Las empresas turísticas en Australia están luchando para que los turistas sigan buceando en la
Gran Barrera de Coral, el arrecife coralino más grande del mundo, a pesar de las advertencias de los científicos.
Cada año, más de dos millones de turistas armados de máscaras de esnórquel y aletas de buceo se dirigen al célebre arrecife australiano, generando ingresos de 4,300 millones de dólares en una industria que emplea a 64,000 personas.
Pero el alza de temperaturas del océano ha causado daños al arrecife y fenómenos conocidos como “blanqueo” que podrían ocasionar el desplome del número de turistas.
El Centro de Investigación sobre los Arrecifes publicó recientemente un reporte que causó sorpresa al anunciar “importantes indicios de regeneración” en las principales zonas de buceo alrededor de Cairns, al norte del país.
Aunque el reporte dio lugar a una entusiasta cobertura mediática, contradecía de forma deliberada las conclusiones de otros estudios sobre el estado real de la
Gran Barrera.
Según Col McKenzie, de un grupo de cabildeo del sector turístico, la intención de este reporte era demostrar que no todo el arrecife se ha convertido en un desierto acuático.
“De manera global, estamos viendo una baja en el número de turistas debido a la mala prensa, no hay ninguna duda”, declaró a la AFP.
Nueva realidad
Para McKenzie, demostrar que algunas áreas de este inmenso ecosistema están aún llenas de vida y color es de una importancia vital.
Sus declaraciones son la ilustración más reciente del combate entre grupos ecologistas e industrias turísticas, quienes luchan por defender sus intereses opuestos por adaptarse a la nueva realidad del arrecife.
Mientras que algunos corales pueden recuperarse de un episodio de blanqueo en cuestión de meses, otros más dañados pueden tardar hasta una década en volver a la normalidad, de acuerdo con Terry Hughes, de la Universidad James Cook, quien monitorea los episodios
de blanqueo.
El blanqueo de coral se debe al estrés inducido a los arrecifes por ciertos factores, entre ellos el alza de temperaturas oceánicas.
De acuerdo con el Instituto Australiano de Ciencia Marina, la cobertura de coral sobre los arrecifes de la Gran Barrera -índice de la salud general de un arrecife- “ha disminuido en los últimos cuatro años debido al efecto acumulado de perturbaciones múltiples
y severas”.
Además del impacto que sufre por las extremas temperaturas del océano -más intensas en ciertas zonas que en otras-, este instituto señala que la Gran Barrera también se ve afectada por residuos de la actividad agrícola, el desarrollo urbano y los ciclones tropicales.
Intereses contradictorios
Dentro del gobierno australiano se enfrentan intereses distintos. Por ahora, Canberra ha logrado evitar que la UNESCO enliste a la barrera de coral como un patrimonio de la humanidad en peligro, ya que esto tendría graves consecuencias para la industria turística.
A pesar de que el gobierno ha otorgado fondos para la protección de este ecosistema, sostiene al mismo tiempo el desarrollo, en una zona cercana, de un gigantesco proyecto minero del grupo indio Adani.
De acuerdo con una encuesta anual de IPSOS, sólo el 50% de la población cree que el cambio climático ya ha ocasionado la destrucción de la barrera.
Cada año, más de dos millones de turistas armados de máscaras de esnórquel y aletas de buceo se dirigen al célebre arrecife australiano, generando ingresos de 4,300 millones de dólares en una industria que emplea a 64,000 personas.
Pero el alza de temperaturas del océano ha causado daños al arrecife y fenómenos conocidos como “blanqueo” que podrían ocasionar el desplome del número de turistas.
El Centro de Investigación sobre los Arrecifes publicó recientemente un reporte que causó sorpresa al anunciar “importantes indicios de regeneración” en las principales zonas de buceo alrededor de Cairns, al norte del país.
Aunque el reporte dio lugar a una entusiasta cobertura mediática, contradecía de forma deliberada las conclusiones de otros estudios sobre el estado real de la
Gran Barrera.
Según Col McKenzie, de un grupo de cabildeo del sector turístico, la intención de este reporte era demostrar que no todo el arrecife se ha convertido en un desierto acuático.
“De manera global, estamos viendo una baja en el número de turistas debido a la mala prensa, no hay ninguna duda”, declaró a la AFP.
Nueva realidad
Para McKenzie, demostrar que algunas áreas de este inmenso ecosistema están aún llenas de vida y color es de una importancia vital.
Sus declaraciones son la ilustración más reciente del combate entre grupos ecologistas e industrias turísticas, quienes luchan por defender sus intereses opuestos por adaptarse a la nueva realidad del arrecife.
Mientras que algunos corales pueden recuperarse de un episodio de blanqueo en cuestión de meses, otros más dañados pueden tardar hasta una década en volver a la normalidad, de acuerdo con Terry Hughes, de la Universidad James Cook, quien monitorea los episodios
de blanqueo.
El blanqueo de coral se debe al estrés inducido a los arrecifes por ciertos factores, entre ellos el alza de temperaturas oceánicas.
De acuerdo con el Instituto Australiano de Ciencia Marina, la cobertura de coral sobre los arrecifes de la Gran Barrera -índice de la salud general de un arrecife- “ha disminuido en los últimos cuatro años debido al efecto acumulado de perturbaciones múltiples
y severas”.
Además del impacto que sufre por las extremas temperaturas del océano -más intensas en ciertas zonas que en otras-, este instituto señala que la Gran Barrera también se ve afectada por residuos de la actividad agrícola, el desarrollo urbano y los ciclones tropicales.
Intereses contradictorios
Dentro del gobierno australiano se enfrentan intereses distintos. Por ahora, Canberra ha logrado evitar que la UNESCO enliste a la barrera de coral como un patrimonio de la humanidad en peligro, ya que esto tendría graves consecuencias para la industria turística.
A pesar de que el gobierno ha otorgado fondos para la protección de este ecosistema, sostiene al mismo tiempo el desarrollo, en una zona cercana, de un gigantesco proyecto minero del grupo indio Adani.
De acuerdo con una encuesta anual de IPSOS, sólo el 50% de la población cree que el cambio climático ya ha ocasionado la destrucción de la barrera.
Los científicos como Hughes se mantienen determinados a continuar documentando los cambios en el arrecife. “Estamos en un período crítico de recuperación”, dijo. “Lo que no sabemos es si habrá otro episodio de blanqueo, el cual podría ocurrir con una próxima ola de calor”, agregó. “Puede ser tan pronto como el año que viene”.