TEGUCIGALPA, HONDURAS. Detrás de Luisa Cruz hay mucho más que una actriz, productora, docente y directora teatral. Su recorrido por las tablas inició a raíz de esa herencia familiar que le permitió, además de contar historias, darles voz, cuerpo y conducción. Aquí una entrevista realizada por Siempre, dedicada a la vida que entregó delante y detrás de los telones.
¿Recuerda su primer acercamiento con el teatro?
Mi primer acercamiento con el teatro vino conmigo. La familia de mi madre era muy dicharachera, todos narraban anécdotas propias y aventuras de cantidad de personajes de Catacamas, sobre todo, entonces ese humor se contagia. Ahí, alrededor del naipe, por las noches, platicando y contando las perras del pueblo uno se la pasaba gozando. Entonces, yo creo que esa capacidad de narrar, de exteriorizar experiencias creció conmigo.
¿Y cómo fue que llevó esta capacidad a las tablas?
Cuando estaba en la escuela, y aún más en el colegio, yo no faltaba a las obras, porque para que estuvieran buenas tenía que estar yo (ja, ja, ja, ja, bromas). Tuve un profesor de Español que creo fue el que más me influyó, era el maestro Santiago Toffé, quien formó una gran cantidad de docentes en la Escuela Superior y fue director teatral por mucho tiempo. Cuando yo estaba en el colegio abrieron la Escuela Nacional de Arte Dramático (ENAD), y él fue el primer director, pero resulta que cuando yo me gradué a él lo sacaron y eso me molestó mucho; me dije: “Ya no voy a entrar allí”.
Habiendo tomado esa determinación, ¿qué hizo entonces?
Entré en 1979 a la Universidad Nacional, y un año después abrieron la carrera de Arte, con orientación en Teatro, entonces ahí caí. No lo pensé dos veces y me cambié de carrera. Esa experiencia como estudiante fue realmente hermosa, en la que hicimos teatro popular, clásico y de vanguardia; fuimos a pueblos y comunidades a presentarnos porque había mucha labor de vinculación. Ese fue mi mundo y lo disfruté muchísimo.
¿Imaginó que años más tarde estaría dando clases en esa misma universidad?
Ni tanto tiempo después porque antes de terminar la carrera había tanta necesidad de profesores en el departamento que me contrataron como instructora, daba clases los fines de semana. Eso fue en el 82, cuando apenas iba a cumplir 22 años. Y así trabajé treinta y pico de años más. Aproveché a jubilarme ahora que tuve la oportunidad y estoy disfrutándolo grandemente porque me permito mi propio tiempo. Y siempre sigo yendo a la universidad porque estamos trabajando con la Comisión Curricular de Teatro junto a Tito Estrada.
¿Usted formó parte, supongo, del nacimiento del Teatro Universitario Lucem Aspicio?
En el año 2000, ante tanta insistencia de los estudiantes que querían seguir haciendo teatro tras cursar la materia como una clase optativa, fundamos un grupo al interior de la universidad, el del Teatro Universitario Lucem Aspicio. Por este han pasado cantidad de muchachos que se han graduado de muchas carreras pero lo que hacen es teatro, han venido a nutrir a otros grupos y luego algunos se han ido a la ENAD. Es decir, la universidad también ha sido ese semillero de muchachos interesados en las artes.
De entre tantas, que seguro hay, ¿alguna experiencia que recuerde de manera especial?
En el año 2015 se nos encomendó el montaje de un espectáculo en donde juntamos a Lucem Aspicio con el grupo de teatro Antifaz, que había fundado Geovanny Matute. Hicimos un montaje interdisciplinario con los alumnos de danza, música, orquesta, coro y hasta con jazz, y creamos el espectáculo más grande que se ha hecho en Honduras, al menos a mi criterio. Había cerca de 400 artistas en el escenario, entre bailarines, músicos y actores. Se llamó “La fiesta del maíz” y con él unimos a Centroamérica con nuestra cultura. Pienso que fue una de las experiencias más memorables y me da tanto gusto haber estado todavía activa en el Departamento de Arte.
¿El salto de actuar a dirigir era algo que visualizaba desde un inicio?
Dando clases en la universidad a uno le toca dirigir a los estudiantes, porque casi siempre las clases terminaban con un montaje como examen final, que disfrutaban y sufrían. Ya dirigir fuera me tomó un poco más de tiempo, sobre todo una vez que entré a Bambú. Pasar de actuar a dirigir es un gran reto porque son actividades sumamente diferentes. Para actuar uno tiene que seguir las orientaciones, directrices y visión estética del director; pero cuando se dirige uno es quien tiene que hacer todo este trabajo. Al principio no me atrevía, pero todo lo que he aprendido en el camino me ha ayudado a tener una visión más amplia acerca de las puestas en escena. La verdad creo que comenzamos en esto de la dirección por necesidad, pero actuar es mi pasión absoluta.
¿Considera que encontró en Bambú el escenario perfecto para usted?
Totalmente, creo que de no haber sido así yo no seguiría aquí. Una de las cosas más hermosas que hay dentro de Bambú es que es más que un grupo, somos una familia en donde nos apoyamos unos con otros. Si perdemos, perdemos todos y si ganamos lo celebramos juntos. Ahora que me jubilé de la universidad sigo haciendo teatro aquí en Bambú, que es lo que más me gusta.
¿Cómo ha sido la experiencia de ir formando nuevas generaciones?
Ha habido cambios. La universidad siempre ha sido, en términos del teatro, un centro cultural para el país. Lo que necesitamos principalmente es profesionalizarnos. Creo que la carrera de Teatro va a venir bien para esta juventud y sobre todo para la sociedad, porque ya con personas profesionales en el campo vamos a poder hacer las cosas con mayor compromiso, responsabilidad y seriedad. El impacto que va a traer es significativo.
¿Qué puede decirle a los jóvenes que ven en el teatro una profesión?
Es duro hacer arte en Honduras, eso no lo vamos a negar. Hay que nadar contra la corriente, pero creo que eso pasa en todas las demás profesiones. A los jóvenes solo me queda decirles que estudien lo que realmente les guste, y que espacios para el teatro hay. No tengan miedo a las cosas que muchas veces dicen los adultos, como el famoso “te vas a morir de hambre”, ¡pero si ahora por cualquier cosa nos morimos de hambre!
¿Llegará el día en que Luisa Cruz se despida de las tablas por voluntad propia?
El teatro es mi vida y yo he vivido del teatro, es lo que me ha hecho feliz. Es decir, hacer lo que a uno le gusta es una de las cosas más grandiosas de la vida y yo siempre les decía a mis estudiantes que ellos tienen que hacer lo mismo. Yo no me voy a despedir de las tablas salvo que de ninguna forma ya no pueda llegar a ellas. Mientras haya Luisa Cruz todavía, ahí me van a tener.
Luisa Cruz: 'El teatro es mi vida y yo he vivido del teatro'
Desde sus inicios como estudiante, su paso por la docencia y el recorrido que la llevó a Bambú, aquí un homenaje a su trayectoria
06.10.2019
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