TEGUCIGALPA, HONDURAS.-
VISITA. El general de la Policía, que luce con orgullo los cuatro soles en sus hombros, no se mostraba muy contento en ese momento. Las noticias eran cada vez más alarmantes, y sangrientas, y algo se atoraba en su garganta.
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Cuando empezó a hablar, después de que le sirvieron bocadillos, y un vaso de té helado, dijo, como si quisiera sacarse algo de muy adentro, y que lo estaba asfixiando desde hacía algún tiempo.“¡La Policía está castrada! -exclamó.
Cualquiera le grita a un policía; cualquiera lo insulta, y hasta se atreven a golpear a los policías. Y ellos no pueden hacer nada para defenderse porque los delincuentes deben ser tratados con la delicadeza que se trata a una novia. Y eso debe terminar”.
Mientras hablaba, un cortejo formado por centenares de personas llenaba las calles de Yuscarán en dirección al cementerio. Iban a enterrar a la última víctima de la irresponsabilidad, mezclada con alcohol.
Y lejos de allí, entre los gritos de dolor de dos niñas pequeñas, enterraban a una maestra que murió ametrallada por asesinos sin piedad, que “peleando tierras”, mataron a muchas personas.“
Ya no importan los números -me dice el general-; ya no importan las víctimas. Hoy masacran a varias personas en una calle de Comayagüela, mañana a muchas más en una carretera oscura y solitaria; en la tarde, un criminal le quita la vida a balazos a un hombre y a un perro, y un salvaje quema viva a su esposa, en un ataque de celos... ¡Y, en medio de todo esto, le exigen al ministro Sabillón que resuelva todo este desastre en setenta y dos horas! ¿Ha visto usted ingenuidad más grande, Carmilla?”En la televisión pasan las imágenes de los entierros; la tristeza se siente, se siente el dolor, un dolor que será eterno.
Los huérfanos lloran, los ancianos lloran, los amigos se desesperan. Y, mientras tanto, la más grande inocente del país le exige a la Policía resultados en setenta y dos horas.
“Le exigen resultados al ministro -agrega el general-, y no le dan dos cosas esenciales para que el hombre derrote a la criminalidad en escasos tres días; en tres escasos días: una varita mágica y los poderes de Superman.
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Pero le han quitado el presupuesto, no hay ni viáticos para que la Policía haga un cateo fuera de la ciudad, y, aparte de esto, quieren que haya paz y tranquilidad en Honduras en setenta y dos horas”.
Los hombres llegaron en dos vehículos al hotel de la primera avenida de Comayagüela. Fueron de cuarto en cuarto sacando a la gente que buscaban. Y en la calle, los ametrallaron sin piedad.
Y allá, en la sombra de la noche, los asesinos esperaban a que el pick up Toyota se acercara... Los estallidos de los disparos rompieron el silencio de la noche... Gritos, desesperación, sangre... Cabezas destrozadas, un muerto sobre otro... Y, apenas un poco de tiempo después, un Inspector de la Policía y una Clase son atacados a tiros por delincuentes... Y es que la orgía de sangre y de muerte ha regresado a Honduras
. Nadie está a salvo. Nadie respeta la vida. Las promesas se diluyen día a día en una realidad que se tiñe con sangre y con lágrimas, y la varita mágica para hacer milagros no aparece por ningún lado.“Estamos en el país de la Muerte -dice el general-; el país de la sangre. Aquí, el narcotráfico volvió como si regresara a su propia casa, después de que el presidente Juan Orlando los persiguiera hasta extraditarlos y quitarles bienes y dineros mal habidos.
Pero, ahora, vuelven las avionetas cargadas de droga, y esto genera más violencia, más muertes, más miedo...”Hace otra pausa, bebe un poco de té, y agrega:“Y el crimen organizado no descansa. Allí tenemos muchachos trabajando con las uñas contra el crimen cibernético, contra los fraudes electrónicos, contra los depredadores de niños y niñas que andan a montones por internet.
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Tenemos policías buscando a violadores en serie, a sicarios, a traficantes, pero los resultados que tenemos son menores cada vez, porque no hay dinero. ¡No entendés que no hay dinero? ¿Cómo puedo explicarte que no hay dinero? ¡Conseguílo vos, pues!”Se ríe, pero de vergüenza; porque de vergüenza también se puede reír.“Ochenta millones para Venezuela -exclama-, pero no hay medicinas en los hospitales.
¡Qué bonito!” “Ese es un tema que no se toca en esta sección, general -le digo-; es Selección de Grandes Crímenes”.“¿Y es que no es un crimen tener a millones de enfermos pobres sin medicinas mientras ellos derrochan el dinero a manos llenas? ¡Claro que es un crimen! El crimen más cruel de los últimos tiempos”.
CATARSIS
Después de una pausa, en la que palpitaron con fuerza las venas de su cuello, dijo:“Fíjese que los delincuentes han evolucionado de una forma increíble en Honduras, y debería escribirlo para que los ciudadanos honrados tengan más cuidado con sus cosas”.
Bebió un nuevo trago de té, mordisqueó un pastelito de carne, y dijo:“Hace una semana, un amigo me llamó para que le ayudara. Estaba desesperado porque le habían robado más de trescientos mil lempiras... ¡de su cuenta de ahorros!”
“No lo entiendo, general”.“Verá, Carmilla... Los nuevos ladrones son ultramodernos. Mi amigo, después de trabajar, se fue a una canchita a jugar fútbol.
Lo hace varias veces a la semana, mientras pasa el tiempo en el que tiene que ir a traer a la esposa al hospital donde trabaja. No se fijó que cuando llegó al parqueo de la cancha, un carro iba cerca de él, y se estacionó cerca, a unos tres metros de su carro. }
Bajó, cerró la puerta, y apretó el control de la llave para asegurarlo, o sea, para ponerle llave. Hasta aquí, todo bien. Jugó, se bebió un par de cervezas, regresó al carro, y fue por su esposa.
La señora le dijo que pasaran comprando comida, porque no quería cocinar esa tarde, y fueron a un restaurante Kentucky. Pidieron, y, cuando le tocó pagar, no encontró su tarjeta de identidad y su tarjeta de débito.
Las buscó por todas partes, y, al no encontrarlas, le dijo a la muchacha que le iba a hacer una transferencia... No sé qué le dijo la muchacha, pero la verdad es que, cuando revisó su cuenta de banco en el celular, se quedó de una pieza.
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No tenía ni un lempira. Pero ya era de noche para ir al banco a averiguar qué es lo que había pasado. Por eso, pasó una noche horrible. Al día siguiente, se dio cuenta que le habían robado...”
“Pero ¿cómo pudo ser eso?” -preguntó.“Pues, mire usted... Hizo retiros anoche; muchos retiros... En varios POS... Hasta dejar en cero la cuenta”.
El general suspiró.“Mi amigo casi se desmaya. Vio las horas de los retiros, y en ese momento él estaba jugando fútbol, y esperando a su esposa a la salida del Hospital Escuela. O sea, que él nunca pudo haber hecho esos retiros”.
VIDEOS
Un equipo de agentes les explicó qué es lo que había pasado. Pero, para estar seguros de que les creerían, fueron a la cancha de fútbol y pidieron los videos de las cámaras de seguridad. En uno de ellos encontraron lo que buscaban.
El hombre se acordó en ese momento del carro que se estacionó cerca del suyo, en la cancha. Un muchacho, joven y bien vestido, con un tatuaje en el dorso de la mano derecha, apuntaba hacia el carro un aparato.
“Con este aparato escanearon el código de la llave de seguridad de su carro -le explicaron-, y una vez con el código, lo abrieron, entraron, y se llevaron su tarjeta de débito y su tarjeta de identidad...
Lo demás, fue fácil para ellos, porque tienen cómplices en muchos establecimientos que cobran electrónicamente... Y detrás de estos delincuentes es que hemos andado desde hace unos seis meses, pero no tenemos suficientes recursos, y no es la primera vez que estos hombres le roban así a la gente”.
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OPERATIVO
La víctima ofreció carro, combustible y viáticos para que los agentes buscaran por cielo, mar y tierra a los delincuentes.
Yo le pregunté:“¿Por qué hacía eso, si se supone que su dinero está asegurado, y que el banco se lo va a devolver?”
“Porque quería que detuvieran a esos hombres y para que no siguieran haciéndole daño a más y más gente... Y porque, como él mismo dice, porque ya está llegando el día en que los hondureños tenemos que hacernos justicia por nuestra propia mano, ya que nadie nos da respuestas, la inseguridad es peor cada día, los propios policías tienen miedo, y aquí solo se confía en la Policía Militar, porque, dicen, que con esos nadie juega...”
Con la ayuda de los videos, se identificó al muchacho que escaneó el código de seguridad de la llave del carro, y le dieron su foto a algunos informantes de la Policía, informantes que están a la espera de que haya dinero en la institución para que les paguen lo que ellos se ganan dándoles información sobre los delincuentes que conocen a los agentes.
“Estamos cerca de ellos -dice el general-. Están identificados, y ya sabemos quién es el dueño del carro. Pero como los fiscales están en huelga no podemos actuar todavía.
A ver quién tiene el poder para arreglar esta situación en setenta y dos horas. A ver si ella tiene la varita mágica para que el pueblo vuelva a tener la seguridad de antes... Y, mientras eso pasa, seguimos enterrando a gente inocente, los criminales siguen matando sin piedad, e impunemente, y los policías siguen cayendo como moscas ante los asesinos porque, como nos castraron hace tiempo, nadie respeta a la Policía... Y nadie la hace respetar... Y eso es una vergüenza.
¡Pobre Honduras pobre!, donde el Crimen se pasea como en un campo de batalla, con decenas de muertos cada día... Pero tenemos setenta y dos horas para arreglar este caos, que ellos mismos han permitido...
Estas son verdades incómodas, Carmilla; pero EL HERALDO es la verdad en sus manos, y por eso decimos aquí esta gran verdad”.
Hace otra pausa, se acomoda en el sillón, y dice:“Ahora le voy a contar otro caso... Lo resolvió la DPI, con las uñas, pero lo resolvió. Es el caso del violador de viejitas de Ojojona”.