Eduardo Bähr es uno de los rostros más prolíficos del cine hondureño. Un teleño de abolengo teutón que desde 1940 ha sabido construirse y desenvolverse con buena improvisación en este maravilloso plano secuencia que es la vida humana.
En esta locación llamada Honduras, don Eduardo ha encarnado roles en la literatura, el cine, la docencia, el teatro y la gestión cultural que le han granjeado el respeto de artistas, críticos y diletantes. En el ámbito cinematográfico, como actor ha dejado su impronta en dos generaciones, la quijotesca y comprometida generación de Sami Kafati, Fosi Bendeck, Saúl Toro y compañía, y la actual, más diversa y en constante producción. Repasemos sus principales papeles.
“Utopía” (1976)
En este largometraje de crítica social con matices surreales -con una tríada de lujo conformada por el chileno Raúl Ruiz como director, Sami Kafati en cámara y Fosi Bendeck como actor-, Eduardo Bähr debutó como actor de cine. Interpretó a un homónimo vendedor de libros que recorre zonas rurales en busca de un colega desaparecido hace años.
En su búsqueda se encuentra con personajes excéntricos con quienes cuestiona constructos mentales retrógradas que configuran la idiosincrasia no solo del hondureño, sino del latinoamericano. Son inolvidables sus diálogos con German Leitzelar (sí, el político pinuista), Fosi Bendeck y los campesinos que pretenden sanar a su amigo macheteado con lluvia de montaña en vez de un tratamiento médico. Don Eduardo es un extraordinario orador y en este filme le explotaron al máximo ese talento. Inolvidable es su famosa arenga en el minuto 44: “Pueblos de América: ¿Cuál será el día en que veamos la luz de la ciencia y la cultura? ¿Cuándo será el día que salgamos de la oscuridad secular en que hemos estado sumergidos?...”
“No hay tierra sin dueño” (2003)
La obra cumbre de nuestro cine también contó con su actuación. En este impresionante mosaico de Sami Kafati sobre los conflictos agrarios, de clase y de género, Eduardo es uno más de los subyugados por don Calixto, el cacique terrateniente del poblado. Expresó convincentemente la pesadumbre de su personaje, un padre de familia desempleado cuya frustración acumulada brota de forma violenta.
“Corazón abierto” (2005)
Katia Lara, con la formación y experiencia recién adquirida en Argentina, realizó un documental sobre cine, en este caso, la gran labor quijotesca que emprendió Sami Kafati y un grupo de artistas entusiastas al rodar la ambiciosa “No hay tierra sin dueño”, que al día de hoy sigue siendo la mejor película hondureña. En esta producción, Eduardo contribuye con su testimonio de cómo fue trabajar con Sami Kafati.
Además, por esas fechas colaboró como actor en otra producción audiovisual de Terco Producciones, el videoclip de “La casa de la justicia”, poema de Roberto Sosa musicalizado e interpretado por Karla Lara, con dirección también de Katia Lara.
“No amanece igual para todos”
En esta sátira social de 2010, un filme coral realizado por tres cineastas, don Eduardo aparece en la tercera y última historia, el capítulo CoNpatriotas, dirigido por Francisco Andino, que narra a lo largo de un día los sinsabores del trajín tegucigalpense, hilvanados por la búsqueda de empleo de una joven inexperta.
En ese maremágnum social deambula un simpático dúo, el doctor (Eduardo Bähr) y el licenciado (Jimmy Arturo Rodríguez), quienes reflexionan sobre la situación actual del hondureño. En el Parque Central, el personaje de don Eduardo advierte que “cosas peores veremos”, luego teme que “solo falta que también se nos vayan las ideas y el valor”, pero rechaza abatirse por la desesperanza y arenga que “hay que convocar, hay que organizarnos, tenemos que luchar, hermano, tal vez así este pueblo se levanta”.
En la última escena del filme, uno de los finales más bellos del cine hondureño, ambos están desde un mirador contemplando una Tegucigalpa de noche. Allí, el doctor expresa que “me da miedo que nuestra generación no pueda volver a ver un nuevo amanecer”.
Lástima que este dúo tuvo poquitos minutos en pantalla. Me habría gustado que siguieran debatiendo en cafetines, bares, alguna marcha, mientras miraban la tele, etc. Eran dos personajes con mucho potencial. Me recordaron a los filósofos urbanos de los filmes sesenteros de Jean-Luc Godard.
“Santitos” (2016)
“¿Y entonces, nos vamos de putas?”. Esta frase les quedó grabada a los que disfrutaron este cortometraje cómico dirigido por Ángel Maldonado en 2016. Formó otro dúo explosivo, esta vez con Jorge Osorto, otro rostro masculino prolífico de nuestro cine. Su actuación como un padre abandonado en un asilo que logra temporalmente disfrutar la vida en libertad gracias a una confusión le valió el reconocimiento como Mejor actor en la quinta edición del Festival de Cortometrajes de EL HERALDO.
“Morazán” (2017)
Su interpretación más reciente fue en este filme de Hispano Durón sobre las últimas vivencias del prócer centroamericano Francisco Morazán. Su rol como el maquiavélico presbítero Del Campo bien funciona como símil de la actitud de la Iglesia ante los hechos de Morazán. En resumen, su filmografía como actor es tan vasta como su bibliografía como escritor. La intensa ovación que recibió en la gala del Festival de Cortometrajes de EL HERALDO de 2016 tras ser anunciado como el ganador a Mejor actor, fue más que un reconocimiento histriónico, fue el tributo de sus colegas y admiradores a un hondureño que con su talento y entrega ha educado, entretenido y engrandecido a este país.