Hoy, el único elemento tangible de esta empresa babilónica es un millar de pequeños árboles que, plantados hace tres años, crecen encintados de rojo en la periferia verde de Oslo.
En 2114, cuando sean centenarios, estos abetos serán cortados y transformados en papel para las antologías que reunirán a todos los escritores invitados a contribuir hasta ese momento.
Tras la canadiense Margaret Atwood en 2015 y el británico David Mitchell en 2016, este año fue el poeta islandés Sjón quien vino a este prado, por lo demás anodino, a entregar un manuscrito que muy probablemente ninguno de sus contemporáneos leerá jamás.
“Algo a lo que se enfrentará siempre un escritor es la existencia de lectores que no conoce. Están tal vez en otro continente o lejos en el tiempo. Pero es muy especial saber que nadie leerá tu texto mientras estés vivo”, reconoce el escritor, autor de las letras de algunas canciones de la cantante islandesa Björk.
No ver las reacciones “ha profundizado mucho mi relación con el texto”, asegura. “He entendido que los mecanismos que me parecen evidentes cuando escribo son en realidad algo que debo reconsiderar permanentemente: la precisión de las palabras, el uso de términos antiguos... Escribir en islandés fue también una de las dudas que me surgió porque ignoro dónde estará mi idioma dentro de cien años”.
El árbol se hace libro
Si antes era la hoja blanca la que esperaba la inspiración del autor, ahora serán en cierto modo las palabras las que deban esperar el tiempo necesario para que el árbol se haga libro.
El lento alumbramiento de la “biblioteca del futuro” confirma el gusto de los noruegos por la lentitud. El país nórdico, campeón de la Slow TV, acoge la Reserva Mundial de Semillas, una especie de Arca de Noé vegetal destinada a preservar la diversidad genética de eventuales catástrofes futuras.
Gracias a su petróleo, también amasó el mayor fondo soberano del mundo, oficialmente destinado a las generaciones futuras...
La idea de la biblioteca nació en la imaginación de la artista escocesa Katie Paterson y se pudo materializar gracias a un encuentro con promotores inmobiliarios noruegos en busca de un proyecto cultural.
“Espero que los autores de hoy y de las próximas décadas digan algo de su época”, explica Paterson. “Creo que será interesante para quienes puedan leer las obras dentro de cien años porque podrán meditar remontando el tiempo.
La “biblioteca del futuro” es “un voto de confianza en el futuro de la cultura”, subrayaba David Mitchell el año pasado.
Pagando 800 libras esterlinas (unos 1,000 dólares), los bibliófilos más ávidos ya pueden comprar un certificado que da derecho a uno de los 1,000 ejemplares de la antología que serán publicados.
Y esperando ese momento, los manuscritos se guardarán en una sala especial de la biblioteca pública de Oslo, que se instalará en un nuevo local en 2020.