Seúl, Corea del Sur
Reputación, fama y honor extraordinarios que resultan de las buenas acciones y de las grandes cualidades, es lo que define la gloria.
Esa es justamente la esencia que muestra Corea del Sur, un país que resurgió de sus propias cenizas, tal como el ave fénix, hace 50 años luego de una guerra.
Ahora, parece que ya nada funcionará sin presionar un botón o una tecla de los apararos móviles.
Acto seguido, como si se frotara la lámpara de Aladino, espera frente al cliente el taxi, un carrito de paseo llevado por un ciclista, un pastel o cualquier cosa que se antoje.
Estos adelantos tecnológicos y económicos retratan la gloria de Corea del Sur, la que ahora es una potencia de las más sofisticadas.
Sus avances
La península coreana, ubicada entre el mar Amarillo y el mar del Este al oeste del oceáno Pacífico, y con apenas 100,210 kilómetros cuadrados logró ser un país desarrollado y decimotercera potencia del mundo.
El desarrollo, lo que muchos llaman el milagro económico, fue posible por su gente, concluyen analistas.
Ahora con 50 millones de habitantes y menos territorio que Honduras, la pequeña pero gigante nación fue hasta 1950 más pobre que cualquiera de los países latinoamericanos.
Atracciones
Después de 24 horas de viaje, entre vuelos y conexiones, inicia un atractivo recorrido realizado por EL HERALDO.
El trayecto desde Tegucigalpa hasta Seúl y viceversa es como viajar en una máquina del tiempo. Tal como si el tiempo corriera a miles de kilómetros por hora o se escapara como el agua de las manos, ya que al llegar es un día más; cuando en Honduras es domingo en Corea es lunes por 14 horas de diferencia.
Grandes urbes, playas, templos e industrias fueron algunos destinos admirados.
La primera ciudad, Seúl, la capital al noroeste del país, se encuentra a solo 50 kilómetros de la zona desmilitarizada que los separa de Corea del Norte.
Caminando a paso lento por las transitadas pero seguras calles de Seúl y al observar el sinnúmero de rascacielos es cuando se comprende por qué es una ciudad global y la cuarta economía metropolitana, solo por detrás de Tokio, Nueva York y Los Ángeles.
Luego es momento de partir a Busan, la ciudad portuaria más importante y la segunda más grande. Para llegar se puede elegir cualquier tipo de transporte, pero lo más fascinante es el tren de alta velocidad o tren bala, el que puede avanzar a más de 300 kilómetros por hora. El pasaje tiene un costo de 50 dólares por persona.
Desde la ventana, durante el viaje, se observan extensas plantaciones de arroz y pueblos que para los visitantes de países en desarrollo son ciudades con todos los servicios y avances tecnológicos. Con edificios y centros comerciales.
Es hora de arribar a Busan, otra muestra del vertiginoso desarrollo de Corea; edificios de cristal, hoteles siete estrellas y templos budistas como el Haedong Yonggungsa, una joya arquitectónica fundada en 1376.
A 45 kilómetros se ubica Ulsan, la ciudad donde está la fábrica de Hyundai, la más grande del mundo por su extensión de 4.85 kilómetros cuadrados.
Al otro extremo de Busan se sitúa Pohang, la sede de la fábrica Posco, la cuarta compañía productora de acero mundial.
A unos kilómetros más está la playa Homigot, que tiene una escultura de bronce llamada La mano de la armonía. Simboliza el continuo esfuerzo de todos los ciudadanos coreanos en pos de una mejor calidad de vida.
En este lugar se celebra anualmente el Homigot National Sunrise Festival. Este evento reúne a la gente para saludar el Año Nuevo y ver la salida del Sol mientras comen pasta de arroz.
Así es como se levantan hacia el futuro.