TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Podríamos decir que el famoso Plan Colombia impulsado por el expresidente estadounidense Bill Clinton para frenar el narcotráfico y la guerrilla en Colombia estaría ejecutándose en Honduras bajo otro tipo de artimañas no solo para aplacar el flagelo, sino para capturar narcopolíticos y sus bandas que se han declarado la guerra.
Octavio Carvajal
Hoy calcamos otro de nuestros artículos publicado en octubre de 2016. En estos puntos y comas definimos que los narcopolíticos –en lugar de ser capturados- más bien eran escoltados por las autoridades al estilo del temible capo Pablo Escobar Gaviria cuando sometió a Colombia a un aciago tiempo. Adelantamos que domos políticos bramarían ante la DEA y así ocurrió.
|
En luchas encarnecidas por retener o volver al poder político y económico asoma el “me matas o te mato”. Llevamos casi tres años al hilo donde queda al descubierto una riña verdulera y sin pausa de catrachos que nos hablan de pureza siendo calco del famoso narco colombiano Pablo Escobar Gaviria, asesinado el 2 de diciembre de 1993.
Pisto
Escobar Gaviria nos evoca a explorados capos ladinos, algunos fugitivos todavía que junto a “héroes” políticos y empresarios locales brincan piadosos en zonas míseras. Cruzan charcos pidiendo el voto. Atrás de su “altruismo” hay callejas llenas de crímenes. Se persignan antes y después de cometer macabras labores. Todo en el nombre de “cristo” y del pisto, amén.
Todo mundo se pregunta qué pasará de ahora en adelante en relación con todo el escenario que asombra a unos, pero amarga y sacude a altas esferas políticas que por décadas han secuestrado el poder para cuidar hegemonías inamovibles, creyéndose respetables e intocables. A todo chancho le llega su diciembre y rápidos y furiosos se irán.
Así reinó en Colombia el temible Escobar Gaviria. A quien no pudo comprar lo mandó a liquidar. Despedazó aviones, jueces, salas de redacción, fiscales, policías, militares. Fue
frío, calculador.
En su carrera delictiva se mezcló la violencia, la sangre, el paternalismo y la filantropía. Metió sus uñas en las callejas del fútbol. A todo le ponía precio.
“Dicen que yo soy narcotraficante, todo lo que digan de mí es mentira”, dijo en su momento y asediado por reporteros en medio de seguidores de su partido Alternativa Liberal que lo llevó al Congreso. ¿Cuál es la diferencia con ciertos galanes de nuestro país? Poco contraste. Solo cambian lugares, tiempos y caras. Las mañas son las mismas.
Noticia
Mientras tocaba la pelota en un barrio pobre, bomba tras bomba detonaba bajo sus órdenes en Medellín. Su era dejó unos cinco mil muertos. Aquí, oscuros personajes gimen desde sus tronos ideando asesinatos sistemáticos de conocidos políticos. Padre e hijo mueren en San Pedro Sula... matan diputado… hieren a otro y lo dejan minusválido… se entrega a Estados Unidos excandidato presidencial. ¿Quiénes nos gobiernan? ¿Narcopolíticos como
Escobar Gaviria?
Los del reciente pasado solo se dedicaron a capturar pandilleros mientras escoltaban a los narcos que hoy están pasando la factura a las mafias estatales y empresariales. Común oír pleitos entre carteles de la droga. Hoy, de manera alarmante, se desató la guerra entre los que lucen el poder político. Se montan campañas de descrédito en redes sociales.
Ballenas
Si un temible narco no cae en nutridos operativos policiales y militares seguro tiene poderosos padrinos de traje y de corbata. Si caen tiburones, como dijo aquel que se fue calladito, lógico que se hundirán varias ballenas que tienen revueltas las aguas en varios partidos políticos catrachos. Nadie se irá solo sin antes sacarse los
clavos. ¡Entendieron!
En las operaciones por cielo, mar y tierra ejecutadas en Honduras por marines estadounidenses hace más de dos años, al estilo del famoso Plan Colombia, no nos cabe la mínima duda, tal como lo advertimos en el artículo del domingo anterior, que pronto se rendirán “grandes” a la DEA. Ni bajando los santos se salvarán sus aleros en política.
La tenaz persecución de los “gringos” contra traficantes de drogas tiene con pringa pie a sinnúmero de narcopolíticos. Uno de ellos se entregó al norte de forma reciente. Su esposa lo visita continuamente al otrora superhombre. De repente y nos quedamos sin diputados, alcaldes y…
otros “benditos”.
Lo que sí es seguro es que en diferentes domos bramarán cuando a sus integrantes les pongan un overol anaranjado (así como los de El Pozo) y se los lleven a un paseo por Nueva York. Habrá efecto dominó. ¡Bendiciones hijos míos!