La Habana, Cuba
Yulier P ha tapizado los muros de las casas de la Habana Vieja con decenas de extrañas figuras, la mayoría en carbón.
El grafitero, que comenzó hace tres años esta cruzada, al estampar unos conejos de orejas torcidas de casi dos metros de alto y sin más que las líneas negras del contorno, ahora ha invadido de dibujos desde la playa hasta las esquinas medio derrumbadas del centro histórico con sus gigantescos dibujos.
Irreverente
En una ciudad donde la mayoría de los carteles y murales están dedicados a eslóganes políticos o figuras de la revolución, este artista callejero de 27 años se destaca por sus personajes fantasmales, como salidos de algún sueño angustiante o triste.
Los viejos muros parecen apenas soportar el peso de las enormes figuras de dos metros de Yulier, cuyas bocas negras parecen salir de fondos oscuros, líneas que trazan rostros espectrales y la mirada baja, cuerpos de mujeres que se entremezclan o una sencilla flor en las manos de un niño.
Según una publicación de la agencia AP, las imágenes aparecieron repentinamente en la ciudad como hongos después de la tormenta.
Y no es que el artista Yulier P la tenga fácil. Los muros sobre los que plasma su extraña inspiración fantasmal son rugosos, descascarados, con decenas de capas de pintura superpuestas en edificios o casas que parecen a punto de desmoronarse o solares abandonados en una ciudad con serios problemas de mantenimiento.
“Para mí es importante que el artista urbano se exprese libremente, que no sea condicionado por nadie, ni una galería, ni un gobierno”, dijo a la AP el creador, cuyo nombre completo es Yulier Rodríguez Pérez.
El artista
Conocido por su nombre artístico de Yulier P, nació en la provincia central de Camagüey, intentó varias veces avanzar en educación artística dentro del ámbito académico hasta que desistió y terminó por formarse un poco como autodidacta y otro con maestros locales, experimentando en talleres comunitarios y en las paredes.
“El artista urbano cuestiona la sociedad y la política, las realidades que se viven en las calles”, comentó Yulier P, para quien es importante explorar temas como la tristeza o la frustración de su Cuba, más allá de la imagen de inagotable despreocupación que suele venderse a los turistas.
Según el grafitero, “cada obra es como un libro de cuentos que quiere contar historias: de un desvalido o de alguien que tiene hambre o de quien quiere expresarse y no puede”, dijo. “¿La felicidad? Se la dejo a los salseros”.
Yulier es un huracán con una tiza en la mano. Tanto, que un mural puede llevarle unos 40 minutos. Pero no todo es miel sobre hojuelas.
Como no cuenta con aval oficial, su arte ya le trajo algunos problemas y aunque la policía uniformada jamás interfirió en su trabajo ni defendió algunos murales del vandalismo, la Seguridad del Estado lo citó dos veces para que explicara qué estaba haciendo.
“No es que estoy en contra de un sistema, estoy a favor de la gente y que el sistema funcione a favor de la gente”, protestó el artista ante las autoridades, según dijo a la AP.
Yulier P no tiene un catálogo detallado de su trabajo en los muros de la ciudad, pero según recordó, realizó más de 150 pinturas en estos tres últimos años.
Pese a que Cuba tiene un sólido prestigio en la plástica y hay un auge de coleccionistas internacionales que pagan miles de dólares por una obra de caballete de pintores como Manuel Mendive, Roberto Fabelo o Nelson Domínguez, el arte urbano está poco desarrollado.
Las paredes de la isla suelen lucir enormes murales políticos de corte revolucionarios con consignas de apoyo a Fidel o Raúl Castro o mensajes de organizaciones sociales.
A pesar de esto, la gente ve con buenos ojos las singulares figuras de Yulier. “Es un estilo nuevo para mí, la gente lo disfruta en los lugares más inhóspitos”, dijo a la AP Osmel Ochoa, un vecino de 40 años del barrio popular de Belén.
¿Y qué representan para alguien como Ochoa estas obras? Esperanza... Somos una sociedad muy luchadora, a pesar de los problemas que tenemos somos capaces de salir adelante”.