Tegucigalpa, Honduras
Esta es la pregunta que debemos hacer a los candidatos presidenciales que ven como un “total fracaso” el mandado de Juan Orlando Hernández Alvarado. Su salida es “resolver” los problemas nacionales en foros televisuales.
Nos hablan de combatir el desempleo, la corrupción y la criminalidad con cabezas trilladas, de oscuro pasado por la burocracia. Hernández Alvarado y su equipo tienen, como todos, debilidades y fortalezas. El desgaste de su partido es innegable pero lleva, a nuestro juicio, varias ventajas que podrían ser notables para sujetar el poder en los próximos cuatro años en lo que sería una reelección inédita y discutida de ilegal por los mismos que añoran estar colgados del poder político y económico.
El lempireño ha golpeado el crimen organizado, ha cedido al imperio a más de veinte narcos (faltan políticos) y ha saneado parte de la macroeconomía pero sus adversarios señalan corrupción, abuso, nepotismo y derroche. JOH, por su parte, denota frialdad ante las críticas y, a pocos días del proceso electoral, sus estrategas vislumbran su triunfo por el “éxito de su labor”.
Capos
Empero, opuestos dicen que el indómito nos tiene al revés, que solo los cachos son corruptos y capos de la droga. Nadie de sus rivales resalta ningún avance de su régimen. Miran el tema de seguridad, el traslado de cinco mil reos peligrosos a otras cárceles, la bolsa solidaria, viviendas para los pobres y otros temas sociales como sus únicos “shows”.
La justicia, ciertos medios de prensa y entes electorales son parte de todo un esquema para tapar las tretas del partido gobernante, de acuerdo con rivales de JOH que andan de petulantes e impolutos con sus canales de comunicación curtidos de periodistas que dicen estar “cansados” de la corrupción y cayeron arrodillados por una diputación. ¿Son imparciales?
Opinan que al sacar a JOH anularán la tasa de seguridad, bajarán el impuesto sobre ventas, vedarán el peaje y los pobres (sin medidor) no pagarán energía eléctrica y reducirán el costo de los carburantes. Seremos un país sacado del paraíso. La oposición plantea que acabará con los fétidos. En sus cuadros -juran- no tienen cuatreros, narcos ni lavadores. ¡Son nítidos!
Nos parece un sueño lo trazado por los “ecuánimes”. A menos de un mes para las elecciones prometen mermar tributos, llevar la economía galopante con la moneda sólida frente al dólar, chorro de empleos, cero crímenes, cárcel para corruptos, acabar con la pobreza extrema y no más niños en las calles ni haciendo piruetas frente a Casa Presidencial.
Si llegan nos caerán como del cielo a todos los hondureños. Nos hacen verlos como salvadores. Si se presagian pulcros e incorruptibles no cabe duda de que nos servirán de modelos para exhibirlos a nivel mundial. Nos devolverán la credibilidad perdida en la “clase política”. Da gusto saber que ustedes son vírgenes.
Paja
Si la debacle general la arreglan como lo plantean ¿por qué siendo funcionarios dos o cuatro décadas atrás se hicieron los locos con los corruptos? Igual nos metieron cargas tributarias, avalaron la devaluación, se robaron el dinero para reducir la pobreza y jamás vieron los niños de y en la calle rogándoles limosna encima de sus lujosos autos blindados de seguridad oficial.
Los antagonistas están seguros de que cortarán de tajo toda medida impositiva pero no nos aclaran de dónde sacarán los miles de millones de lempiras que dejaría de percibir el fisco para mantener la nutrida burocracia ni de dónde saldrá el billete para saldar la grosera deuda externa y sus altos intereses. Si tenemos un fuerte desempleo ¿con qué pisto lo generarán?
A estas alturas ¿podrá alguien engañar a las masas ofreciendo cosas irrealizables? Nadie es tonto para tragarse una sarta de estupideces y megamentiras que solo meros vividores nos dicen a cortos días para elegir un nuevo Presidente. ¿Nos creen montunos? Ahí andan unos perversos creyéndose magos de zanjar todo tipo de crisis nacional y los vemos en política desde 1982. Bien les haría a muchos no presumir que son santos porque la historia reafirma que son gorrones disfrazados.
¡Salud, camaradas!
Esta es la pregunta que debemos hacer a los candidatos presidenciales que ven como un “total fracaso” el mandado de Juan Orlando Hernández Alvarado. Su salida es “resolver” los problemas nacionales en foros televisuales.
Nos hablan de combatir el desempleo, la corrupción y la criminalidad con cabezas trilladas, de oscuro pasado por la burocracia. Hernández Alvarado y su equipo tienen, como todos, debilidades y fortalezas. El desgaste de su partido es innegable pero lleva, a nuestro juicio, varias ventajas que podrían ser notables para sujetar el poder en los próximos cuatro años en lo que sería una reelección inédita y discutida de ilegal por los mismos que añoran estar colgados del poder político y económico.
El lempireño ha golpeado el crimen organizado, ha cedido al imperio a más de veinte narcos (faltan políticos) y ha saneado parte de la macroeconomía pero sus adversarios señalan corrupción, abuso, nepotismo y derroche. JOH, por su parte, denota frialdad ante las críticas y, a pocos días del proceso electoral, sus estrategas vislumbran su triunfo por el “éxito de su labor”.
Capos
Empero, opuestos dicen que el indómito nos tiene al revés, que solo los cachos son corruptos y capos de la droga. Nadie de sus rivales resalta ningún avance de su régimen. Miran el tema de seguridad, el traslado de cinco mil reos peligrosos a otras cárceles, la bolsa solidaria, viviendas para los pobres y otros temas sociales como sus únicos “shows”.
La justicia, ciertos medios de prensa y entes electorales son parte de todo un esquema para tapar las tretas del partido gobernante, de acuerdo con rivales de JOH que andan de petulantes e impolutos con sus canales de comunicación curtidos de periodistas que dicen estar “cansados” de la corrupción y cayeron arrodillados por una diputación. ¿Son imparciales?
Opinan que al sacar a JOH anularán la tasa de seguridad, bajarán el impuesto sobre ventas, vedarán el peaje y los pobres (sin medidor) no pagarán energía eléctrica y reducirán el costo de los carburantes. Seremos un país sacado del paraíso. La oposición plantea que acabará con los fétidos. En sus cuadros -juran- no tienen cuatreros, narcos ni lavadores. ¡Son nítidos!
Nos parece un sueño lo trazado por los “ecuánimes”. A menos de un mes para las elecciones prometen mermar tributos, llevar la economía galopante con la moneda sólida frente al dólar, chorro de empleos, cero crímenes, cárcel para corruptos, acabar con la pobreza extrema y no más niños en las calles ni haciendo piruetas frente a Casa Presidencial.
Si llegan nos caerán como del cielo a todos los hondureños. Nos hacen verlos como salvadores. Si se presagian pulcros e incorruptibles no cabe duda de que nos servirán de modelos para exhibirlos a nivel mundial. Nos devolverán la credibilidad perdida en la “clase política”. Da gusto saber que ustedes son vírgenes.
Paja
Si la debacle general la arreglan como lo plantean ¿por qué siendo funcionarios dos o cuatro décadas atrás se hicieron los locos con los corruptos? Igual nos metieron cargas tributarias, avalaron la devaluación, se robaron el dinero para reducir la pobreza y jamás vieron los niños de y en la calle rogándoles limosna encima de sus lujosos autos blindados de seguridad oficial.
Los antagonistas están seguros de que cortarán de tajo toda medida impositiva pero no nos aclaran de dónde sacarán los miles de millones de lempiras que dejaría de percibir el fisco para mantener la nutrida burocracia ni de dónde saldrá el billete para saldar la grosera deuda externa y sus altos intereses. Si tenemos un fuerte desempleo ¿con qué pisto lo generarán?
A estas alturas ¿podrá alguien engañar a las masas ofreciendo cosas irrealizables? Nadie es tonto para tragarse una sarta de estupideces y megamentiras que solo meros vividores nos dicen a cortos días para elegir un nuevo Presidente. ¿Nos creen montunos? Ahí andan unos perversos creyéndose magos de zanjar todo tipo de crisis nacional y los vemos en política desde 1982. Bien les haría a muchos no presumir que son santos porque la historia reafirma que son gorrones disfrazados.
¡Salud, camaradas!