Siempre

El artículo de Octavio Carvajal: ¡Sin pulmones!

Chorro de hondureños odia usar mascarilla y guardar la distancia. No aprenden lecciones a un año de vivir en desasosiego.

07.03.2021

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Ni dudar que el coronavirus seguirá áspero con un humano retador e ignorante. En cien años nada más mortal que este holocausto. Mata a ricos y pobres por igual sin mimos ni piedad. A un año de sufrirlo, poco o nada hemos aprendido de su severa y tóxica lección. Maldecimos o tiramos la mascarilla y nos atontan las parrandas caseras o callejeras libertinas.

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¿Qué nos está pasando? Cambiamos o nos inmolamos. Tenemos al mundo patas arriba y, fríos, inquirimos por qué está ardiendo. En diciembre de 2019 explotó el mal desde Wuhan, China y, por lo que vemos y leemos, personas de todo estrato y de cualquier lugar de la Tierra, siguen altivos, no dan crédito a la plaga. Eso es invento, gritan de un lado y de otro.

Cambios

Tras sendos análisis, científicos afirmaron que su segunda oleada sería peor y así fue. Desde la primera, Europa y el norte, pese a su poder económico y “sanitario” no paran de tronar. De inicio morían miles mayores de 50 años. Y las víctimas no cesan. Ya no importa su edad, su obesidad, diabetes, entre otros males. Está feroz, inescrutable. La ciencia no atina cómo mermar sus serios cambios.

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Dureza
Es tan diminuta la pandemia que millones dan “negativo” en pruebas “creíbles” y sus pulmones resultan con daños severos de neumonía.
Un médico español, en lecho de salvación, con toda su familia enferma, subió un video que se hizo viral y en donde afirmó: “Esta enfermedad es del demonio, no te imaginas qué es esto”. De él, así como millones de infectados en el mundo, no se volvió a saber si sobrevivió o no junto a su parentela. Su contagio es una trituradora de vidas.

En cualquier rincón de la Tierra hay más de un caso de coronavirus visible o asintomático atendido o no por doctores. Hilo de personas se recupera de puro milagro o muere en hospitales o casas particulares. Estamos frente a un fenómeno que cada día se torna más intratable. Los expertos desmayan ante su carnicería e igual, presagian otra plaga peor en Wuhan sin revelar fecha.
Afán
Y en medio de sinfín de titubeos, luchas, desvelos en clínicas, laboratorios, hogares, en cúpulas políticas y empresariales por atinar su cura o aplacar su dureza, la extraña y, de pronto apocalíptica enfermedad, sigue imparable en su silencioso ataque que derrumba las economías más poderosas y nos lleva a una recesión sin precedentes.

Versión
El nuevo mal que sitia Inglaterra “va a barrer el mundo con toda probabilidad”, dijo a la BBC Sharon Peacock, jefa de la firma Covid-19 Genomics UK.
El mal le sigue clavando coronas a millones de vidas y al bolsillo de propios y extraños. Troza empleos y sueldos. Curiosamente, el dólar pierde poderío frente a otras monedas, en especial de Latinoamérica. Los alimentos y medicinas en general suben de precio todas las semanas. Es una contracción que nos deja atónitos y al mismo tiempo frescos. En los próximos dos años, sus secuelas, a nuestro juicio, serán fatales en todo aspecto.

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Aquí, los hospitales están a reventar, los médicos y enfermeras se nos mueren a diario mientras la gente reniega por la mascarilla, incumple normas, es libertina (como en todo lugar) y, los políticos, igual que la pandemia, están desatados deseando el voto para los próximos comicios, citándose en sitios sin aire o totalmente encerrados. Resultados: más contagios, más muertes.

Cura

Sueños
Aquí, las vacunas están en veremos y los hospitales móviles sirvieron para llenar bolsos ajenos, así que métase la mascarilla, le guste o no.
El caos es colosal. No obstante, el atraso y la codicia, como siempre, no conocen límites, aunque pareciera, sin invadir territorio científico, que esta peste crece o no, y/o es más agresiva según el ADN (genética) del cuerpo humano. Esto, nomás, es nuestro punto de vista. Los versados son quienes buscan revertir la plaga que embiste con nutridas variantes.
Medio mundo cacarea remedios ante una partícula microscópica caótica que nos tiene de correr en todo el mundo. La pandemia arrinconó a numerosos científicos, los tiene en el voladero. Ninguna vacuna es efectiva en el 100% y, de paso, la población mundial requerirá de, por lo menos, dos dosis, sin garantizarle su inmunidad total.

De remate, las tormentas invernales retrasan la entrega y vacunación masiva en Estados Unidos, afectando a países como el nuestro donde, por un lado, urgimos la cura (inyección) y por el otro, nos embrujan los jolgorios en los que, al calor de los tragos de licor, se convierten en serios focos de contagio. ¡Sodoma y Gomorra!

Así estamos. Nadie, ni mucho menos un simple mortal de estas tierras tiene la varita mágica o el antídoto contra el coronavirus. Después de empinar el codo, seguro que en veinte días nos empinan las coronas sin tientos ni rezos. Sin educarnos, perderemos los pulmones humanos y económicos.

Hechos

Los autores de inyecciones contra la plaga idean mil formas de variarlas por las temibles mutaciones que presenta. Su modelo es atípico.

Ojo

Cada minuto, cientos de miles se infectan de coronavirus en el mundo. En Honduras, treinta o más personas mueren diariamente, pero nadie cree.

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