Por Catrin Einhorn / The New York Times
Cuando Squilla fue vista por primera vez con su nueva cría en enero del 2021 frente a la costa de Georgia, madre e hija permanecían tan cerca mientras nadaban que se tocaban.
El nacimiento de la cría de Squilla fue un acontecimiento trascendental para la ballena franca del Atlántico norte, que se encuentra en alto peligro de extinción. Como una de solo 70 madres, Squilla forma parte de un pequeño grupo que representa la última oportunidad de supervivencia de la especie. El hecho de que Squilla tuviera una hija ofrecía la posibilidad de una nueva generación de matriarcas.
Durante décadas, las ballenas francas del Atlántico norte se recuperaban lentamente después de haber sido devastadas por siglos de caza de ballenas. Pero en el 2011, su número empezó a disminuir. Y en el 2017 aparecieron tantas ballenas francas muertas y heridas que los funcionarios estadounidenses declararon un “evento de mortalidad inusual” que aún está en curso.
Las ballenas mueren y resultan heridas en colisiones con barcos. Se están enredando en aparejos de pesca. Y las hembras están dando a luz a menos crías.
Los biólogos creen que esto se debe en parte al estrés de colisiones y enredos no letales, y en parte a que a las ballenas les resulta más difícil encontrar alimento a medida que el cambio climático altera los océanos.
Solo quedan unas 370 de estas ballenas. Muchas hembras en edad reproductiva no tienen crías, dicen los investigadores.
Los científicos que monitorean las ballenas francas utilizaron un número —5120— para identificar a la cría de Squilla.
En el 2022, la 5120 había llegado sana y salva a su primer cumpleaños. Fue vista sola en las aguas frente a Nueva York, ahora aparentemente separada de Squilla. Luego llegó hasta Massachusetts y Canadá.
En agosto del 2022, las autoridades canadienses avistaron una ballena frente a la costa de Nuevo Brunswick con aparejos de pesca enrollados en la cola. Era la 5120.
En enero del 2023, en medio de un viento gélido, un equipo del Centro de Estudios Costeros pasó dos días en el mar tratando de desenredar a la 5120. Lanzaron anzuelos hechos a medida con hojas afiladas diseñadas para cortar gruesos hilos de pescar. Pasaron horas intentando quedarse con ella mientras ella intentaba huir, invisible bajo el agua.
En el caso de las ballenas francas, estos esfuerzos tienen éxito aproximadamente la mitad de las veces. No fue así en esta ocasión.
“Llegó el atardecer y tuvimos que regresar a casa”, dijo Bob Lynch, director de operaciones del equipo de rescate del centro. El equipo nunca volvió a encontrarla.
Se cree que la mayoría de los enredos provienen de los aparejos de langostas y cangrejos, porque las cuerdas conectan las trampas en el fondo del mar con boyas en la superficie.
Durante años, el Gobierno de Estados Unidos ha estado trabajando con las empresas pesqueras para mitigar los efectos. Los pescadores de langosta han reducido la cantidad de cuerda en el agua colocando más trampas por boya y conectando esas trampas en el fondo con una línea que no flota. En el caso de las boyas, han cambiado a cuerdas que son más fáciles de romper para las ballenas. En Massachusetts, la Bahía de Cape Cod y las aguas circundantes están cerradas a las trampas para langostas del 1 de febrero al 30 de abril, cuando las ballenas francas suelen congregarse allí.
A principios de este año, el cadáver de la 5120 apareció en Martha’s Vineyard, una isla de Massachusetts.
Sarah Sharp, veterinaria del Fondo Internacional para el Bienestar Animal, dirigió la necropsia. Quedó asombrada por la gravedad de las heridas causadas por las líneas de pesca.
“Estaban tan profundamente embebidas”, dijo Sharp. Varios centímetros de tejido cicatricial habían intentado cicatrizar sobre la herida. La herida no pudo sanar, en parte porque el arrastre de las líneas la mantuvo abierta y sangrando. La 5120 pasó la mitad de sus tres años de vida con ese enredo.
Más del 85 por ciento de las ballenas francas ha quedado enredada en equipo de pesca al menos una vez, arroja una investigación financiada por la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Pesca. A Squilla se le ha visto tres veces con cicatrices de enredos.
Esta primavera, Squilla fue vista en la Bahía de Cape Cod. Dadas sus medidas, es poco probable que vuelva a dar a luz este año. Pero no estaba enredada y nadaba con fuerza.
David Gelles y Claire O’Neill contribuyeron a este artículo.
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