Aristóteles y Alejandro Magno: dos personajes históricos cuyos nombres tienen un peso específico por separado, confluyeron en un tiempo especial y desempeñaron el papel que les hizo inmortales. Uno fue filósofo; el otro, un civilizador y conquistador de mundos que no se conocían. Sus vidas se encontraron y Alejandro fue discípulo de Aristóteles.
¿Imaginen ser alumnos de Aristóteles?, ¿y ser profesor de Alejandro Magno?
Los griegos consideraban a los macedonios unos bárbaros, pero los textos y testimonios indican que sus monarcas fueron unos grandes amantes y patrocinadores de las bellas artes griegas. Fueron mecenas de pintores, escultores y de grandes poetas.
Filipo II de Macedonia, padre de Alejandro, destacó como uno de los grandes mecenas y precursores del arte y la cultura griegos; y quiso que su hijo y heredero tuviera una educación enmarcada en la tradición griega.
Corría el año 343 a.C. cuando Filipo II confió la educación de su vástago de 13 años al filósofo más grande de la época: Aristóteles, que se haría cargo de su educación durante tres años.
Aristóteles tenía cierta relación con Macedonia. Su padre, Nicómaco, había sido médico en la corte de Amintas III, padre de Filipo y abuelo de Alejandro. Nicómaco pertenecía a la familia de los Asclepíadas, que se consideraban descendientes del dios Asclepio, fundador de la medicina y cuyo saber se transmitía de generación en generación.
Ello hace pensar a algunos autores que Aristóteles había sido instruido desde pequeño en los secretos de la medicina, y que de aquí le vendría su afición a la investigación experimental y a la ciencia positiva. Según Plutarco, Aristóteles inspiró a Alejandro su afición a la medicina; en algunas de sus cartas, prescribía medicamentos y regímenes a sus amigos.
Además se sabe que Filipo mantuvo una estrecha relación con Platón, maestro de Aristóteles.
Así pues, el hombre con mayor amplitud de miras del mundo sería el maestro del que habría de convertirse en su mayor conquistador.
Alejandro pasó tres años al lado de una de las mentes más infatigables y de intereses más amplios que jamás haya existido. Resulta muy difícil estar de acuerdo con Bertrand Russell cuando considera que la influencia de Aristóteles sobre Alejandro fue nula: “En conjunto, el contacto entre Aristóteles y Alejandro fue estéril, como si hubieran vivido en mundos distintos”.
Parece imposible creer que el pensador más profundo y enciclopédico de la antigüedad, el que estableció las bases del pensamiento europeo, no influyera ni un ápice en un discípulo, aunque este fuera hijo del mismísimo Zeus y el domador de Bucéfalo.
Así se educó Alejandro
Según Werner Jaeger, para abarcar el concepto griego de paideia deberíamos usar a la vez expresiones tales como civilización, cultura, tradición, literatura o educación, ya que cada una de ellas por sí sola solo expresa un aspecto del concepto griego.
La paideia propuesta por Aristóteles es un proceso de formación integral y gradual del ser humano, a desarrollar a lo largo de toda su vida. Implica abrir caminos interiores, a través de la búsqueda del conocimiento de uno mismo y la filosofía moral, práctica consciente de las virtudes morales; y caminos exteriores, invitándonos a ejercitar nuestras capacidades intelectuales para extraer todo el caudal de conocimientos adaptándolo, con sentido práctico, a la época que vivimos.
Aristóteles consagró su vida a la formación integral del ser humano, a una verdadera educación del espíritu, y durante los tres años que estuvo con Alejandro intentó cimentar el carácter de este en la ética y la práctica de las virtudes.
Aristóteles sabía que estaba formando las ideas del heredero del reino europeo más poderoso de la época y, según Manley P. Hall, “ Aristóteles enseñó a su discípulo que si un día no había hecho algo bueno, ese día no había reinado”.
Se dice que Alejandro, durante su conquista, siempre llevaba con él una “Ilíada”, regalo de Aristóteles, que según dicen se sabía de memoria.
Como nos dice el profesor Giosef Quaglia, el amor de Aristóteles para con los mitos es una idea muy poco conocida, aunque son muchas las referencias que hay en sus escritos. Precisamente en su “Metafísica” hay una cita muy elocuente: “El que ama los mitos es en cierto modo un filósofo, pues el mito se compone de elementos maravillosos”.
Podemos deducir que para él los mitos están constituidos por elementos que llevan al eje de su paideia: la filosofía.
Aristóteles veía el poder del alma griega en el heroísmo, y lo inculcó en Alejandro, que luchó conduciéndose como si fuese el propio Aquiles.
Según Plutarco, Alejandro quiso a Aristóteles casi tanto como a su padre, de este último había aprendido a vivir, y de Aristóteles, a vivir bien, con ética y filosofía.
La comunidad de ideas entre ellos duró mucho tiempo. Aristóteles le enseñó los límites del mundo entonces conocido, y Alejandro fue en su búsqueda y le mostró que el mundo era aún mayor. Tuvieron una fluida correspondencia e incluso Alejandro le enviaba toda suerte de animales, vegetales, minerales, libros… que ayudaron a Aristóteles a sistematizar las ciencias y crear una biblioteca.
La muerte de Alejandro
Para entonces Aristóteles se encontraba en Atenas y ya había fundado el Liceo.
Cuando murió Alejandro en el 323 a.C., los atenienses se sublevaron contra los macedonios y Aristóteles, amigo de las máximas autoridades macedonias, fue acusado de impiedad. Y decidió marcharse diciendo que quería salvar a los atenienses de “pecar dos veces contra la filosofía”; la primera vez fue la condena de Sócrates.
A la muerte del filósofo, sus seguidores continuaron con el estudio sistemático de las leyes y las constituciones. Parece ser que su ayuda fue muy importante para los primeros Ptolomeos en la Alejandría de Egipto, sobre todo sus consejos sobre las leyes del reino, la fundación de la gran Biblioteca y el Museo.
Ptolomeo, uno de los grandes generales de Alejandro, fue el fundador de la dinastía ptolemaica.
El gran poeta Dante Alighieri dijo de Aristóteles que era “el maestro de nuestra vida”.
Es fácil imaginar que Alejandro absorbiera algún destello de la luminosidad de Aristóteles; seguramente, para él sí que fue el maestro de su vida, el que le abrió el apetito de saber y la curiosidad de conocer; el que inspiró y modeló su carácter y genialidad, para ser el líder que fue y convertirse en el mito que es.
Como dice Plutarco, “Aristóteles le infundió el amor y el deseo hacia la filosofía, que nunca se borró de su alma” . Uno de los regalos más preciosos que puede hacerte un verdadero maestro.