OLANCHO, HONDURAS.-“Solo me dijo que me cuidara y me abrazó; yo no sabía que me estaba abrazando para dejarme para siempre”, recordaba Miguel Ángel, mientras observaba con su mirada triste cómo amigos de la aldea cavaban las tumbas para sepultar a su madre y a su sobrino.
Sentado bajo la galera de un sepulcro, uno de los hijos menores de la profesora María Filomena Hernández nos contó la pesadilla que están viviendo y los últimos momentos que recuerda junto a su mamá y a Bruno Damián Sánchez Hernández, su sobrino.
La aldea San Luis de Lajas, en el próspero municipio de San Francisco de Becerra, llora la partida de una de sus más queridas habitantes.
“Nos íbamos a ir de aquí a las 3:00 de la mañana para Juticalpa, para tomar el primer bus; se durmieron y yo las desperté, nos fuimos como a las 3:40 de aquí y llegamos faltando como 15 minutos para las 5:00”, relató con tristeza.
Ya en la terminal de buses de Juticalpa, la maestra jubilada, su hija Evelyn Tatiana (también de oficio docente) y los hijos de Evelyn, Bruno y una menor de 11 años, de quien nos reservamos su identidad, esperaron unos minutos hasta que abordaron el autobús de la Discovery, no sin antes experimentar un impasse con los documentos de los niños, a quienes no dejaban subir a la unidad por no llevar sus documentos de identificación. El problema fue solucionado y finalmente a Bruno y su hermana les autorizaron subir al bus con destino a la capital.
“Ahí ella me abrazó, ahí me despidió para siempre mi mamacita”, vuelve a rememorar Miguel, en medio de un llanto suave, pero conmovedor.
El viaje emprendido
La “profe”, como le decían de cariño en San Luis de Lajas, tenía como destino su natal Concepción, en el departamento de Intibucá. Como un agrado por haber cuidado de sus niños durante todo el año escolar, su hija Tatiana la llevaría de paseo al occidente del país, para que se reuniera con sus hermanas, ya que la mamá (ya fallecida) de la maestra María cumplía años un 12 de diciembre y en memoria de ella tendrían el encuentro familiar.
Tatiana junto a sus hijos y su madre llegarían de sorpresa a Concepción; así lo habían planeado. Sin embargo, el final del paseo fue muy distinto a lo que todos esperaban.
La docente que laboró por más de 30 años murió en el fatídico accidente de la mañana del martes, en la carretera a Olancho, al igual que su nieto Bruno, a quien amaba como a un hijo, según los relatos de sus deudos.
Joven promesa
Como cada uno de los que viajaban en la unidad de transporte con ruta Catacamas-Tegucigalpa, tienen su historia; Franklin Omar Meza Hernández, también.
El joven de 25 años de edad tomó el bus en Catacamas, a eso de las 4:00 de la mañana, con la emoción de asistir al acto de graduación de un diplomado que cursó sobre conservación forestal, patrocinado por la organización Jóvenes para la Conservación Honduras (JPC), en Siguatepeque.
“Franklin era un niño muy serio, se tomaba todo en serio, muy disciplinado. Era un joven muy hábil y en donde tenía dificultades lo solventaba con la disciplina”, recuerda Marvin Flores, maestro de artística en el Instituto Miguel Rafael Madrid, donde Franklin cursó sus estudios de contaduría y finanzas.
Quienes le conocieron lo consideran como un polifacético en la música, era un saxofonista de clase, aseguran. Su luz también se apagó en el mortal accidente al igual que la de otras diez personas más.
Las vueltas de la vida
Durante muchos años, en periodos distintos, decidió “buscarle a la vida”, como popularmente decimos y se aventuró en la travesía migratoria para trabajar en los Estados Unidos; lo logró en dos ocasiones. Pero así como se fue, también decidió regresar a su terruño para pasar con su madre lo que para él serían quizá los últimos días que estaría con ella teniendo en cuenta su avanzada edad.
Ignacio Ayala Hernández, de 52 años de edad, fue uno más de los que la madrugada del martes abordó el autobús de la Discovery, sin presagiar en lo más mínimo que sería su último viaje terrenal.
Ayala tenía un mes o tal vez menos de haber regresado de los Estados Unidos, pero antes de venirse del país del norte envió por vía marítima cinco vehículos para comerciarlos en Honduras. El martes hacía el último viaje a Puerto Cortés para traer el último de los cinco carros que tenía en ese puerto del Atlántico, pero su vida terminó como la de las anteriores víctimas.
Empezando a vivir
En sus 22 meses de nacido, el pequeño Neizan Jaciel Pagoada Díaz comenzaba a vivir y aunque su estado de salud era complicado, aun con sus vicisitudes, sus padres le daban lo que podían para hacer más llevaderos sus días.
En brazos de sus madre Heydi Díaz, viajaron a la capital con el fin de ponerle una nueva sonda gastrointestinal y programar una cirugía.
Tras el fuerte impacto del autobús en el kilómetro 31 de la carretera a Olancho, en el puente Ilamapa, Neizan resultó con fuertes golpes, pereciendo horas después en los brazos de una amiga de su mamá.
El miércoles, en distintos puntos del departamento de Olancho, familias enteras lloraban amargamente en velatorios y sepelios el adiós de sus parientes, el pesar de un viaje que sus deudos emprendieron por la madrugada con la esperanza de que por la noche o días después volvería a reencontrarse y que no fue así. Y ayer -miércoles-, en el Hospital Escuela se reportó el deceso de Yanira González Murillo (33), la víctima número 11.