TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Si bien Honduras ha sido un país de una arraigada tradición poética, también se han cultivado otros géneros que en determinados momentos han alcanzado un punto de desarrollo importante, como el cuento.
El impulso de este género en el país se remonta a finales del siglo XIX, no obstante, su período más trascendental se ubica a mediados del siglo XX.Este género tuvo como iniciadores a Lucila Gamero y Froylán Turcios, “con sus primeros cuentos en la revista La Juventud Hondureña y El Pensamiento, a finales de 1890.
Mientras Lucila se remansó en el romanticismo, Turcios evolucionó al modernismo, inició el relato breve y el relato fantástico en Honduras, destacando como uno de los cuentistas más importantes de Hispanoamérica”, detalla el poeta José Antonio Funes.
Luego Funes remarca como un exponente menos prolífico a Juan Ramón Molina, con una apuesta modernista “de tendencia naturalista”.
Pero tendría que avanzar unas décadas el siglo XX para ubicar un período renovador para el cuento en Honduras, donde se levantan otras figuras fundamentales.
En un primer momento, Funes enmarca en este período a Arturo Martínez Galindo, “que ubica sus personajes en ámbitos cosmopolitas e introduce el relato psicológico”, en esta línea de renovadores también aparece Víctor Cáceres Lara, “que fue uno de los maestros del relato criollista hondureño”, señala, y agrega que “otros cuentistas muy valiosos, que contribuyeron con sus temas novedosos y con la perfección en el lenguaje narrativo fueron Arturo Mejía Nieto y Marcos Carías Reyes, pertenecientes al igual que Martínez Galindo al Grupo Renovación.
En la década de 1950, Óscar Acosta rompe con el relato tradicional e irrumpe con el relato breve fantástico de corte borgiano”. Y aquí viene otro período que marcaría la trayectoria del cuento en Honduras, y es la década de 1960.
“No es ninguna novedad afirmar que 1969 es el año en que tanto Eduardo Bähr, con ‘Fotografía del peñasco’, como Julio Escoto, con ‘La balada del herido pájaro’, renuevan o remoldean el cuento en Honduras, seguidos de cerca por Marcos Carías Zapata en 1970 con su libro ‘La ternura que esperaba’.
Luego hay que esperar hasta 1973 para disfrutar esa obra maestra que es ‘El cuento de la guerra’, de Eduardo Bähr”, amplía el crítico literario Hernán Antonio Bermúdez.
Respecto a Escoto, Bähr y Zapata, Funes acota que rompieron los temas regionalistas e incorporaron las técnicas y tema del cuento moderno “que para entonces ya estaban en boga en Latinoamérica”.
A este período le sigue el comprendido entre 1980 y 2000, en el que “surgen cuentistas con un gran manejo en las técnicas narrativas, humor e imaginación, y donde se perfilan personajes memorables de la realidad hondureña”, dice Funes, y menciona a Edilberto Borjas, Roberto Castillo, Roberto Quesada, Galel Cárdenas, Nery Alexis Gaitán, Ernesto Bondy, Rocío Tábora y Kalton Brühl.
Bermúdez, por su parte, hace memoria de Roberto Castillo, con “Subida al cielo y otros cuentos”, y Horacio Castellanos Moya, con “¿Qué signo es usted, niña Berta?”.
“De manera que el período 1969-1981 constituye, a mi juicio, el ‘momento’ en que el cuento contemporáneo adquiere un despliegue excepcional en nuestro país”, destaca el crítico literario, y señala que tras esa época de la segunda mitad del siglo XX, el cuento siguió su curso creativo con las letras de Castillo, Carías y Bähr, hasta que llegamos al siglo XXI, donde empiezan a destacar otros nombres como Mario Gallardo, con “Las virtudes de Onán” (2007), Dennis Arita con los libros “Final de invierno” (2008), “Música del desierto” (2011) y “El tigre hambriento” (2021), Giovanni Rodríguez con “La caída del mundo” (2015) y Juan José Bueso con “Adiós muchachas” (2021).
“Sobre la temática de la violencia es preciso destacar a tres narradoras: María Eugenia Ramos y su obra ‘Una cierta nostalgia’, Jessica Sánchez y su ‘Infinito cercano’, ambas publicadas en el 2010, así como Rebeca Becerra con ‘Enigma del gato ciego’ (2019)”.
“Mención aparte merecen los cultores del cuento infantil en Honduras, cuyos máximos representantes son Eduardo Bähr, Rubén Berríos, Víctor Manuel Ramos y Teresa Gallardo de Coello”, destaca Funes.
En términos generales, el cuento en Honduras ha sido dibujado por la pluma de estos escritores, cuyo manejo del lenguaje ha definido su propuesta literaria, “pues los mejores cuentistas hondureños construyen con destreza espacios verbales propios y saben explorar (y explotar) las potencialidades expresivas de las palabras.
Así, las ficciones que crean en sus libros se enmarcan en un orden estético en el que la escritura busca captar ángulos inéditos de la realidad circundante, transgredir el conformismo inane y hacer que el lector disfrute el placer de historias imaginativas bien escritas y bien hilvanadas”, dice Bermúdez, quien considera que “en definitiva, el género del cuento dispone en Honduras de un cuerpo de autores vibrantes que le auguran un futuro extraordinario”.