GRACIAS, LEMPIRA.- “Que se recojan estos textos me parece importante porque este es un país que ha sido tremendamente cruel con su escritores”, dijo Anarella Vélez Osejo al recibir el libro que reúne la obra completa de su esposo, el poeta Rigoberto Paredes.
La presentación de “Obra poética”, que también se constituyó como un homenaje póstumo a la fecunda trayectoria de uno de los poetas más importantes de Honduras, tuvo como escenario el VIII Festival Internacional de Poesía Los Confines, donde el director de la Editorial Universitaria de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), Carlos Ordóñez, hizo un repaso sobre la importancia de la poesía de Paredes.
Anarella Vélez expresó, a propósito de esta antología que se publica a nueve años de la muerte del poeta, que estaba feliz de ver esta obra reunida, “pocas veces se encuentra toda una obra reunida en un solo texto”.
Carlos Ordóñez agradeció, por su parte, al Festival de Los Confines por dar el espacio para visibilizar la literatura y la poesía, “espero que sigamos trabajando por la cultura, por la poesía, por darle a Honduras la poesía que se merece”.
Para Ordóñez, publicar esta obra es el resultado de hechos “mágicos, azarosos y fascinantes”.
Y recordó cómo él llegó hasta Rigoberto Paredes a través de la poesía. Ordóñez era apenas un estudiante, y Vélez su maestra de Historia de Honduras, cuando recibió la invitación de ella para leer su poesía en Café Paradiso, él día finalmente llegó, él estaba ahí, “un señor alto, muy guapo con una voz y una figura engalanada, como un dandi, así se miraba en físico Rigoberto Paredes, era impresionante verlo ahí sentado escuchando”.
Y así, sentado en Café Paradiso, escuchó no solo a Carlos Ordóñez, sino a decenas de poetas hondureños que llegaban a este nicho de la literatura a leer sus poemas.
El poeta y director de la editorial cuenta que “la imagen que uno se hacía de Rigoberto cuando llegábamos a Paradiso es que era una persona festiva, le gustaba tomarse sus copas, su vodka, y así lo compartía con ese jolgorio, con esa alegría.
Como un individuo cosmopolita, la antipoesía de Paredes no se quedaba encerrada en Honduras, lo suyo era una poesía universal, “es una poesía menor que se avoca a lo pequeño, a lo íntimo, a la consciencia, fiel a la irreverencia”, señaló Ordóñez, y agregó que Paredes fue un crítico de su sociedad.
“A Rigoberto le tocó liderar ese deslinde con la generación anterior”, y le dio vuelta a una poesía que parecía que tenía que estar ligada a ciertas cuestiones políticas y sociales, y lo hizo conociéndola a profundidad, criticándola y disintiendo de ella.
Ordóñez mencionó entre las obras de Rigoberto Paredes su poemario de 1968 “Barricadas”, donde el autor hacía “este tipo de malabares estéticos”.
Aunque es un libro relevante de su producción, se reconoce que fue opacado en cierta medida por otras publicaciones, incluso el propio Rigoberto renegaba de él.
“Otro libro interesante es ´En el lugar de los hechos´, con un lenguaje mordaz, donde el poeta es más directo y su ataque es más conversacional”.
Luego llegaría la segunda etapa poética del escritor, con “Materia prima” y “Estación perdida”, “donde desarrolla un erotismo de la palabra, donde la mujer amada era territorio de lo poético, el cuerpo amado como cuerpo de los símbolos y los signos”, detalla el poeta Ordóñez.
Y así llegarían otros poemarios como “Partituras para chelo y caramba” y “Segunda mano”.
Esta antología completa de la obra de Rigoberto Paredes también incluye un estudio de cien páginas sobre su poesía, que “lleva una evolución diacrónica muy sólida”.
Rigoberto “nos ha dejado el legado de avanzar, romper, ser vanguardistas hasta le médula, ser persistentes e irreverentes, la poesía es la piedra en el zapato del sistema, es el pan de los oprimidos, reino de la historia del futuro, del presente y nuestro pasado y, sobre todo, del lenguaje, ese territorio donde todos nos volvemos una lengua común”, concluyó Carlos Ordóñez.