TEGUCIGALPA, HONDURAS.- En los primeros ocho meses del 2017, el cine hondureño nos presentó ocho películas nacionales de diversos géneros, algunas con buena manufactura como “Un lugar en el Caribe”. En ese mismo lapso de 2018 el panorama es opuesto y desolador, apenas tres filmes de discutible calidad.
Quien ríe de último...
El jueves 16 de agosto se estrenó a nivel nacional “Vacaciones en el sur”, una comedia hondureña que muestra los atractivos turísticos de Choluteca y Valle haciendo énfasis en que en el sur también se goza tanto como en la costa norte.
Esta película es producida por César Manzanares y dirigida por Selvin Maradiaga, y la mayoría del elenco y crew hacen su debut en el séptimo arte. Sin embargo, esa falta de experiencia no los exime de esta crítica constructiva.
El sonido dejó mucho que desear. A veces ni siquiera dejaban que el personaje terminara su diálogo cuando abruptamente irrumpía la música extradiegética a todo volumen para dar por concluida esa escena y trasladarnos a la siguiente. Las escenas en exteriores tenían mal editado el sonido ambiente.
La fotografía y cinematografía también fallaron. Hubo primeros planos con el personaje desenfocado y diálogos grupales con malos encuadres en donde algunos personajes aparecían con la cabeza parcialmente fuera de recuadro o de espaldas y tapando gran parte del campo de visión. La cámara en muchos planos en exteriores no estaba balanceada y hubo errores de continuidad.
Con respecto al elenco, varias veces vimos no al personaje, sino al actor diciendo de memoria el diálogo que medio se aprendió. Y la inclusión de variantes dialectales del español en los personajes de inversionistas hispanoamericanos se notó muy forzada.
Esa forma reiterada de decir “oye chico” o “parcero” en un tono muy marcado como diciéndonos “¡Hey! Escúchenme, soy extranjero” cansa por momentos. Los diálogos en otros idiomas mezclados con español fueron una mala parodia. Es difícil convencerse que madre e hija son italianas solo por decir “Mamma” o “Bambina” hasta el hartazgo.
Las escenas con el par de jóvenes que ofrece servicios de reparaciones caseras de todo tipo bajo el nombre empresarial de “Maridos en alquiler” son un chiste fallido ya que al inicio del filme nos explican la gracia, la causa que provocará malentendidos entre las mujeres; aun así deciden efectuar ese diálogo cómico como siete veces.
Destaca el folclorismo de don Guillermino (interpretado por José Espinal) por su forma campechana de hablar, aunque a veces abusa de sus gesticulaciones. Tiene potencial como protagonista de un filme centrado en sus peripecias, como hicieron los ticos con Maikol Yordan.
Creer que en la comedia lo único que |
Hay varios personajes envueltos en situaciones inverosímiles, como el poderoso gringo escauteador de talento futbolístico femenino en un partidillo o la chava que está haciendo los preparativos de boda para casarse con un chavo de quien se enamoró por Facebook, pero que aún no conoce en persona.
En resumen la película es un cúmulo de sketches abigarrados en los que intervienen decenas de personajes en varios parajes de la zona sur y que al final confluyen en ese complejo hotelero donde se enredan las subtramas de los inversionistas extranjeros, los empresarios locales queriendo convencer a esos inversionistas, la madre e hija italianas, la familia gringa, don Guillermino ofreciendo paquetes turísticos con su sobrino inteligente y su ayudante noble pero inocentón, los dos jóvenes de la microempresa “Maridos en alquiler”, la familia cuya hija está casada con un francés, las chicas amigas del dueño, don Romeo y doña Julieta, entre otros.
La mayoría de estas subtramas muestran muchos acontecimientos a matacaballo. A veces plantean situaciones futuras que nunca se realizan. Por ejemplo, cuando el colombiano confunde a una chica con una prepago, esta, ofendida, decide con sus amigas vengarse de él en la habitación de hotel donde quedaron de verse... pero sigo esperando esa escena.
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Urge renovar la comedia
Sabemos que en nuestro país no hay industria ni escuelas de cine y que las personas que se han atrevido a emprender estas locuras quijotescas de hacer largometrajes de ficción en Honduras lo hacen con mucho sacrificio y por saciar sus ganas de hacer cine.
Se les reconoce ese esfuerzo, la voluntad de hacer algo que aporte aunque sea de forma mínima al crecimiento del séptimo arte nacional. Pero entre eso y los productos finales que nos ofrecen hay una enorme brecha que se debe zanjar.
Los que se dedican a la creación artística deben tener ese olfato para detectar cuando la obra que están desarrollando se está convirtiendo en algo mediocre, mal hecho o que raya en el lugar común, y hacer las enmiendas respectivas.
Comedias hondureñas como “Un malo no tan malo” (2010), “Un loco verano catracho” (2015), “Cásate conmigo” (2016), “El ángel del valle” (2016), “Pocos, sueltos y locos” (2017), “A toda madre” (2017), “¿Y los tamales?” (2017), entre otras, dejaron mucho que desear.
Y ojo, no estamos exigiendo obras maestras, pero, ¿es mucho pedir que nos presenten filmes con una edición de sonido y fotografía decente? ¿Es misión imposible ofrecer una historia sencilla y bien contada? En serio, ¿esto es lo más pulcro y creativo que se puede hacer con una sumatoria de talentos dispuestos a trabajar duro por amor al arte? ¿Esto es lo mejor que puede ofrecer el cine hondureño como comedia?