Con la bata blanca o sin ella, cuando toca trabajo de campo, Laura Leiva, la bióloga hondureña que hace historia en Alemania, pasa horas tras horas detrás del instrumento óptico tratando de estudiar a los seres vivos del mar, su evolución y sus amenazas.
Lo ha hecho durante los últimos 12 años y entre recipientes con muestras, investigaciones y teorías ya destaca en el viejo continente como una promesa de la ciencia.
'Nací para ser bióloga'
La capitalina de vivaces ojos café y tez trigueña apenas tenía cuatro años y ya intuía una conexión mágica con el agua y su diversidad.Aprendió a nadar como una atleta profesional en el club Tiburones de la Villa Olímpica. De lunes a sábado y hasta los 18 años su contacto fue con las piscinas y muchas veces con su dios, el mar.
Dejó de hacerlo hasta que se marchó de Honduras en busca de su sueño profesional, pues en el país no existe una carrera afín.
“Desde pequeña me encantó el mar porque mi papá creció en Tela, tenemos familia en Guanaja y casi siempre pasábamos la Semana Santa en la isla. Fue en uno de esos viajes que me dieron ganas de ser bióloga marina”, cuenta la jovencita a EL HERALDO, medio de comunicación que la contactó en Alemania.
El hecho de nacer en una familia dedicada a la ciencia, pues su padre es dermatólogo y su madre microbióloga, incidió mucho en su vida profesional.
Las horas de clases a las que acompañó desde niña a su madre Rebeca Rivera, catedrática de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), terminaron de influenciarla.
Única latinoamericana en expedición
La preparación de Leiva está puesta a prueba internacionalmente. En agosto de 2018, la bióloga completó una travesía en alta mar para apoyar la investigación de EXXpedition North Pacific sobre la acumulación de plástico en la “isla de basura” en el Pacífico.En la misión solo participan mujeres y Leiva fue la única científica latinoamericana en adentrarse durante siete días, a tres mil millas náuticas, a bordo de la embarcación.
“La primera vez que apliqué yo tenía que pagarlo y como es muy caro les dije, como lo siento pero no puedo ir.
Por suerte a los meses EXXpedition buscó fondos para ofrecer dos becas: una para grupos indígenas de Canadá y la otra era para alguien que viniera de un país en desarrollo. Volví a aplicar y ya me escogieron como científica”, recuerda.
A Leiva todavía se le eriza la piel el recordar lo que vio y descubrió. “En la parte que yo crucé (de Seattle a Vancouver Island) me imaginaba una isla compacta de basura, pero saber que el plástico no solo está en calidad de botellas sino en micropiezas me impactó”.
Lo preocupante, cuenta, es que este plástico en micropartículas menores a cinco milímetros está haciendo mucho daño, pues es difícil verlo, se fragmenta y es más fácil que las ballenas y hasta peces muy pequeños lo estén consumiendo.
“Este consumo puede llevarlos a la muerte porque es tanto el microplástico que los lleva a tener la sensación de que están llenos y entonces no se alimentan, pues su estómago está saturado de plástico”, fueron las conclusiones de su reporte.
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Estudios en Europa demuestran que se ha ido a los mercados, compran peces y después los mandan al laboratorio y encuentran partículas de plástico.
“Lo que hace falta es un estudio que demuestre cuál es el efecto que puede causar en los humanos estar alimentándonos con plástico”, dijo.
La expedición logró colocar en la isla de basura el primer GPS para registrar la ubicación del plástico y estudiar su concentración, bajo un proyecto de la Universidad de Hawái y la NASA.
El próximo año EXXpedition North Pacific dará la vuelta al mundo con la investigación del plástico en los océanos, lo hará por partes porque tardará dos años en completarla.
Leiva ha divulgado su investigación en charlas impartidas en escuelas de Roatán, Islas de la Bahía, con el fin de concientizar a los hondureños del daño del plástico.
“Hago el llamado a la población y al gobierno para controlar estos productos. Yo sé que ya en Utila se ha prohibido el uso de bolsas plásticas, pero no entiendo por qué en las principales ciudades como Tegucigalpa y San Pedro Sula no lo hacen”.
En su calidad de experta ve con preocupación hacia dónde van los océanos si los seguimos contaminando.
“Lo que va a pasar es que la biodiversidad va a desaparecer. Es un impacto devastador. No me imagino el mundo sin el mar, pero si seguimos así nos vamos a quedar sin vida marina en unos 50 años”, advirtió.
Leiva sigue su lucha por conservar la vida marina aplicando detrás del microscopio sus conocimientos en biología, esta vez desde la pequeña isla de Heligoland.