando eso, señor”.
“¿Qué más tenemos?”
“Le pedimos al novio que nos diera una muestra de su mordida. La comparamos en el laboratorio con la mordida que tiene la víctima en el pecho y resultó negativa…”
“¿Es todo?”
“Hasta ahorita, señor”.
“¿Qué sigue?”
“Vamos a ver eso después de entrevistar a las amigas”.
Ayuda
“¿Quién organizó la despedida de soltera?”
La voz del detective sonó monótona, como si no estuviera interesado en la respuesta. La mujer, una muchacha joven y bonita, con grandes ojeras alrededor de sus ojos castaños, respondió:
“Fuimos dos –dijo–; Andrea y yo”.
“¿Qué hubo en la fiesta?”
La mujer guardó silencio.
“Fue una reunión de amigas”.
“Eso ya lo sabemos –replicó el detective–, lo que quiero saber es qué hubo en la fiesta…”
“¿Qué hubo de qué?”
El policía la miró a los ojos.
“¿Hubo bebida? Licor, quiero decir”.
La muchacha dudó un momento antes de contestar.
“Mire –le dijo el detective, antes de que respondiera–, a su amiga la mataron con odio, aunque no la violaron… Creemos que alguien que conocía la secuestró de su propia casa, momentos antes de que se subiera a su carro para ir a reunirse con ustedes. La persona que se la llevó es un hombre fuerte que la dominó desde el inicio, o sea, desde que se subió al vehículo. Creemos que el golpe que tiene en la boca fue el primer golpe que recibió. Por supuesto, es posible que el secuestrador no anduviera solo. Lo que nos intriga es por qué la desnudaron si no iban a violarla, y nos extraña que la mataran de esa forma si estamos seguros de que Nidia no podía oponer ningún tipo de resistencia…”
El detective hizo una pausa.
“¿Por qué me dice todo eso?” –le preguntó la muchacha.
“Porque quiero que ustedes sepan bien cómo terminó su amiga, justo unos días antes de casarse”.
Ella quedó en silencio.
“Creemos que la molestaron sexualmente, aunque no la violaron, y que uno de sus atacantes, tal vez el asesino, la mordió en el pecho quizás para satisfacer una fantasía…”
“Nidia no tenía enemigos” –dijo la muchacha, levantando la voz.
“¿Conoce a alguien que quisiera hacerle daño?”
“No. Ya le dije que no tenía enemigos”.
“¿Qué me dice del novio?”
“El la quería”.
“Es lógico suponer eso”.
Más
La muchacha estaba nerviosa, se limpió una lágrima y miró con tristeza al detective.
“Sí hubo licor” –le dijo.
“Bien. ¿Qué más?”
“Pregúnteme usted”.
“¿Drogas?”
La muchacha contestó con un leve movimiento de cabeza después de unos segundos.
“¿Sí? ¿Hubo drogas?”
“Cocaína” –dijo ella.
“¿Qué más?”
“Marihuana”.
“Ya. Y, ¿Nidia consumió drogas y alcohol?”
“Al principio no quería, pero la fiesta era en su honor y empezó a beber y a fumar… después inhaló cocaína… una o dos líneas”.
“Y las drogas hicieron su efecto, ¿no es así?”
“Sí”.
“¿En todas las amigas?”
“Bueno, sí, en todas… o casi”.
“Una pregunta…”
“Diga”.
“¿Contrataron estríperes, bailarines?”
La muchacha bajó la cabeza.
“Sí”.
“¿Cuántos?”
“Tres, señor”.
“¿Quién los contrató?”
“Andrea y yo; nosotras organizamos la fiesta”.
Confesión
El interrogatorio iba para largo, pero el detective estaba seguro de que el caso se iba aclarando. Una sospecha rebotaba en su mente y quería confirmarla.
“Deme el número de los bailarines”.
La mujer registró su cartera, sacó el teléfono celular y buscó un número, luego se lo dictó al detective.
“¿Cuál es el nombre?”
“Dan. Se llama Daniel, pero le dicen Dan”.
“¿Lo conocía usted de antes?”
“No, lo vi por primera vez dos días antes de la fiesta; Andrea me lo presentó”.
El detective se volvió hacia uno de sus compañeros.
“Traéme a Andrea”.
Poco después, una muchacha alta y bonita, vestida de riguroso luto, entró a la oficina.
“Siéntese –le dijo el detective, señalándole una silla que acababan de acercar a la de su amiga–, vamos a hablar un poco de Dan y los otros dos estríperes…”
Andrea miró asustada a su amiga.
“¿Qué tienen que ver ellos en esto?” –preguntó.
“Nada por ahora –le respondió el policía–, pero estamos en una investigación criminal y queremos hablar con todas las personas que estuvieron en la despedida de soltera. Dígame, ¿desde cuándo lo conoce?”
“Bueno, no sé… tal vez desde hace unos seis meses”.
“¿Cuál es el nombre?”
Andrea se lo dijo.
“¿Y los otros dos?”
“No los conocía. Él los llevó”.
“Dígame una cosa… ¿Dan conocía a Nidia?”
“Bueno… creo que sí…”
“Dígame la verdad”.
“Sí, pero no bien…”
“Ya”.
Directo
Andrea estaba pálida y su amiga lloraba. Dos horas hacía que estaban contestando preguntas y repreguntas, y estaban cansadas.
“Voy a preguntarles algo directamente –les dijo el detective, soltando las palabras casi a quemarropa–, y quiero que me contesten con la verdad… ¿Si me están entendiendo?”
“Sí”.
“Bien”.
El policía dejó que pasaran algunos segundos.
“¿Qué fue lo extraordinario que pasó en la despedida de soltera?”
Las mujeres se miraron.
“Quiero una respuesta” –dijo el detective.
“¿A qué se refiere?” –preguntó Andrea.
“¿Hubo sexo en la despedida de soltera?”
Las mujeres enmudecieron.
“¿Hubo sexo en la despedida de soltera?” –repitió el policía, poniendo severidad en su tono.
“¡Claro que no! –Gritó Andrea–. ¿Por qué pregunta eso?”
“Si me mienten el Ministerio Público podría acusarlas de encubrimiento de un asesinato y hasta de complicidad en el crimen… ¿Saben lo que eso significa, verdad?”
Las mujeres se miraron.
“Sí” –dijo la primera, con voz tímida.
“¿Algo así como una orgía?” –deletreó el detective.
“Algo así”.
“¿Participó la novia?”
“Sí” –respondieron a coro las mujeres.
“¿Con quién? O, ¿con quiénes?”
Las mujeres guardaron silencio.
Información
Antes de que las mujeres contestaran la última pregunta, entró a la oficina un detective y se acercó a su compañero.
“Tenemos la dirección de Dan –le dijo al oído–; ahorita mandamos un equipo para que le den vigilancia”.
“Que no lo asusten –replicó el detective–. Solo quiero saber qué tipo de carro usa…”
“¿Ya se lo preguntaste a la amiga?”
“No sabe”.
“Apenas lo localicen, me avisan”.
“Entendido”.
Respuesta
El detective se volvió hacia las mujeres.
“Estoy esperando su respuesta” –les dijo.
“Sí” –dijo Andrea.
“Ya”.
El policía escribió algo en una hoja de papel.
“Drogas, licor, sexo… –dijo después–. Creo que falta algo”.
“¿Qué es?”
Andrea estaba desesperada.
“¿Quién tomó fotos de la fiesta?”
Las mujeres se vieron de nuevo.
“¿Cómo sabe eso?” –preguntó una de ellas.
“Es normal”.
“Bueno, varias de nosotras tomamos fotografías, y uno de los bailarines también…”
El detective se puso de pie.
“Dame el nombre y el número del novio” –dijo, dirigiéndose al detective que lo acompañaba. Después de esto, marcó un número.
“Necesito ayuda” –dijo.
Esperó unos segundos.
“Quiero saber los movimientos bancarios de esta persona y si hay llamadas hechas y recibidas entre estos dos números”.
Cuando cortó la llamada, agregó:
“Que venga el fiscal. Creo que tenemos un buen caso”.
El fiscal
“Lo voy a exponer claro y rápido –dijo el detective cuando el representante del Ministerio Público entró a la oficina–. Creo que alguien que estuvo en la despedida de soltera quiso chantajear a la muchacha con fotografías de lo que había pasado en la fiesta y en la que aparecía ella drogándose y teniendo sexo con uno o dos de los bailarines que contrataron para esa noche”.
“¿Tenemos algún nombre?”
“Uno. Se llama Daniel y le dicen Dan. Ya está localizado y estoy esperando el informe del equipo que fue a darle vigilancia”.
“¿Y estas señoritas?”
“Amigas de la víctima. Ellas organizaron la despedida de soltera”.
“¿Están bien atendidas?”
El fiscal se había dirigido a las dos mujeres.
“¿Qué va a pasar con nosotras?” –preguntó una de ellas.
“Nada malo, si no tienen nada que ver en el crimen…”
Las mujeres temblaron.
“Para empezar –agregó el fiscal–, nos van a acompañar unos minutos más y les pido que mientras tanto no usen sus teléfonos celulares… No quiero que se hagan sospechosas. ¿Entendido?”
“¿Nos están deteniendo?”
“No, claro que no, pero ya que usted conoce a Dan, no nos gustaría saber que se ha comunicado con él y no nos dijo nada de eso”.
“No me he comunicado con él, señor”.
“Bien”.
En ese momento sonó el celular del detective.
Dan
Era un hombre alto, fornido y de agradable presencia. Cuando entró a la oficina de interrogatorios de la DNIC temblaba a causa de los nervios.
“¿Dónde están las fotografías que tomaron en la despedida de soltera de Nidia?”
La voz del detective era acusadora.
“¿Fotos? ¿Cuáles fotos?”
“Se lo voy a preguntar una vez más; si me miente, estará metiéndose en graves problemas. ¿Me entiende?”
Dan no contestó.
“Vamos a llevarlo a Medicina Forense” –dijo el fiscal.
“¿Para qué?” –preguntó Dan.
“Para que nos regale una mordida…”
Dan se estremeció.
“Quiero hacerle un favor –agregó el detective–, y quiero que usted nos haga otro. ¿Me entiende?”
“Sí”.
“¿Quién de ustedes quiso chantajear a la muchacha con las fotografías de la despedida de soltera?”
Dan abrió la boca. Tenía la garganta reseca.
“A Nidia la mataron a golpes –añadió el policía–, y no veo que usted tenga laceraciones en los puños o rasguños en los brazos, lo que me dice que usted es inocente, pero creo que usted sabe bien quién se llevó a la muchacha del frente de su casa en una camioneta roja…”
Dan agachó la cabeza.
“La camioneta no es mía” –dijo.
“¿De quién es?”
“De Ricky”.
“Ya. Díganos dónde está Ricky”.
Dan habló por dos largos minutos. Casi una hora después, Ricky era detenido en su casa de Lomas de Toncontín.
Era un hombre alto, de puños grandes y brazos fuertes. Tenía laceraciones en los nudillos de la mano derecha y cicatrices de aruñones en el brazo.
“Su amigo Dan ya confesó –le dijo el detective–, dice que usted mató a la muchacha porque se negó al chantaje con las fotos…”
“¿Qué? ¡Maldito basura! Si la idea del chantaje fue de él. Dijo que bien podríamos conseguir billete para no trabajar un año”.
“¿Dónde está su camioneta roja?”
“La tiene Byron”.
“El tercer bailarín”.
“Sí”.
“¿Por qué mataron a la muchacha?”
Ricky esperó un momento antes de contestar.
“Porque nos reconoció”.
“Y, ¿por qué la mataron con tanta saña?”
Ricky guardó silencio.
“Quiero hablar con un abogado” –dijo, después, sin levantar la cabeza.
En ese momento sonó el celular del detective.
“En una semana se hicieron siete llamadas entre los dos celulares que me diste” –le dijo un hombre con voz grave–. Te estoy imprimiendo el documento… ¡Ah!, y quiero una cena en La Hacienda Real, porque si me descubren que te estoy ayudando me quedo sin trabajo”.
¿Qué relación había entre Dan y el novio de Nidia?
“Eso es algo que no pudimos saber”.
Nota final
Dan murió quemado en un incendio del penal. Ricky envejece en la Penitenciaría de varones de Támara. La camioneta roja la encontraron en un car wash. A Byron lo siguen buscando