Siempre

El debate continúa: respuesta a Allan Núñez

La búsqueda de un arte latinoamericano no es solo caracterizar la particularidad de una forma, es también una búsqueda de nuestro existir, de nuestro ser histórico

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12.03.2021

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Allan Núñez ha publicado en este espacio dos sendos artículos: el primero bajo el título “Una bienal bajo el volcán” y el segundo “Marta Traba o la búsqueda de una voz propia”; ambos trabajos derivan de las reflexiones que se dieron en el contexto de la I Bienal Centroamericana de Pintura, realizada en Costa Rica en el año 1971.

Desafortunadamente en nuestro medio, salvo honrosas excepciones, no hubo mayores reacciones en el campo artístico e intelectual. Lástima, porque estos trabajos, por el debate que involucraban, merecieron mayor atención.

En el primer artículo el crítico hondureño desliza las interioridades de la bienal y la agreste polémica que se dio entre un sector de artistas y el jurado integrado por Marta Traba, José Luis Cuevas y Fernando de Szyszlo.

El centro de ese debate estuvo signado por el cuestionamiento del jurado a la participación costarricense a quienes acusó de presentar una estética de arte abstracto sumisa a los valores europeos.

Marta Traba fue quien estuvo a la vanguardia de ese cuestionamiento, su postura no es casual, es el producto de sus reflexiones sobre el arte latinoamericano entre las décadas de 1950-1970, que condensó en un texto llamado “Dos décadas vulnerables en las artes plásticas latinoamericanas”.

En el segundo artículo Núñez ahonda en los planteamientos de Traba, toma partido y asume una postura en la que, siguiendo a la crítica argentina, le da la razón y postula la necesidad de que el arte de la región busque su voz propia, que afirme su propio decir desde el arte.
Núñez destaca la necesidad de que lo local dialogue con lo internacional construyendo su propio lenguaje y teniendo como referente la historia cultural de nuestros países o de la región centroamericana.

Se aproxima a Traba con emoción y convicción y, aunque no aborda los diferentes momentos de su pensamiento, sí logra evidenciar la esencia de sus reflexiones críticas: resistir desde el arte y la cultura a lo que ella llamó colonialismo cultural norteamericano y occidental.

Gunther Gerzo, “Estructuras antiguas”, 1955. La obra se inserta en los vestigios arquitectónicos precolombinos pero es tratada con un lenguaje constructivista moderno.

Gunther Gerzo, “Estructuras antiguas”, 1955. La obra se inserta en los vestigios arquitectónicos precolombinos pero es tratada con un lenguaje constructivista moderno.

Las grandes preguntas que siguen en debate

Entre el 27 y el 29 de octubre de 1975 se desarrolló en la Universidad de Austin, Texas, el Simposio de Arte y Literatura en América Latina.

Este simposio propuso un temario que se organizó alrededor de cinco preguntas: (1) ¿Existe el arte latinoamericano contemporáneo como una expresión distinta? Si existe, ¿en qué términos tiene lugar?, (2) ¿Puede el artista latinoamericano producir independientemente de los intereses extranjeros?, (3) ¿Qué modelos operativos tiene el artista latinoamericano a su disposición: corrientes internacionales, movimientos indígenas, o cualquier otro recurso?, (4) ¿Hasta qué punto el artista latinoamericano responde a sus circunstancias inmediatas: comunidad, recursos plásticos o cualquier otra circunstancia?, (5) ¿Es cierta la queja de que la falta de crítica en América Latina obliga al artista a buscar respuestas en otros medios?

En cierta forma, este conjunto de preguntas reactualizaba un conflicto al interior de la misma modernidad: el debate entre la cultura autóctona y el carácter internacional de la cultura moderna.

Yo agregaría otra duda: ¿A qué principio ético debería responder lo estético entre los artista de la región? Esta pregunta enfrenta otro dilema de la modernidad artística y cultural, cuyo debate no se ha cerrado: ¿Deben los artistas dirigir su producción por un “deber ser” dictado desde afuera de su propio imaginario, o, por el contrario, deben moverse con absoluta libertad?

A criterio de Fabiana Serviddio (Arte y crítica en Latinoamérica, pág. 258) para Traba, “el artista debía responder a los intereses de su comunidad, prestar un servicio social y no convertirse en un juglar que divierte y entretiene”.

Artistas como Fernando de Szyszlos y el crítico Damían Bayón, entre otros, sostenían lo contrario, argumentaban que el artista debía tener libertad para elegir su propio camino, apropiándose de aquellos valores internacionales que mejor convinieran a su poética, sin estar atados a un “deber ser” que no fuera su propia creación.

En un encuentro latinoamericano de artistas en Santiago de Chile, organizado en ocasión por el Museo de la Solidaridad, una de las conclusiones refería justamente a este punto: “el arte revolucionario no debía corresponder a ningún estilo en particular, ni responder a ningún programa”.

Joaquín Torres García, “Arte constructivo”, 1943. La pieza dista mucho del constructivismo europeo; aun cuando se aleja de los referentes figurativos, no existe esa fría racionalidad que evidenció al proyecto occidental.

Joaquín Torres García, “Arte constructivo”, 1943. La pieza dista mucho del constructivismo europeo; aun cuando se aleja de los referentes figurativos, no existe esa fría racionalidad que evidenció al proyecto occidental.



La necesidad de interrogarnos

No es posible responder ahora a las interrogantes planteadas en el apartado anterior, el espacio es corto y aún no ocupa mi tiempo hacerlo.

Solo aspiro a que la inquietud florezca, a que el espíritu de investigación de nuestros historiadores, antropólogos, filósofos, sociólogos, críticos y artistas se sienta comprometido con el devenir de nuestra producción cultural y artística tal como lo soñó Juan Acha, quien llamó a construir una teoría para interpretar el arte latinoamericano.

Esto último es lo valioso de estos artículos escritos y publicados por Allan Núñez en El Gran Vidrio, en ellos hay un intento por traer al tapete de la discusión una cuestión esencial para el arte centroamericano: ¿Qué es lo visual centroamericano dentro del arte contemporáneo producido en las últimas décadas? Esta interrogante nos lleva a plantearnos algo más específico relacionado con lo hondureño: ¿Cuál es el destino de nuestro arte en un país que no culminó su modernidad y que no ha podido redefinirse en este contexto de contemporaneidad vacío y culturalmente violento?

Es importante señalar cómo el arte puede generar reflexiones, no solo dentro de su matriz visual o formal, también tiene la capacidad de estimular reflexiones profundas en otras áreas de las ciencias humanas y la cultura en general. La pregunta por el arte es, del mismo modo, una pregunta por la existencia y la trascendencia del ser.

El arte hondureño debe interrogarse sobre las bases materiales y espirituales que han constituido sus valores estéticos, asimismo, debe responder en qué medida esta producción ha interpretado o interpelado el complejo contexto histórico-cultural que lo ha generado. No es posible seguir haciendo arte por el simple interés de mover un mercado o satisfacer una clientela, estamos frente a un proceso que en gran medida define la imagen de lo hondureño en el mundo, por lo tanto, estos debates deben asumirse con absoluta seriedad.

La responsabilidad institucional

Pienso que estos artículos publicados por Allan Núñez plantean un reto a las instituciones del país encargadas de promover el arte y la cultura; se trata de repensar el arte en un contexto de globalización capitalista que proyecta problemas nuevos a la producción artística, distintos a los que se debatieron en los encuentros y simposios de los años 60 y 70.

La ferocidad mediática ha desdibujado hasta lo impalpable la diferencia entre lo artístico y lo no artístico.

Vivimos en un mundo sin parámetros que no solo corroe lo estético, también disuelve toda referencia ética y moral, en ese contexto, las academias y los centros culturales deben poner su acento en la producción de un pensamiento crítico e independiente que ayude a redefinir los valores estéticos que requiere la cultura hondureña en un mundo que nos ha convertido en un pobre subproducto de occidente.