Crímenes

Selección de Grandes Crímenes: La última noche

En realidad, el dinero no lo es todo en la vida
12.02.2023

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- DON LUIS. ¿Qué había pasado con don Luis? ¿Por qué murió de aquella forma tan extraña? ¿Era cierto que fue siempre un hombre sano? ¿Por qué sus hijos no creyeron que había muerto del corazón, como decían los médicos? ¿Qué se encontró en la autopsia?

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La noche anterior, don Luis cenó poco, no porque fuera su costumbre, sino porque había tomado café con pan hacia las tres de la tarde, “y no tenía mucha hambre”, como le dijo a su esposa. Sin embargo, lo que a su esposa le pareció raro es que se acostara temprano, ya que tenían la costumbre de ver a Renato Álvarez juntos, en la sala, y comentar las noticias.

Esa noche subió a su cuarto, le dijo a su esposa que allá la esperaba, y se acostó. Cuando ella llegó, lo encontró dormido.

“Roncaba -dijo ella-, estaba costado de lado, y yo lo terminé de cubrir con la sábana. Después, me acosté a su lado. Eran las diez y minutos de la noche...”.

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Pero, en la mañana, a eso de las seis, a la esposa le pareció extraño que don Luis siguiera dormido, “porque madrugaba siempre”, ya que era un hombre trabajador, y llevaba sus empresas por buen camino, seguro de que al ojo del amo engorda el ganado, como decía siempre.

Ella, creyendo que estaba cansado, lo dejó dormir otro rato, y ella se durmió un tiempo más. Sin embargo, a eso de las siete, despertó y vio a don Luis en la misma posición, dormido. Lo llamó varias veces, un poco adormilada, y cuando él no respondió, lo tocó, “y allí me di cuenta que algo malo le pasaba”.

“Sentí su brazo duro, le dijo a la Policía, y cuando lo toqué, estaba helado... Me levanté, y vi que Luis estaba muerto... Desesperada, lo llamé muchas veces, pero no respondió... y no sabía qué hacer... Fue en ese momento en que llamé a su hijo mayor, que se llama Luis, como él”.

“Mi papá estaba muerto -dijo Luis-, y estaba helado, lo que significaba que había muerto hacía unas seis o siete horas; tal vez más... Pero, cuando llamamos al médico de mi papá, yo no creí lo que él me dijo, y es que había muerto de un paro... Qué eso era lo más seguro... Entonces, de acuerdo con mis dos hermanos, le pedimos al fiscal que le hicieran la autopsia a mi papá... El forense comprobó lo que dijo el médico, que mi papá había muerto del corazón. Cuando mi mamá lo supo, ella fue la primera en dudar de aquel resultado, porque mi papá jamás padeció de enfermedad alguna”.

¿Qué había pasado entonces? ¿Por qué había muerto don Luis? ¿Era cierto que su corazón se había detenido de pronto?

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Era un hombre de cincuenta y tres años, delgado, alto y que siempre tuvo buena salud. Entonces, ¿cómo era posible que el corazón se hubiera detenido en su pecho a aquella edad, y más cuando nunca padeció del corazón?

“Pues esa es la causa de muerte -dijo el forense-, y no hay nada más que decir... El corazón es así... Nos traiciona cuando menos esperamos...”.

Funeraria

Había mucha gente en el velorio de don Luis. Tristes, esperaban a que terminaran de preparar el cuerpo para llevarlo a la sala donde sería velado por quienes lo querían. Empleados, clientes, amigos y parientes, y hasta su primera esposa, madre de sus tres hijos, y todos estaban sorprendidos por su muerte tan repentina. Tan solo la tarde anterior trabajó con su secretaria y dos de sus administradores, y citó a su abogado para el día siguiente, temprano, “para agregar algunas cosas a su testamento, y hacerle algunos cambios”.

“No es que mi papá estuviera seguro de que iba a morir pronto -aclaró Luis-; es que era muy precavido, y tenía siempre su testamento al día, para que nunca hubiera pleitos entre nosotros... Y para que nunca quedara desamparada Glenda, su nueva esposa”.

Y nada parecía predecir que don Luis estuviera enfermo, o que moriría en unas pocas horas. Luis, su hijo mayor, y su brazo derecho en el manejo de los negocios, no estaba convencido; sin embargo, se resignó “porque los médicos no podían equivocarse”, y su corazón estaba dañado, y eso fue a causa del paro cardíaco. No había nada más qué decir. Así, llevaron el cuerpo a la funeraria para que lo prepararan. Luis quiso estar al lado de su padre siempre, y entró con él.

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Misterio

Los empleados de la funeraria desnudaron el cuerpo de don Luis, y empezaron a limpiarlo.

“Lo vamos a bañar antes de prepararlo, le dijo uno de ellos; podrán velarlo dos o tres días, si ustedes quisieran”.

“No va a ser necesario -dijo Luis-, solo déjenlo presentable, como si estuviera dormido”.

El hombre sonrió, y ya iba a responder, cuando su compañero lo llamó.

“Mirá esto” -le dijo, tocando el brazo derecho de don Luis, el que estaba blanco como la cera.

“¿Qué es?”

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“Pues no sé, pero me parece que es la punzada que deja una aguja, y me parece que esta aguja era gruesa...”

Se acercó el hombre, y vio el brazo de don Luis. Y justo en el centro del brazo, estaba una herida pequeña, circular y de color rojo pálido.

“¿De qué estaba enfermo su papá?” -le preguntó el empleado de la funeraria a Luis, que acababa de ponerse de pie.

“De nada... -respondió-. Murió de repente”.

“¿Pero le inyectaban alguna medicina?”

“No, ninguna... Era un hombre sano”.

“Mire, señor -dijo el hombre, después de unos segundos de silencio, en los que pareció luchar contra muchas dudas-, a mí siempre me gustó eso de ser policía de investigación criminal, pero nunca pude entrar a la Policía, porque mi mamá me decía que era un oficio muy peligroso... Pero aprendí muchas cosas con algunos amigos de la DPI, y a mí, o sea, a mi parecer, esto es la herida que deja una aguja hipodérmica... Y, en mi opinión, y por las muchas cosas que he visto en este trabajo, esta inyección se la pusieron mientras estaba vivo... porque hay un poco de hinchazón, si se fija usted bien con la lupa... Y si usted dice que su papá no padecía de ninguna enfermedad, entonces aquí hay algo que los médicos de Medicina Forense no le están diciendo...”

“No le entiendo bien”.

A Luis le palpitaba el corazón en la garganta.

“Y era cierto -dice, mientras desvía la mirada, tal vez para ocultar su dolor-; allí estaba la heridita de una aguja hipodérmica; o sea, de una jeringa. Y yo estaba seguro de que mi papá jamás se puso siquiera una inyección, ni siquiera cuando le daba gripe, porque él creía en los tés y en esas cosas... Entonces, ¿por qué tenía aquella herida allí, en el brazo, sobre la vena, justo donde se unen la vena mediana lateral con la vena mediana medial? Por supuesto, estas cosas me las dijo el muchacho de la funeraria”.

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Llamada

Hizo Luis una llamada, y esperó un poco. No tardó en llegar un amigo suyo, un oficial de investigación criminal.

“¿Estás seguro de que tu papá jamás se ponía inyecciones, ni siquiera de vitaminas?” -le preguntó su amigo.

“Estoy más que seguro -le dijo Luis-; creo que mi papá les tenía miedo a las agujas... Y para estar más seguro, preguntémosle a mi mamá, que vivió treinta años con él”.

“Eso lo haremos después -dijo el policía-; por ahora, enséñame el resultado de la autopsia”.

El hombre leyó por algunos segundos.

“Paro cardíaco y ataque al corazón no son la misma cosa -dijo-, y aquí tenemos una lesión en el corazón que el forense no describe bien... ¿Dónde están las vísceras de tu papá?”

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“Aquí” -dijo el empleado de la funeraria.

Luis intervino: “Yo pedí que lo pusieran todo en bolsas, para enterrarlo así...”

“Creo que hiciste bien... Si todavía no se ha deteriorado mucho el corazón, podemos hacer una nueva autopsia, pero esta vez, con un médico privado... ¿Te parece?”

“Me parece bien, pero sin alarmar a nadie... Pero ¿qué es lo que sospechás?”

“Mirá, Luis, si tu papá era un hombre sano, si estaba bien de salud, y si tiene esta pequeña punción en el brazo, es porque algo le inyectaron, y tal vez mientras estaba dormido”.

“¿Es posible?”

“Me llamaste por algo, y debés agradecerle a este hombre que se fijó en este detalle... Lo que no veo en el informe del forense es si había en la sangre de tu papá algún medicamento o alguna sustancia extraña... Pero es algo que todavía podemos averiguar... ¿Ya le drenaron la sangre?”

“Ya...”

“Pero algo ha quedado, y vamos a ver si hay algo doloso en todo esto...”

“Hay que hacerlo rápido”.

“Voy a llamar a un forense amigo mío; es más, fue mi maestro... y no hay otro mejor que él...”

“Está bien”.

“¿Sospechás de alguien que quisiera hacerle daño a tu papá?”

“No; en realidad, de nadie...”

“Pero hay que tener en cuenta que si esta cicatriz es de ayer, y él nunca se inyectaba nada, alguien cercano a él le puso una inyección, y tal vez cuando ya estaba dormido... Y lo que me parece extraño, es que él, después de cenar, se fuera a dormir, según me has dicho...”

“Es lo que dijo su esposa... Ella dice que subió al cuarto, y él ya estaba dormido... Y eran apenas las siete de la noche, o antes, cuando él subió al dormitorio. Ella dice que se quedó sola en la sala, y que vio televisión hasta las diez, después de que Renato Álvarez cerró TN5...”

“¿Es lo que ella dice?”

“Sí”.

El policía estuvo en silencio por algunos segundos.

“Bueno -dijo, al final de la pausa-, por ahorita, lo que debemos pensar es que hay algo extraño en la muerte de tu papá, y es lo que vamos a investigar... Si estamos equivocados, pues será cuestión de Dios...”

“¿Y si no?”

“Hay un culpable de su muerte, y lo vamos a encontrar...”

Luis se estremeció.

“¿Será posible que lo hayan matado?”, preguntó.

“Todo es posible, amigo... Todo es posible”.

CONTINUARÁ LA PRÓXIMA SEMANA...

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