TEGUCIGALPA, HONDURAS.- América Latina últimamente revive varias interpretaciones sobre las filosofías libertarias.
Estas ideas se sitúan en la corriente política del liberalismo y promueven que se garantice la libertad individual (incluido lo moral), el derecho y respeto a la propiedad privada, y como pilar fundamental, la generación de recursos a través de la economía de mercado.
Este pensamiento se desarrolló en la época de la Ilustración a mediados del siglo XVIII.
Sin objeciones, dicho pensamiento fue indispensable para alcanzar cierto equilibrio en las fuerzas políticas del mundo y posicionar a los individuos de aquellos días en el centro del poder político, social y económico y también darle relevancia a los espacios culturales, artísticos y científicos como transformadores sociales.
Visto lo anterior, la Ilustración y sus corrientes de pensamiento principalmente en lo político fueron un paso indispensable para salir de las tinieblas y dar luz a nuevas tendencias de actuar y pensar de la humanidad.
Aquella época fue marcada por la búsqueda del reconocimiento y la garantía de derechos fundamentales de la persona, como una divisa del estudio de las corrientes de pensamiento liberal.
Dicho estudio resultó de los aportes políticos y filosóficos del francés Montesquieu, del inglés John Locke o el escocés Adam Smith, todos iniciadores de teorías que cuestionaban la creencia de que un grupo determinado podía imponer sus deseos sobre otros por asuntos vinculados a la monarquía o por religión. Uno de los principales pensadores de estas teorías fue Immanuel Kant, el más prominente entre los liberales alemanes.
Las ideas provenientes del liberalismo democrático, más allá de las ideas libertarias, buscan establecer en el sistema político de gobierno valores como la tolerancia y el pluralismo político; en este ideal, las ideas sociales y políticas diferenciadas, inclusive las extremas, pueden coexistir y competir por el poder político siempre en el marco del respeto a la democracia.
Las consideraciones y condiciones históricas que dieron origen a los progresos políticos, filosóficos, económicos y sociales de la humanidad y que hoy, aún son respetables, y, además, constituyen un aporte del liberalismo, deben situarse y hacer contraste con la realidad y el contexto actual.
En estos tiempos, las ideas libertarias que pertenecen a la corriente del liberalismo/neoliberalismo, no deberían ser analizadas simplemente desde la frialdad del libre mercado que tanto le agrada a la derecha, o desde la apuesta por la ruptura de valores y principios que han acompañado y enriquecido a la humanidad, y que hoy, en nombre de las libertades individuales, se desdeñan.
Por lo que, al momento de realizar una aproximación a la aplicación real de las ideas libertarias, tendríamos que tener presente que la libertad, la igualdad ante la ley, el respeto a la propiedad privada y la solidaridad, por ejemplo, son derechos humanos fundamentales, ya conquistados, eso sí, no siempre garantizados. Y en ese contexto, en la medida que la sociedad haga la elección de elevar o exaltar un derecho sobre otro, inevitablemente, los otros derechos se verán disminuidos.
En consonancia con la idea anterior, si una sociedad elige un sistema político de gobierno que dé prioridad a los privilegios de ciertos grupos, esto tendrá su alcance y consecuencia directa en la garantía y reconocimiento de los derechos de los grupos que, por lo general, son los más expuestos y los más vulnerables.
Recordemos que la conquista de derechos es universal, no es para priorizar los derechos de la clase empresarial, o la clase política, o de ciertas minorías: son para todas y todos en general.
El primer derecho afectado al priorizar las mal llamadas libertades (una libertad contextualizada) derivadas del libre mercado sin regulación, es precisamente, el derecho de igualdad ante la ley y con ello se profundizan las desigualdades.
Para mayor claridad, se propone un ejemplo, en un sistema como el que anhelan los libertarios, con bases en el sistema neoliberal, donde la prioridad es generar condiciones para dar cabida al libre mercado sin control (el cual ya sabemos que tiene como principal objetivo lograr el máximo beneficio con el menor costo posible), esa condición, necesariamente, conlleva afectar derechos humanos de terceros, en especial de los menos favorecidos por el sistema (hasta convertirse en una indignidad).
A menos que una mano invisible (la del Estado) se dé a la tarea de marcar límites para restringir el deseo de máxima ganancia, propio de esta tendencia que tiene como agravante el menor costo posible.
Esto, para no afectar los derechos de otros, entiéndase, derecho a un trabajo decente, a una jornada de 8 horas y a la protección social.
El hecho de tener controles y limitar la ganancia a lo justo, es uno de los principales puntos que provoca desequilibrio y contradicción en las ideas libertarias, en lo que respecta al mercado, porque ellas pregonan que lo más importante es el beneficio económico sin importar la vulneración de derechos a otros, que generalmente no han podido elegir o no han tenido acceso a oportunidades suficientes.
En definitiva, si no se logra equilibrar los derechos de libertad, de igualdad con respecto al derecho a la solidaridad, las ideas libertarias pueden pasar fácilmente de conquistas a ser abusos...
Por otra parte, debemos entender que el derecho a la propiedad privada no se limita únicamente a lo material, también el espacio personal y el proyecto de vida individual constituyen propiedad privada inmaterial, y lograr su desarrollo es un derecho, pero dentro de los límites que marcan el respeto al proyecto de vida del otro.
Finalmente, no se trata de imponer, si no de que como sociedad y gobierno se pueda alcanzar un equilibrio entre el acceso a los derechos y así evitar profundizar las desigualdades.
Y, por otra parte, que como ideal humano consideremos que efectivamente es posible vivir en responsable libertad y con límites, sobre todo para no abusar, no atropellar a nadie y dar buen ejemplo a las nuevas generaciones, por las que nos debemos preocupar y heredarles la idea de que no siempre es necesario buscar el máximo beneficio, que a veces se puede dar preferencia a la solidaridad y la igualdad con el propósito de mejorar la experiencia humana y no empequeñecerla o empobrecerla con la mezquindad en la búsqueda de la ganancia sin límite.