“Fue el instinto, mi familia me necesitaba. Salté desde una altura de tres o cuatro metros”, contó.
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“Caí sobre un alemán, pobre hombre”, comenta a la AFP pocos días antes del décimo aniversario del naufragio.
El enorme crucero de lujo encalló la noche del 13 de enero del 2012 frente a la isla del Giglio, en la Toscana, en medio de las aguas heladas, causando la muerte de 32 personas.
La familia Trotti es reacia a regresar a la isla para la ceremonia oficial organizada el jueves anterior, que incluyó una marcha con antorchas.
Las sirenas de los barcos y las campanas de las iglesias de la isla repicaron a las 21H45 (20H45 GMT) para conmemorar el momento en que el barco chocó contra los arrecifes.
Umberto Trotti, de 44 años, y su esposa Fjorda, de 33, regresaron un año después de la tragedia, pero la experiencia les resultó traumática.
La pareja había elegido ese crucero para celebrar su luna de miel junto con su hija Francesca, de dos años, y el bebé Carlo, de seis meses.
“Se suponía que sería el mejor momento de nuestras vidas”, dice Umberto.
“Los que no estaban a bordo nunca lo van a entender. Yo estaba en estado de shock, caminaba como un zombi”, admite.
El capitán del navío, Francesco Schettino, condenado luego a 16 años de prisión, tardó en ordenar que sonaran las alarmas y además fue uno de los primeros en abandonar el barco.
El pánico se desató entre la gente cuando se cortó la energía, sumergiendo el barco en la total oscuridad.
La evacuación se inició más de una hora después del choque, cuando los botes salvavidas de todo un costado del buque habían quedado inservibles.
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“Enorme traición”
“Nos salvó un cocinero de Como” (norte de Italia), recuerda Trotti, quien estaba cenando con toda la familia en uno de los restaurantes del barco cuando se accidentó.Paolo Maspero, que aún vestía el gorro de cocinero, “tomó en brazos a mi hijo de seis meses y (...) nos condujo hacia afuera. El agua estaba subiendo. Si no nos hubiera ayudado, estaríamos todos muertos”, rememora Trotti, quien no sabía nadar.
Arriba, en la cubierta número 5, el pianista Antimo Magnotta se cayó del taburete cuando el barco se inclinó repentinamente hacia un lado. El músico trató de tranquilizar a los pasajeros asegurando que el capitán estaba por hacer un anuncio.
“Se lo prometí. Pero Schettino nunca habló. Fue una enorme traición”, resume.
El pianista, de 51 años, finalmente logró bajar por un costado del barco, pero dos de sus amigos murieron esa noche.
Hoy en día, Magnotta, que sufre un trastorno de estrés postraumático, decidió mudarse a Londres, donde encontró trabajo como camarero.
Dice que le encantaría volver para tocar ante la gente de la isla de Giglio, pero no logra perdonar a Schettino, “porque nunca llegó a pedir disculpas” por haber abandonado la nave cuando cientos de pasajeros aún estaban a bordo, violando la más elemental regla de la navegación.
El excapitán fue condenado en 2015 por homicidio involuntario, abandono de la nave y desastre ambiental.
Ha apelado ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos y se espera que sus abogados pidan este año que cumpla el resto de su condena en casa por buena conducta.
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