TEGUCIGALPA, HONDURAS.-La fresca captura y encierro del recién ascendido comisionado general Leonel Sauceda, por presunto lavado de pisto, encendió las alarmas en diversos recovecos de la Policía Nacional, donde sus interventores, según dijeron, el oficial pasó todos los filtros para evitar entrar al purgatorio exigido por el gobierno de Juan Orlando Hernández Alvarado.
Derribo
Sauceda es, por ahora, un caído en un santiamén, el impensado de “perverso”, entre buen grupo de sus camaradas señalados en serios actos de corrupción, tráfico de influencias y crimen organizado que cínicamente se pasean en foros televisuales y radiales hablando de recato, acusando a funcionarios y políticos de ser brazos del bajo mundo.
Aquí nadie está libre de pecado. Empero al perro más flaco le clavan las pulgas. Sauceda, egresado hace casi 30 años de la Academia Nacional de Policía (Anapo), casi siempre estuvo liado a cargos notables. Además de ser vocero de la Policía, fue confidente, mano derecha de Óscar Álvarez Guerrero y de su par Armando Calidonio, exjefes de Seguridad.
Lo que muchos callan es que hay “empresarios”, políticos y otros galanes que manejan pandillas para imponer el “impuesto de guerra” a los de abajo'. |
Ahora es que todos son santos y Sauceda el gran villano. Es idear que estuvo por encima de los de arriba y, de ribete, les prestaba billete. Es el policía que hoy, entre sus colegas, buen mazo de políticos, militares y ciertos periodistas, resulta ser “el único millonario pícaro”. Lógico, la Fiscalía presentó un grueso expediente de sus andanzas en un sistema donde el corcho se hunde y el plomo flota.
El comisionado cayó en su casa tras un ruidoso operativo, algo así como el de falsos policías rescatando reciamente a Alexander Mendoza, alias “El Porky”, con el contraste de que el pandillero está libre y feliz como una lombriz.
¿Extraña rectitud?
Honor
Pocas opiniones de un lado y de otro sobre la conducta impropia o no del oficial recién trepado a general con la “bendición” de castos que nunca, según juran, olieron nada malo en su uniforme manchado por otros que son reales bandoleros y no duermen desde diversas tribunas escurriendo odio, sed de venganza y, de paso, exigiendo moral.
A Sauceda le asaltó lo inaudito. Un cordón policial y militar lo exhibió. La Fiscalía lo acusó de lavado de activos junto a su esposa. Su caso es similar al de Jorge Barralaga, hijo del exsubcomisionado Jorge Barralaga (preso), otro que anda libre y feliz como “El Porky”, pues en Migración lo vieron, lo tuvieron, pero no lo capturaron. ¿Aló, don Julián?
Fugitivos
Si Sauceda realmente colaba dinero, ¿dónde están sus exjefes y superiores? Seguro, como es práctica, dirán que jamás lo vieron ni conocieron. Muerto el rey, viva el rey. Tal vez se dan una vueltecita y lo visitan en su prisión, ¿o ya olvidaron que se les cuadraba y corría como loco por cumplir sus agendas? ¿Lo usaron para salvar sus pellejos?
La situación de Sauceda no es nada halagadora. Habría que llevar sus zapatos para saber si está o no untado con lo ilegal. Si la ley es pareja, no cabe duda de que aquí muchos caerán por traidores, entre policías, militares, políticos y unos periodistas (loados por sucios) que les embruja cacarear decoro y son un inodoro.