Después de 58 años de haber conquistado su derecho al voto, las mujeres hondureñas van hoy a las urnas convertidas en una fuerza electoral contundente.
Su presencia activa en el proceso electoral, no solo como votantes sino también como candidatas, es una muestra del fortalecimiento de la democracia y del alcance de la igualdad de género.
De los 5,355,112 votantes que registra el censo electoral, un total de 2,724,004 son mujeres, es decir, el 51%.
Ellas conquistaron sus derechos políticos en 1955. En el decreto presidencial N° 29 de 1955, aprobado en el gobierno de Julio Lozano Díaz, se les reconoció el derecho a ejercer el sufragio y a participar en la actividad política.
En 1957 las mujeres acudieron por primera vez a un comicio electoral. En esa contienda resultó electo presidente Ramón Villeda Morales, quien gobernó el país hasta 1963.
Sus intensas luchas por obtener la igualdad de derechos en el ámbito público y político vienen siendo constantes, logrando la aprobación de varias leyes a su favor.
En abril del 2012, el Congreso Nacional reformó al artículo 105 de la Ley Electoral y de las Organizaciones Políticas para otorgarle a las mujeres el 50 por ciento en la distribución equitativa de oportunidades en cargos de elección popular.
LUCHA. La participación de las damas en los procesos electorales tiene como antecedentes las batallas constantes de parte del movimiento feminista para alcanzar la igualdad, sostuvo Dora Castillo, socióloga y catedrática de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH).
A la mujer le ha costado mucho poderse integrar a procesos de esta naturaleza. “Si vemos el proceso en su historia, nos damos cuenta que en el caso de Honduras indudablemente ha aumentado la participación, pero desde el punto de vista numérico”, calificó Castillo.
Las luchas de los grupos de mujeres para obtener cuotas de participación indudablemente han dado sus frutos y se ha logrado que para este proceso electoral haya un cuarenta por ciento de participación en los cargos de elección popular.
Se espera que para el próximo proceso la participación sea de un 50 por ciento. “Pero aquí estamos hablando de participación numérica, o sea cuantitativamente”.
La mujer comenzó a participar cuando se le dio el derecho al voto, pero, ¿realmente ha llegado a superar las limitaciones de las décadas anteriores?, cuestionó la socióloga.
Consideró que todavía están cuesta arriba, lo que significa luchar contra un patrón cultural que sigue siendo adverso.
A pesar de las normas aprobadas para reconocer la igualdad en la política, según Castillo, los hombres siguen utilizando algunos mecanismos poco éticos para degradar a la mujer e infundirle miedo de participar en estos procesos, pero aún así hay muchas féminas que han ido avanzando.
Recordó que en el país existe la Alianza Nacional de Mujeres Municipalistas de Honduras (Anamh), que aglutina a mujeres que han participado en los procesos políticos a nivel nacional, tanto a nivel de gobierno central como de gobiernos locales.
“Alguien me decía hace poco que cuando las mujeres de la Anamh se reúnen -que son diputadas, exdiputadas; alcaldesas y exalcaldesas-, la primera hora es para autoconsolarse por la gran cantidad de problemas que les genera en la vida personal su participación política. Tienen problemas con sus esposos, problemas con compañeros de política, que destroza gran parte de su vida personal, por eso es que la participación de muchas mujeres se frustra”.
A la mujer se le pasa la factura, ella tiene que pagar un precio muy alto en su vida personal para poder lograr determinadas posiciones en la palestra política y eso la limita.
Otro elemento es que no hay capacitación para que cuando participen y alcancen una posición lo hagan con capacidad y eficiencia.
Una de mis hipótesis, dijo Castillo, es que una mujer que alcanza a destacar en política y logra mantener una posición tiene que asumir la cultura masculina para poderse mantenerse.
La política es un ámbito dominado por los hombres. Las reglas y las negociaciones las hacen los hombres y muchas veces las realizan antes de llegar al lugar donde se vota.
Se hacen en cafeterías, restaurantes, cantinas, lugares donde a la mujer no se le ve muy bien, hasta en eso la situación cultural es adversa a ellas.
Además de ese entorno adverso, para que la mujer pueda mantenerse tiene que adoptar una gran cantidad de los patrones de comportamiento masculinos, porque sino la botan, la deshacen, la crucifican, y si no tiene una personalidad muy bien plantada le destruyen su autoestima, su hogar y su imagen como mujer.
CONTRADICCIÓN. A pesar de representar una fuerza abrumadora, las mujeres siguen votando por los hombres, mostrando muy poco respaldo a las de su género que han venido participando en las contiendas electorales.
Esta tendencia se refleja últimamente en el número de alcaldesas electas en los últimos cuatro procesos electorales que, en vez de aumentar, más bien vino en disminución.
Para el período gubernamental de 1998 al 2002 resultaron electas 32 alcaldesas a nivel nacional, para el 2002-2006 la cantidad bajó a 27; para el 2006-2010 el número descendió a 24 y para el 2010-2014 la cantidad cayó a 17.
Por otro lado, a pesar de ser mayoría en el censo electoral, en los ocho procesos electorales que registra el país desde 1982 al 2009 solo había participado una mujer como candidata presidencial, la señora Nora Gúnera, representando al Partido Nacional en los comicios de 1997. Ella fue derrotada en las urnas por el candidato liberal de ese entonces, Carlos Roberto Flores.
En esta nueva elección lo hace una segunda mujer, Xiomara Castro por el Partido Libertad y Refundación (Libre), sin embargo las posibilidades de llegar al poder todavía son inciertas.
DEPENDENCIA. Para Maribel García, exalcaldesa de Naranjito, Santa Bárbara y ahora coordinadora de la Anamh, la participación de las mujeres en los procesos electorales es determinante porque representan el 51 por ciento del electorado.
García recuerda que antes de meterse a la política era una ama de casa y la primera vez que la fueron a buscar -en el año de 1997- para que aspirara a la alcaldía dijo que no, aduciendo que no era política.
“Hice algunas consultas a los líderes del partido porque era la primera vez que una mujer iba a cargo de elección popular en el municipio, también le consulté a mi familia”.
Uno de los inconvenientes para que las mujeres tengan más participación en los procesos electorales se debe a que ellas siempre tienen una dependencia de alguien, ya sea de su padre, del esposo, hasta de los cuñados.
Toda la familia tiene una influencia sobre la mujer, en las decisiones que esta tiene que tomar ya sea a nivel político, personal, profesional y en todas la áreas de la vida.
Si aún con el poco porcentaje de participación de la mujer en los puestos de toma de decisión hay mucha limitante para defender y proteger los derechos de la mujer, imagínese si ellas no tuvieran derecho a voto en una elección, entonces tampoco tendrían voz, reflexionó García.
Ella recuerda que algo que llevó a crear la Anamh. Fue porque como alcaldesa era atendida en las distintas instituciones, pero sus demandas eran totalmente ignoradas.
Otro factor fue que las mujeres tenían poco conocimiento de lo que es la política y por eso no hay una participación más grande.
Rememoró que en el período que ella estuvo como alcaldesa (1998-2002) eran 32 las alcaldesas, y para la elección siguiente el número se redujo a 24.
Otro aspecto es que muchas mujeres no participan en política por temor, por eso la Anamh quiere fortalecer sus capacidades comenzando por el conocimiento sobre cómo elaborar un discurso hasta cómo realizar planes y políticas públicas, añadió.
A su criterio, otro de los factores que limita a las mujeres es lo económico, porque siempre son los esposos quienes manejan esa área. A pesar de la adversidad que enfrentan, García llamó a las mujeres a acudir masivamente hoy a las urnas y elegir a los mejores candidatos y candidatas que conducirán por los próximos cuatro años los destinos del país.