TEGUCIGALPA, HONDURAS.-¿Qué sucederá con el mercado del libro en un país que no lee?
Sin estadísticas actualizadas sobre el hábito de la lectura, y tomando como referencia un estudio realizado en 2013 por la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) -creyendo que las cosas no es que han cambiado mucho desde entonces-, el 60% de los hondureños nunca o casi nunca leen por ocio o interés personal; esto sin dejar de lado que en Honduras hay una tasa de analfabetismo del 12.1%, según cifras del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) proporcionadas en 2016.
Cifras poco alentadoras para el mercado editorial y del libro.
Pero este sector digamos que está acostumbrado a funcionar en medio de la crisis, y no solo esta del covid-19.
La capacidad de resiliencia de los hondureños que viven de este rubro ha sido sobradamente demostrada. Sobreviven sin una política cultural que los acuerpe, y ante la indiferencia de antaño de gobiernos que poco o nada saben o interesan por la cultura en todas sus manifestaciones.
Es por ello que para conocer el sentir de actores del sector, entrevistamos a Isolda Arita, directora de Editorial Guaymuras; José Canales, presidente de la Cámara Hondureña del Libro y gerente de Ediciones Ramsés; Alex Díaz del Valle, de Librería Metromedia, y Olvin Almendares, de Librería Tinta y Letras.
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Un reto inesperado
La crisis generada por el covid-19 agarró de imprevisto a todo el mundo. Nadie estaba preparado para el escenario que estaba por plantear este virus.
“Hemos superado circunstancias tan adversas como las que nos heredó el huracán Mitch, el golpe de Estado y el conflicto político, pero el covid-19 nos plantea retos para los que nadie estaba preparado”, señala Isolda Arita, quien ve con mucha preocupación la situación actual, no solo porque el poder adquisitivo de la población quedará deprimido ante el desempleo, sino también por la suspensión del año lectivo, lo que implica no recuperar la inversión hecha en 2019 e inicios de 2020; esto en el corto y mediano plazo. A largo plazo, Arita menciona los desafíos que implicará la promoción, circulación y uso del libro. “Habrá que cambiar muchas prácticas que han sido tradicionales en la cadena del libro, de acuerdo con los cambios que impondrá esta nueva situación”, apunta.
José Canales comparte las mismas preocupaciones de Arita respecto al golpe que significa para las editoriales la puesta en pausa del año lectivo. Recordemos que tanto Guaymuras como Ramsés distribuyen material educativo, no solo literatura de autor. “Hay una preocupación enorme por el probable cierre del año escolar, eso traería consecuencias terribles para nosotros”, dice.
Sumado a esto, ante la reducción de presupuestos, con probabilidad verán también limitada la realización de los proyectos de organismos internacionales, que en el caso de Ediciones Ramsés forman parte de su flujo de ingresos, pues elaboran publicaciones especializadas sobre temas específicos que además generan empleos indirectos.
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Hay que replantearse la distribución
La distribución de los libros es frágil cuando no se tiene un plan B ante situaciones como esta. Para las librerías esto ha sido un reto, porque sus ingresos han caído al nivel más bajo de la noche a la mañana.
Desde inicios de marzo, cuenta Alex Díaz del Valle, de Librería Metromedia, ya se veía una escasa demanda por parte de los lectores, como un augurio de que lo que estaba golpeando a Asia y Europa no tardaría en llegar a América.
El problema, señala, es que este sector no es fuerte en Honduras, a nivel general el hondureño no ve la lectura, y por ende la adquisición de libros, como una necesidad. Y en tiempos de crisis, la lista de necesidades se reduce, incluso para los lectores.
La dinámica de 2020 en definitiva ha cambiado, no hay vuelta de hoja, tomando en cuenta que los grandes sellos internacionales que son los responsables de mantener los estantes llenos de novedades han aplazado las publicaciones en una temporada del año en que había un flujo mayor de las mismas.
Por otra parte, para librerías como Tinta y Letras quizá la dinámica no haya tenido un giro de 180 grados. Desde que inició se ha mantenido funcionando solo a través de redes sociales, una ventaja que no están viendo las librerías con espacios físicos que además de la caída en ventas tienen que pagar alquiler.
Al respecto, Olvin Almendares, de Librería Tinta y Letras, destaca que cada librería tiene sus métodos, y algunas se van a adaptar a esta nueva situación de manera muy positiva. “En el caso de Tinta y Letras, como nació siendo una librería en línea y de presentaciones itinerantes en eventos culturales, el reto es volver a hacerlo con un mejor uso de redes sociales y otras herramientas como nuestra página web”, dice.
Dentro de la desesperanza que naturalmente puede generar la crisis actual, Almendares se muestra positivo “y en cierto grado idealista”, ya que considera que viene una época de marcado crecimiento del hábito de la lectura.
“Es aventurado decir esto, porque en Honduras nadie sabe a ciencia cierta qué tanto se lee, qué géneros se leen y qué autores son los preferidos... En estos días nos han escrito muchos jóvenes que nos piden orientación para empezar a leer literatura, historia, ciencia, política, etc. Recordemos, las pestes si bien es cierto causan estragos en las sociedades, la historia nos deja evidencia que también podemos mejorar en varios sentidos. Soy de los creyentes que el hábito de la lectura será una de esas herencias, y evidentemente, buena literatura hondureña…”.
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A propósito de la literatura hondureña...
Aunque lo parezca, la situación para la literatura hondureña no será del todo lapidaria. Al menos así lo creen nuestros entrevistados.
Aunque por poner un ejemplo, Editorial Guaymuras ha dejado en pausa seis publicaciones de autores hondureños que en planes tendrían que haber estado a disposición del público en marzo, abril y mayo, una vez reanudada la actividad el proceso se concluirá, aunque “es obvio que no podremos cumplir en su totalidad con el programa de publicaciones que nos planteamos a inicios de este año. En estos momentos lo fundamental es garantizar la sobrevivencia institucional, con el fin de poder continuar desempeñando en el futuro la labor que hemos realizado a lo largo de cuarenta años”, señala Arita.
A pesar de esto, la directora de Guaymuras es del pensar que la desesperación es mala consejera. Los escritores tendrán que esperar y aprovechar este tiempo para seguir escribiendo e investigando. “Esta no es la primera pandemia que vive la humanidad ni la primera crisis que vive el país, así que en algún momento tendrá que pasar”.
En este punto los escritores lógicamente verán más cuesta arriba la publicación de libros, a menos que cuenten con algún apoyo institucional, sobre esto Díaz del Valle señala que el apoyo a los autores nacionales es más necesario ahora.
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En una realidad paralela...
Aunque en una realidad utópica quisiéramos ser Finlandia (el país que ama los libros), pero aterrizamos en la realidad que vivimos: un sistema educativo ineficiente. Sí, porque todo este asunto de la lectura/literatura tiene que ver con la educación.
Volviendo a Finlandia, para poner el mejor ejemplo, en este país nórdico los niños aprenden a leer a los siete años y a los nueve ya lideran los rankings sobre comprensión lectora. La razón: su sistema educativo, sostenido por tres grandes piezas que hacen funcionar este exitoso engranaje: familia, escuela y estructuras socioculturales. En Finlandia sí se lee por placer, y las librerías no tienen que estar pensando cómo sobrevivir. En Honduras estamos en pañales.
No hablaríamos de una crisis en el sector editorial y literario si la sociedad hondureña lo viera como algo importante.
En nuestro país no hay un plan gubernamental para el fomento de la lectura y el libro, lo poco que se hace son esfuerzos particulares de organismos que no pueden tener un alcance de nación. No hay una red de bibliotecas públicas y comunitarias. Solo en Tegucigalpa la Biblioteca Nacional Juan Ramón Molina está a una tormenta tropical de quedarse sin paredes.
Isolda Arita dice que “está claro que, en la actual coyuntura, las compras institucionales, públicas y privadas, pueden ser la tabla de salvación para la sobrevivencia de la industria editorial que difunde la literatura nacional”.
Arita les recuerda a los tomadores de decisión en Honduras “la importancia del libro y la lectura para el desarrollo de una sociedad. El libro sigue siendo un instrumento educativo insustituible y, pese a ello, es el gran ausente en las políticas públicas y los documentos oficiales. El sector del libro no puede continuar siendo invisibilizado si hay un interés genuino por sacar a Honduras y a su gente del marasmo en que actualmente se encuentra”.