Tegucigalpa

Tegucigalpa sopla las velas y como deseo clama desarrollo en su cumpleaños 444

La incapacidad de las autoridades anteriores y actuales se refleja en las deterioradas calles de la ciudad, en el barrio o colonia que todavía es dominado por el crimen organizado o la falta de empleos
29.09.2022

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Insegura y con cobertura laboral ínfima. En las únicas dos universidades públicas el acceso es enrevesado, la red vial sigue siendo de los picapiedra y ni siquiera los síntomas de desarrollo son tangibles: bienvenidos, así es Tegucigalpa, capital de Honduras.

Esto solo indica un presagio: la antigua Real de Minas sigue carente de una figura como príncipe de las milicias celestiales, San Miguel Arcángel, aunque sus balanzas parecen inclinarse hacia el lado de las fatalidades de la capital y de los habitantes.

La incapacidad de las autoridades anteriores y actuales se refleja en las deterioradas calles de la ciudad, en el barrio o colonia que todavía es dominado por el crimen organizado o la falta de empleos, mientras quien está en el poder solo expulsa promesas, más no la ejecuta.

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La capital despertó celebrando llena de baches, algunos ya parecen socavones, peligrosa, azotada, además de las autoridades, por fallas geológicas y lluvias que evidencian la carencia de una estructura que haga sentir con tranquilidad a la población para cuando estos eventos pasen.

La oscuridad se acomoda a reposar en varios rincones de Tegucigalpa, producto que la actual administración del edil Aldana ha mostrado poco interés en ejecutar situaciones elementales.

“En la catedral, en el bulevar Morazán, dentro de las escuelas y no digamos en los barrios y colonias, aquí todo es inseguridad”, reprochó un capitalino en el natalicio de la ciudad ejecutiva de Honduras.

No es para menos, pues este natalicio llega con más pena que gloria, un aniversario que le encuentra sumida, una vez más, en una serie de retos y desafíos.

Fundación...

Hace unas seis décadas, la capital mostraba -según longevos- un aspecto con fuertes características rurales. Muchas de sus actividades comerciales se hacían en carretas, a lomo de mula o cargadas por personas a las que se les conocía como “mecapaleros”, que eran capaces de transportar pesados bultos por pequeñas pagas.

El perímetro urbano de Tegucigalpa era muy reducido y fácilmente se podía recorrer a pie, las rutas del transporte urbano eran cortas y el transporte interurbano entre una ciudad a otra se hacía en incómodas baronesas, camiones a los cuales se les adaptaba una carrocería de madera para hacer posible la travesía por aquellas polvorientas carreteras de la época.

Tegucigalpa era una ciudad que contaba con apenas unos 150 mil habitantes, con bajos niveles delictivos; tanto que una muerte por homicidio o accidente causaba asombro y hasta dolor por parte de los asustados pobladores no acostumbrados a ver hechos provocados por armas de fuego o cortopunzantes.

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Los ladrones que se encontraban en la calle eran “rateros” que de manera sigilosa les robaban a los desprevenidos transeúntes su cartera, si eran descubiertos en sus fechorías rápidamente salían en veloz carrera para no ser apresados.

La fundación de Tegucigalpa como ciudad y centro poblacional no tuvo, como en otros países de América Latina, una fuerte base económica ni, en consecuencia, un interés especial del régimen colonial, su patrimonio era básicamente la producción artesanal de minas, metal que se extraía desde el cerro El Picacho y en la zona montañosa de San Juancito.

Al venir la independencia y luego la Reforma Liberal de Marco Aurelio Soto, Tegucigalpa se convierte en la capital de Honduras. En esto tuvo mucho que ver la presencia de las compañías mineras de origen estadounidense que empezaron a explotar las riquezas mineras con una nueva tecnología, lo cual hizo que aumentara la explotación y se estableciera un régimen concesionario que generó otras actividades económicas.

En los años de posguerra, el país entero experimentó una expansión económica incorporando otros rubros de producción, lo cual generó un desarrollo institucional que le va a dar un empuje fuerte a Tegucigalpa como capital del país, esto -unido al crecimiento democrático- fue creando las condiciones para el aparecimiento de problemas sociales que tienen que ver con una mayor demanda de servicios públicos, contaminación de las aguas y saturación del tránsito vehicular por la mala planificación urbanística; agregado a esto, aparecieron muchas actividades delictivas que hoy son la causa de la inseguridad ciudadana.

Los problemas surgidos no fueron atajados a tiempo por las autoridades municipales, muchas de las cuales, en el pasado, vieron en el gobierno de la ciudad la posibilidad de enriquecerse o catapultarse en la figuración política.

Aun con los resabios del pasado, se empezó a ver una ciudad con aires de modernidad, tras la gestión del alcalde Tito Asfura – no se puede ocultar- desarrolló obras físicas valiosas en una ciudad donde el tiempo parecía haberse detenido.

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¿Qué ha cambiado en 444 años?

La respuesta a esta pregunta es genuina en la mayoría de personas a las que se les consultó: “Nada”.

Uno que otro fueron más allá y dijeron: “Lo único que los alcaldes que llegan al poder se hacen ricos o más ricos”.

En 444 años la capital de Honduras solo tiene un aeropuerto, y desde ya casi un año dejó de ser de uso internacional.

También solo se alberga un estadio y al igual que el aeropuerto está obsoleto.

Las calles de Tegucigalpa no cuentan con inteligencia vial. En los postes no hay energía o tiene los bombillos quemados. No hay señalización para el peatón, ni las carreteras: vivir en Tegucigalpa es estar bajo la ley del más fuerte.

Preguntas, pero no respuestas

Si estos problemas menores no pueden ser solventados, ¿qué se espera para los afectados por la falla geológica en la Guillén?

¿Por qué aún no hay un flujo adecuado de los servicios básicos en los barrios y colonias?

¿Qué ha pasado con los responsables de los millonarios fracasos en proyectos como el Trans-450, Ciudad Mateo y los contenedores en El Diamante (casa móviles)?

Jorge Aldana tiene la responsabilidad de revertir la situación, cambiar el panorama y que la histórica Tegucigalpa pueda disfrutar de una ciudad digna.