Siempre

El optimismo de Javier Vindel

”Proyecto H y otros cuentos”, la serie de relatos singulares que reseñamos esta semana

09.02.2019

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Los 20 relatos que reseñamos hoy se mantienen en una especie de limbo entre la literatura y alguna cosa aún no definida.

Es innegable que Javier Vindel, el autor de “Proyecto H y otros cuentos” (2005, ABC Editores), es un escritor que busca crear metáforas novedosas, dominar el lenguaje para jugar con él, que su narrativa aspira a una loable originalidad y que trata de establecer con ella un diálogo con la literatura y la cultura universales. La forma en que lo hace, sin embargo, no siempre soporta el peso de estas pretensiones.

Algo que destaca en estos cuentos son las comas caprichosas e inútiles. A este curioso mecanismo de innovación lingüística se agrega un particular sentido de la intertextualidad que obliga al autor a maltratar a sus personajes asignándoles nombres como “Cástor y Pólux” (p. 43) o “Dr. Planck” (p. 58), y una inefable insensibilidad ante el ridículo que le permite el empleo de “¡Santos semáforos!” (p. 22), “floral y acongojada existencia” (p. 37) y otras expresiones de sublimidad parecida.

La buena literatura
Entre estos cuentos estrambóticos hay dos que merecen especial atención porque rozan de manera excepcional la buena literatura. El primero de ellos es “Caperucita roja”.

El escenario del cuento clásico se cambia por la ciudad, Caperucita es una adolescente vendedora de frutas y el Lobo Feroz una especie de potentado pervertido y miserable. A un buen narrador le bastaría el título y la situación para hacernos ver que estamos ante una recreación. Vindel prefiere martillarnos constantemente que leemos sobre el Lobo Feroz y Caperucita.

Hay que reconocer, sin embargo, que el relato tiene una atmósfera de peligro y vileza lograda con habilidad narrativa, que algunas descripciones son vívidas, impresionan, y que el autor juega eficientemente con los prejuicios y la morbosidad del lector hasta llevarlo a un final decepcionante.

El principal problema aquí es que el desenlace es tan sorpresivo que parece de otro cuento, los elementos narrativos no están organizados de tal manera que permitan justificarlo. El segundo relato excepcional es “El libro”, hecho con una intención narrativa que imita a Cortazar y a Borges.

Aquí Matusalén Galdámez de la Rosa encuentra un libro sobre su vida, escrito por lo que él cree que es un homónimo. En el texto lee cosas de su presente y su pasado. La curiosidad lo lleva a las páginas finales para conocer el último momento de su vida.

Ahí encuentra que muere por lo que parece ser un ataque cardíaco, mientras lee un libro, y se desploma definitivamente. Todo el cuento está construido con inteligencia narrativa.

Algunos de estos relatos coquetean eficientemente con los textos de superación personal: “La máscara” y “Apuntes del diario de una flor”, por ejemplo.

Este optimismo alcanza su máxima expresión en la página 136, donde se le pide a un hipotético lector que al terminar el libro “comprés otro u otros y lo o los regalés”. Siguiendo esta inocente sugerencia mercantil, usted podría vengarse de su peor enemigo.