TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Si usted desea permanecer 30 años en prisión, róbese tres gallinas, un huevo y tres tortillas; si quiere ser ensalzado péinese el país y punto.
Por estas tierras donde la justicia pinta color rosa para un minúsculo pero fuerte tajo de corruptos, crucificar el crucifijo es “normal”, un “acto de devoción” al Creador “venerado” por sucios (as) en tiempos de angustia y ultrajado cuando, ebrios de poder, roban insaciables lo que “juran” es sagrado. Calzan oro, despedazando a los descalzos.
Por doquier, sinfín de almas nos increpan, otras hasta nos juzgan del por qué no reñimos los mandos que premian en lugar de penar duramente a ladrones del fisco. Aquí, es un “don” atracar al Estado. Oír de escándalos de corrupción, narcotráfico, lavado de activos en manos de grandes ya no es noticia, es un hecho común, grandilocuente de inteligentes.
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Churro
Viejos bichos del mundo empresarial y político seriamente salpicados por chorro de vilezas desde los años 70, hoy presumen decoro, jugando con mentes débiles o nuevas generaciones que ignoran sus pasos oscuros, sus esquirlas de pus. Décadas sorbiendo la teta estatal con sus hijos, primos, esposas, amantes y testaferros, pero “el cizañero soy yo”.
Desde Roberto Suazo Córdova (relevando huellas militares) la pudrición no cesa, mientras en ruines púlpitos los consagran para, en el nombre del padre y del hijo, robarse el pisto a toneladas, a tapadas o cínicamente, pero “el ladrón soy yo”. Callejas colmadas de flores madurándose para dar paso a una cuarta de vividores más mortales que el coronavirus.
Todos ofrecen un “cambio”, farolean que “urgen por el bien de la nación” y así roban la ración de comida, los trapos de pinches camillas. Arroz y frijoles para el haraposo y caviar para el tramposo.
Periodistas besaron la cuarta de aquel, a gritos “juraron” odiar el sistema y, ahora, juntos, tragan la torta maloliente. Domaron sus picos con publicidad, pero “el maleante soy yo”.
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Cobardes
Puros cuentos tramados en sucios entarimados. Financistas, políticos y su grupo de reporteros (vacas sagradas, bravuconas, otros ya muertos con todo y su altivez) siguen robándose el país, elección tras elección, diáfanas o no, pero “el perverso soy yo”.
Nadie asume, por codicia o cobardía, que poco a poco se tragan la nación. El ladrón se sueña digno, nos exige respeto.
De todas formas, ellos, sí, los de arriba, llenos de leídos y cronistas, saben que no irán presos veinte o treinta años. Eso le toca al pillo de las callejas catrachas. En sus estúpidos shows dicen ser “perseguidos políticos” de rivales o de partidarios. Meten escritos para sacar de la “cárcel” a sus reyes o reinas. De ribete, policías, para cuidar que ninguna chusma ofenda sus ofensas.
En el poder mintiendo y robando. Al cesar su paseo por la celda, salen igual o peor de malignos, preñados de cinismo, cargando cruces en sus muñecas, en el cuello, en los tobillos para verse purificados. Burlarán su ley, su retrete donde anulan sus penas, pero en el tiempo de Dios a cada quien le aguarda su azote.
Si ustedes no han robado, no son narcos ni lavadores de pisto sucio, alejen temores, enciérrenme de por vida que “el delincuente soy yo”. Ah, y no llevaré crucifijo, el Todopoderoso no merece más tortura.
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