Tegucigalpa

San Juancito, el rostro olvidado del Distrito Central

Ni su laboriosa gente ni sus valiosos vestigios de la época minera parecen importantes.

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24.08.2013

Corría el 5 de diciembre de 1954 cuando probablemente se escuchara el último eco de un pico golpeando las rocas de las minas de San Juancito.

El último día -o quizá antes- que la memoria colectiva de ese pueblo oyera los gemidos de los obreros escarbando afanosamente las paredes subterráneas en busca de oro y plata.

Los candiles de las bocaminas se apagaron totalmente y atrás quedaron los rutinarios viajes de los vagones a través de los rieles para transportar minerales. Ya no era necesario.

Era la Rosario Mining Company que cerraba operaciones en el antiguo pueblo minero para trasladarse a la nueva fuente de extracción: Mochito, Santa Bárbara.

La compañía se llevaba consigo el oro, la plata, el capital, a los inversionistas, la mano de obra, los comerciantes y las familias. No tenía sentido quedarse.

Desde entonces, la aldea de San Juancito vive congelada en el tiempo, golpeada por la desidia de las autoridades y únicamente resguardada por el calor de sus pobladores.

Rica en historia

El antiguo pueblo minero, conocido oficialmente como Villa de San Juancito, fue durante años el motor económico de Honduras.

En la década de 1880, con el desarrollo de la reforma liberal de Marco Aurelio Soto y Ramón Rosa, los inversionistas extranjeros ponen sus ojos en la aldea por su riqueza mineral.

Con la llegada de la transnaccional comienza un despegue económico en espiral, acompañado de una transformación sin precedentes.

El funcionamiento de la primera Embotelladora La Reyna y el primer consulado de los Estados Unidos de América en Honduras es prueba irrefutable del poderío económico y político que tuvo el pueblo.

También operó la primera planta hidroeléctrica de Centroamérica -fueron los primeros ciudadanos en poseer luz y energía, y el primer cine de Honduras, llamado Teatro América, ambos a cargo de Alfredo Hurst.

“Los extranjeros siempre se aseguraban de poseer todas las comodidades al lugar donde viajaban”, relató Óscar Osorio, un habitante que conoce la historia de San Juancito punto por punto.

En el olvido

Pero de este emporio económico solo quedan vestigios, pues el éxodo de personas casi lo convierte en un pueblo fantasma.

De la minería se pasó a la agricultura como medio de trabajo y, actualmente, el cultivo de café acapara el 80 por ciento del empleo en ese rubro.

Y como si la maldición no bastara, el huracán Mitch se encargó de destruir decenas de casas y salones propios del período, lo que dejó más abatida la zona.

Solicitar apoyo a las autoridades edilicias nunca ha sido una opción factible, pues unos 35 kilómetros separan a los ciudadanos de su alcalde.

Aunque resulte jocoso, para llegar a la Alcaldía que rige a esta comunidad, se debe salir de San Juancito, pasar Valle de Ángeles y luego Santa Lucía, continuar en línea otros tres kilómetros y doblar en la entrada de la colonia 21 de Octubre, de Tegucigalpa, donde se encuentra el edificio de la Alcaldía Municipal del Distrito Central (AMDC).

Y es que el antañón pueblo todavía es jurisdicción de la capital hondureña.

Sin embargo, los ciudadanos se han sentido a lo largo de la historia completamente olvidados, aseguró Óscar Osorio, quien también es tesorero del patronato del sector.

Motivados por ese sentimiento de abandono han querido obtener su autonomía municipal, como lo lograron sus zonas hermanas de Valle de Ángeles y Santa Lucía.

Empero, la condición de poseer una población mínima de 30 mil habitantes, según lo manda la Ley de Municipalidades, ha sido el principal obstáculo.

San Juancito apenas tiene tres mil pobladores -reveló- Osorio, una cifra muy inferior a los 32 mil ciudadanos que albergó durante la época minera.

En ese sentido, el patronato, la Fundación San Juancito y la Cooperativo Mixta de San Juancito Limitada (Comisajul) han asumido el reto de desarrollar el territorio de 32 hectáreas, indicó Osorio.

La misión de estas entidades, en alianza con los residentes, es impulsar el desarrollo comunitario y gran el poderío turístico e histórico.

“Trabajamos para tener cero deserción”

San Juancito podrá estar olvidada para las autoridades de la Alcaldía y el despacho de Educación, pero ha logrado índices elogiables al mantener cero deserción escolar.

Así lo manifestó Ana Raquel Murillo, directora de la Escuela Mixta Marco Aurelio Soto, quien también reveló que poseen bajos porcentajes de reprobación.

La demanda educativa del antiguo pueblo minero la cumplen, además de la escuela, el prekínder Angelitos de Godoy, el jardín de niños Ramón Rosa y el instituto polivante Marcial D’ Solís Acosta.

En total, San Juancito posee una matrícula aproximada de 400 alumnos en todos los niveles educativos.

En el grado medio, los estudiantes son formados en ebanistería, artesanía, agricultura y en el bachillerato en Ciencias y Letras.

Murillo reveló que la fórmula del éxito es “que hacemos un trabajo con amor, buscando alianzas y estrategias para formar en estudio y valores”.

Sede del taller artesanal del reciclado

El ingenio y el trabajo arduo es la única arma contra las adversidades. Así es el caso de doña Regina Aguilar, quien hace 20 años migró a San Juancito para iniciar un proyecto ambicioso.

De la mano de la Fundación San Juancito, crea un taller donde elabora artesanías a partir de material reciclado y, al mismo tiempo, capacita a residentes del área

En su fábrica se han formado unas 200 personas que llevan el reciclaje a la más bella expresión.

El éxito ha sido rotundo para esta empresa social, pues ha llegado a exportar sus productos de papel, fibras naturales, latas, vidrios, entre otros, a países del norte de América y Europa.

También, en 1999, crea la Escuela Mágica, donde los niños reciben clases de manualidades, artesanías, dibujo, música y danza.

Y como un impulso al turismo y el arte, maneja el Centro Cultural El Crisol, contiguo al taller, donde mensualmente ofrece espectáculos.

Todo iría mejor con un gobierno propio

Óscar Osorio es un reconocido vecino y profesor de la aldea de San Juancito que constantemente lucha por el despegue de su lugar nativo.

Además de su trabajo como tesorero del patronato y en pro del desarrollo, se caracteriza por poseer en su mente una postal fresca del antiguo San Juancito y relatar hechos históricos de la época.

Pese al gran potencial que posee el poblado, lamenta la apatía de las autoridades capitalinas, quienes solo llegan en período electoral.

“Los ciudadanos están conscientes que las cosas irían mejor si tuviéramos nuestra propia Alcaldía”, aseveró.

Recordó que fue en la aldea donde operó por primera vez una planta hidroeléctrica en Centroamérica, de la cual quedan valiosos vestigios que podrían convertirse en museo.

También enfatizó en la riqueza natural que rodea al sector, al permanecer en un 35 por ciento en el rezago del Parque Nacional La Tigra.

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