TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Aunque padres y madres siguen siendo libres de elegir qué tipo de crianza es la que quieren impartirle a sus hijos, la adopción de modelos basados en la consideración, el cariño y los límites sin castigos van ganando mayor aceptación.
Comparaciones respecto a la manera en que cada familia gestiona los conflictos, fomenta los valores y forja el carácter de los miembros más pequeños, pese a que en ocasiones puedan parecer molestas o incómodas, a su vez promueven la búsqueda de patrones que conduzcan a resultados más positivos.
La crianza respetuosa propone límites claros con respeto y sentido común, adaptados al momento madurativo de los niños. Ofrece opciones controladas para fomentar la autonomía y la toma de decisiones, y ve el error como una oportunidad de aprendizaje. Es decir, ofrece un equilibrio entre la autoridad y la permisividad.
Sin embargo, muchos tienden a confundir esta forma de educar con consentir en exceso, con evitarle a los hijos cualquier momento desagradable. Por lo que hay que entender que los límites son necesarios; preparan a los niños para la vida, los protegen y les dan seguridad. El mundo que los rodea está lleno de circunstancias adversas que deben poder librar.
Aprender a pedirles o indicarles de manera calmada, con amor y amabilidad, sin gritos de autoridad, pero sin caer en la manipulación o el capricho que los hijos pueden llegar a ejercer, es la meta. Esta manera de criar en el respeto es un estilo de vida que tiene grandes resultados a largo plazo. Son semillas que se plantan hoy y florecerán en el futuro.
Errores comunes que debe evitar
En el anhelo de querer facilitarle la vida a los hijos y protegerlos de malestares o sufrimientos, la crianza permisiva se vuelve una amenaza a la formación de mejores oportunidades de crecimiento y bienestar autónomo. Evite caer en estos comportamientos:
Eterna complacencia. Si accede a todo lo que su hijo le pide, conseguirá que se frustre con facilidad cuando su entorno no haga lo mismo por él. El niño no valorará nada, siempre querrá más y más.
Inmediatez. Poner solución de forma rápida a los conflictos no los resuelve. Con los gritos y los castigos se consiguen efectos en el momento, pero no hay beneficios positivos en el largo plazo.
Recompensas. Cuando un padre ofrece un premio a un hijo a cambio de una acción, se trata de un chantaje. El niño acaba cediendo para conseguir la recompensa y no por la satisfacción del acto en sí.
Validación. Si el niño recibe elogios todo el tiempo necesitará la aprobación de los demás y la validación de sus actos constantemente. En cambio, reconocer su esfuerzo beneficia su autoconfianza y autonomía.